El estudio, que ha medido un marcador del envejecimiento biológico, la longitud de componentes genéticos llamados telómeros, en 886 españoles de más 55 años, considerando su consumo diario de esos alimentos, sugiere que una mala dieta puede hacer que las células envejezcan más rápido.
Los participantes, divididos en cuatro grupos, desde los grandes consumidores de alimentos ultraprocesados (tres o más por día) hasta los más moderados (menos de dos), dieron muestras de saliva, que se analizó genéticamente, y comunicaron su consumo diario de alimentos.
La ciencia ya determinó una relación entre estos alimentos ultraprocesados, en su mayoría demasiado grasos, dulces y salados, con enfermedades como la obesidad, la hipertensión, la diabetes y algunos cánceres.
Los grandes consumidores de estos alimentos (más de tres porciones o platos al día) casi duplicaban el riesgo de tener telómeros cortos en comparación con los que consumían menos, según el estudio presentado en el Congreso Europeo e Internacional sobre la Obesidad que se celebra en línea desde ayer y hasta el 4 de septiembre.
Los telómeros son estructuras protectoras que preservan la estabilidad y la integridad de nuestro patrimonio genético y, por tanto, del ADN necesario para el funcionamiento de cada célula del cuerpo. Cuando envejecemos se acortan porque cada vez que una célula se divide pierde una pequeña porción de ellos.
Este fenómeno se repite dando lugar a la senescencia o envejecimiento biológico de las células, que entonces dejan de dividirse y de funcionar normalmente.
La longitud de los telómeros se considera un marcador de la edad biológica a nivel celular.
Se necesitan más estudios para confirmar estas observaciones, según los autores, antes de que se pueda afirmar que hay una relación causa-efecto.
Los alimentos ultraprocesados suelen contener aromas, colorantes, emulsionantes y productos manipulados (aceites hidrogenados, almidones modificados).
Los participantes que más alimentos ultraprocesados consumían eran más susceptibles de tener antecedentes familiares de enfermedades cardiovasculares, diabetes y grasas sanguíneas anormales, y de picotear más entre las comidas.
También consumían más grasas, grasas saturadas, comida rápida y carnes procesadas, así como menos frutas y verduras.
El estudio, llevado a cabo por Lucía Alonso-Pedrero y sus colegas bajo la dirección de Amelia Martí, de la Universidad de Navarra (Pamplona, España), fue publicado en el American Journal of Clinical Nutrition.