Moscú. Como parte de su repertorio de alquimia electoral, las autoridades de Bielorrusia no darán a conocer los resultados de los comicios presidenciales de este domingo antes de mañana lunes en el mejor de los casos, aunque la demora –sobre todo habiendo tan pocos votos que contar, poco menos de 7 millones forman del padrón y por supuesto no todos acudieron a las urnas–, no hará más creíble el triunfo de Aleksandr Lukashenko, el actual presidente que opta, a cualquier precio, a su sexta reelección desde 1994 con respaldo que debería ser, como a él le gustaría, no menor de 80 por ciento de los votos depositados.
Por lo pronto, según las encuestas a pie de urna de las autoridades Lukashenko obtuvo 79.07 por ciento y su principal rival, Svetlana Tijanovskaya, candidata unificada de la oposición, tan sólo 6, 08 por ciento. En contraste, las encuestas de salida que llevó a cabo la oposición muestran que por Tijanovskaya votaron 71 por ciento y por Lukashenko, sólo 10 por ciento.
-¿A quién creer?-
Antes de abrir las casillas ya había votado –según la máxima autoridad electoral bielorrusa– más de 41 por ciento del padrón, usando la poco clara modalidad del voto anticipado, que se presta a todo tipo de manipulaciones y ajustes, en cambio quienes acudieron a las urnas ayer domingo se encontraron con la novedad de que no había suficientes boletas para todos y, en algunos lugares, después de cerradas las casillas en el resto del país seguían votando algunos seguidores del presidente.
También aparecieron de repente –supuestamente como loable medida para evitar contagios de Covid-19– incontables barreras para poder votar. En Moscú, según pudo verse, junto a la embajada de Bielorrusia se formaron kilométricas filas de los bielorrusos registrados aquí que, desde las ocho de la mañana, quisieron ejercer su derecho al sufragio.
En Rusia hay 650 mil bielorrusos, la mayoría jóvenes, que tuvieron que emigrar a en busca de trabajo y tuvieron que votar a razón de sólo 10 personas al mismo tiempo dentro de su legación diplomática, por lo cual sólo se permitió en Moscú hacerlo sólo a tres mil 788 personas.
Entretanto, en Minsk, con mil 500 detenidos por presuntos delitos previos y un número aún por determinar también durante la jornada comicial –entre activistas, periodistas, observadores y simples ciudadanos–, la policía arremetió contra reporteros extranjeros, que solicitaron la acreditación desde junio, y comenzó a arrestar a inconformes que en el centro de Minsk exigen celebrar nuevas elecciones sin Lukashenko.
El mandatario que busca la reelección ordenó desplegar tropas y carros blindados para disuadir a quien no esté de acuerdo con su victoria aún no proclamada, al tiempo que se cerraron estaciones del Metro en el centro de la capital bielorrusa y dejó de funcionar Internet para bloquear la redes sociales e impedir que circule la información.
En ese contexto de intimidación, Tijonovskaya pidió a sus seguidores no renunciar a defender su voto y, en caso de confirmarse el fraude cuando se anuncien los resultados oficiales definitivos, expresar su protesta de manera pacífica y, como primera acción, sumarse a la huelga general –lo que sería un duro golpe a la economía de un país cuyo sector público alcanza 70 por ciento– que convocaría en ese escenario.