Si hay una crítica frontal y feroz a las crisis y los errores de la modernidad, está en la novela negra latinoamericana, afirma el escritor colombiano Mario Mendoza, autor de Akelarre, que a poco más de un año de su publicación en aquella nación sudamericana llega ahora a México de la mano de editorial Planeta.
Éste es una vibrante relato protagonizado por un investigador privado alcohólico y con una enfermedad psiquiátrica que debe enfrentar a un imitador de Jack El Destripador y que tiene como telón de fondo un sacerdote atormentado por los secretos que esconde de su juventud y una joven artista que se descubre como hechicera con poderes ancestrales.
“La novela negra en esta región del mundo es la más honesta que se está escribiendo actualmente. Creo que si hay una crítica brutal, está en estos autores; no tienen medios, son autores que no te mienten, que no te proponen la esperanza, porque es una falsedad. Ya cruzamos el punto de no retorno; entonces, despiadadamente te ponen en la realidad y te generan un efecto de shock”, sostiene el autor.
“Hemos hecho todo mal en nuestras sociedades. Hemos contaminado, abierto una capa de ozono, masacramos a las demás especies; de un capitalismo salvaje pasamos a un capitalismo depredador, aterrador. Si hay una crítica frontal políticamente fuerte en la literatura contemporánea, está en la novela negra latinoamericana”.
Nacido en Bogotá, en 1964, el también catedrático y periodista señala que este tipo de literatura, por su misma crudeza, no es de sencilla lectura ni accesible para todo mundo y considera que en algunos momentos puede incluso llegar a ser incómoda, ya que estremece y perturba.
En entrevista desde la capital colombiana, Mario Mendoza sostiene que la novela policíaca tradicional, la de corte anglosajón, la que viene desde Edgar Allan Poe, experimentó una profunda vuelta de tuerca en el ámbito hispanoamericano, sobre todo a partir del catalán Manuel Vázquez Montalbán (1939-2003) y su emblemático personaje, el detective Pepe Carvalho.
“En la novela policiaca tradicional hay redención. Sí, también un descenso a las profundidades, hay que buscar al asesino, y éste sería el símbolo de lo bestial, del instinto primitivo, de lo ancestral y lo atávico, pero también hay que purificar esas fuerzas en aras de defender la razón”, explica.
“Es, entonces, una lucha en la que debe triunfar la razón y todos podemos irnos a dormir tranquilos. Hay un ejercicio de catarsis, de expurgar esas fuerzas malas, para que al final todo quede purificado”.
En América Latina, en tanto, ese género ha adquirido una carta de naturalización y los autores --entre ellos los mexicanos Paco Ignacio Taibo II y Elmer Mendoza, así como el brasileño Rubem Fonseca y el cubano Leonardo Padura-- “lo han torcido de alguna manera”, porque aquí no cabe la catarsis ni la redención, opina el escritor.
“Es decir, no hay lugar para el happy end (final feliz). Si hiciéramos una novela tradicional en la línea de Dashiell Hammet o de Raymond Chandler, no sería verosímil, por una razón: en nuestro continente triunfan los malos, siempre terminan por imponer su ley”.