Es el arma que Ramón Mercader utilizó el 20 de agosto de 1940 para matar a León Trotsky, quien murió un día después. Tras una larga búsqueda, el famoso piolet se exhibe en el Museo Internacional de Espionaje en Washington.
Keith Melton, un historiador especializado en el espionaje de la CIA, tardó cerca de cuatro décadas en hallar el arma homicida. Y todo para saber por qué Ramon Mercader, el asesino enviado en por Joseph Stalin, había utilizado esta herramienta de montañismo para matar al revolucionario ruso (1879-1940).
Melton, que recorrió el mundo para acumular herramientas ingeniosas y macabras del arte del espionaje para el museo, centró su atención, allá por la década de 1970, en este piolet, desaparecido poco después del asesinato de Trotsky.
"Me gustan las búsquedas detectivescas. Esta realmente me puso a prueba", admite. En su empeño, una pregunta le rondaba la cabeza: ¿por qué un piolet?
Mercader, un alpinista experimentado, manejaba con habilidad esta herramienta.
Aunque disparar al revolucionario de 61 hubiera sido más fácil, desistió después de varios intentos fallidos llevados a cabo por los servicios secretos soviéticos, entonces el NKVD.
En Ciudad de México Trotsky permanecía en su casa y estaba siempre custodiado por un puñado de guardias armados.
Pero Mercader logró entrar al pequeño séquito del revolucionario como amante de una trotskista de Nueva York haciéndose pasar por hijo (de izquierdas) de un rico diplomático belga, una tapadera diseñada por el NKVD.
Después de un tiempo en la capital mexicana, Mercader podía entrar a la residencia de Trotsky sin ser registrado.
Matarlo de un disparo era una opción, pero el ruido dificultaría cualquier vía de escape.
Además, según Melton, el revolucionario había instalado unas semanas antes un portón eléctrico controlado por sus guardias.
Eso significaba que Mercader tenía que atacar a Trotsky en silencio y que éste muriera en el acto para poder escapar sin levantar sospechas.
"Tenía una habilidad poco común para manejar el piolet, ya que con dos golpes era capaz de romper un enorme bloque de hielo", confesó Mercader a la policía después del crimen.
Siete centímetros
La pregunta era cómo había conseguido uno en Ciudad de México. Mercader se lo robó al hijo del dueño de su residencia.
El día del crimen, el agente soviético entró en casa de Trotsky con el piolet, una pistola y un chuchillo escondidos en su gabardina.
A pesar de todo, la cosas no salieron como las tenía planeadas. El piolet penetró cerca de 7 centímetros en el cráneo de Trotsky, pero no murió en el acto. Comenzó a gritar y pelear. Los guardias acudieron al lugar y detuvieron a Mercader.
El revolucionario murió al día siguiente en el hospital, y el arma que lo mató se vio por última vez en público durante una rueda de prensa posterior.
Durante su búsqueda, Melton vio innumerables piolets como el original, incluido uno en exhibición en un museo en Praga. Pero ninguno de ellos era de la marca y modelo original, fabricado en Austria por la empresa Werkgen Fulpmes.
Finalmente, en 2005, Ana Alicia Salas, la hija de una expolicía mexicano, confesó haber guardado el piolet debajo de la cama durante años. La herramienta encajaba con la buscada y Melton lo compró para su colección. Prefiere no decir cuánto pagó por él.
Faltaba por aportar alguna prueba irrefutable de que aquel era el piolet buscado. Y la encontraron: en una fotografía de la policía de 1940 se veía restos la impresión con sangre de una huella dactilar sangre en el mango.
Gracias a la ayuda de un científico forense del FBI, Melton pudo "determinar que había restos de la huella de sangre en el piolet". "Los contornos coincidían perfectamente con la huella dactilar de la foto".