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Pandemia puso fin a criaderos de ratas y cobras comestibles en China

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Un criador de ratas comestibles posa junto a cajas vacías, luego de que el gobierno prohibió los animales exóticos, en Shaoyang, China. Foto Afp
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Afp
19 de agosto de 2020 11:04

Loudi, China. Liu Yanqun apenas comenzaba a ganar dinero con su criadero de ratas comestibles cuando tuvo que deshacerse de ellas, después de que el gobierno chino ordenara la prohibición de animales exóticos, principales sospechosos de la epidemia de Covid-19.

Decenas de miles de criadores de ratas, así como de serpientes, civetas o cualquier tipo de animales raros consumidos en China, se quedaron sin ingresos desde que Pekín prohibió en primavera el comercio y el consumo de especies salvajes.

"Tenía pedidos por valor de decenas de miles de yuanes", lamenta Liu Yanqun, delante de las jaulas vacías de su granja de Hunan (centro), donde unas 800 ratas de bambú esperaban a pasar por la cacerola.

Este roedor, que se parece a una pequeña marmota, contaba con admiradores en el centro y el sur del país. Su carne fue popularizada en internet, donde famosos de la red publicaban sus recetas favoritas.

Para crear su granja, Liu, de 38 años, convirtió en criaderos las seis habitaciones de su casa familiar. Con la orden gubernamental, las autoridades provinciales le ofrecieron una indemnización de 75 yuanes (9 euros, 12 dólares) por kilo de rata, es decir apenas la mitad de la valor en el mercado, asegura.

Por la cobra, la oferta asciende a 120 yuanes (14 euros, 17 dólares)

Una miseria para Li Wiguo, la mitad de cuyos reptiles, muertos de hambre, ya habían perecido cuando llegaron los inspectores provinciales.

"Tenía 3 mil serpientes pero el Estado solo me reembolsó 1.600", explica.

250 mil empleos perdidos

El nuevo coronavirus pudo haberse transmitido al ser humano por un murciélago, a través de otro animal. Un mercado mayorista de Wuhan (centro), donde se vendía fauna viva, es considerado como el posible epicentro de la epidemia aparecida a finales del año pasado.

La causa de la epidemia de Sras, a principios de los años 2000, fue la civeta, un pequeño felino apreciado por su delicada carne. Pero su crianza sin embargo no fue prohibida.

Esta vez, el régimen comunista condenó a los animales salvajes en todo el país, incluidos los de granja.

Un drama para muchos criadores, que habían sido alentados por el Estado a lanzarse en este tipo de producción, que requiere poca inversión, con el objetivo de acabar con la pobreza.

La prohibición comercial cuesta al país cerca de 250 mil empleos y una pérdida de 11 mil millones de yuanes en términos de mercancía no vendida, según un informe oficial publicado la semana pasada.


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