Nueva York. Pete Hamill presentó a Nueva York con Nueva York, presentando a esta ciudad a sí misma y a todos aquellos que deseaban conocerla en todos sus sentidos y dimensiones, un guía indispensable a través de su trabajo como periodista maestro, ensayista y novelista -y quien seguro le provocó celos a esta metrópolis porque también fue amante de México.
La noticia de la muerte de Hamill anunciada este miércoles generó de inmediato eso mismo que él decía a su ciudad. Como escribió en su magnífico libro sobre Manhattan, Downtown, “por mucho, la más poderosa de todas las emociones en Nueva York es la que se llama nostalgia. La ciudad es… la capital de la nostalgia”. Eso, explicó, es en parte por el sentido de pérdida en una ciudad que está en constante cambio y también consecuencia de la inmigración, y la nostalgia colectiva de lo que todos dejaron atrás al venir para recrear esta metrópolis.
Hamill nació en 1935 en Brooklyn, hijo de padres inmigrantes irlandeses de clase trabajadora, algo que siempre informó como escribió y tradujo la vida tan brutal, bella, alborotada y delicada de su ciudad.
Nunca completó la preparatoria; estudió artes visuales por las noches después de trabajar en varios empleos (quería ser caricaturista). Pero como él mismo cuenta cuando entró por primera vez a una redacción de un periódico: “Era como si hubiera llegado al paraíso. Era rudo y obsceno… era una profesión bohemia, a nadie le pagaban lo suficiente…pero nunca me quería dormir”.
“Muy sencillamente, amo a los periódicos y a los hombres y mujeres que los hacen. Los periódicos me han dado una vida plena y rica. Me han otorgado un asiento al lado del cuadrilátero de algunos de los eventos más extraordinarios de mi tiempo en el planeta”, escribo en su libro News is a Verb (La noticia es un verbo).
Empezó como reportero en el New York Post en 1960 y de ahí trabajó en el New York Daily News y en New York Newsday. En el interín, también fue corresponsal en Europa para el Saturday Evening Post (en Barcelona y Dublin) y fue enviado de guerra a Vietnam, Nicaragua, Líbano e Irlanda del Norte.
Más tarde, llegaría a ser director del Post y después del Daily News. En ambos casos logró, de cierta manera, salvarlos aunque a cambio fue sacrificado por los dueños antes quienes rehusaba subordinarse cuando insistió en diversificar las redacciones, enfocarse más en noticias duras que en chismes de la alta sociedad, incrementar la cobertura de los inmigrantes y publicar cultura de calidad, como libros por entregas. Insistía en que la labor de los periódicos es en su esencia una misión sagrada de la cual depende una sociedad democrática.
Hamill frecuentemente contaba en sus charlas que el primer periodista de la historia fue ese cavernícola que tomaba la antorcha para entrar a una cueva y ver si había peligro o no. Lo que reportaba a su tribú al salir sería la base para la toma de decisiones potencialmente de vida o muerte para todos. Aquellos periodistas que han perdido la vida reportando en guerras y otros conflictos, comentaba Hamill, “dieron al vida para nosotros” y no para que los accionistas de un medio se volvieran más ricos, sino “murieron para traernos la verdad”.
Siempre repetía, con sus colegas, “nunca te olvides de dónde eres”, con lo cual nunca se mareó cuando se reunía con la élite cultural y política, entre ellos Norman Mailer, Jack Lemmon, Shirley MacLaine, Jacqueline Onassis, Frank Sinatra, los Rolling Stones, Susan Sontag, Linda Ronstadt y su amigo Robert F. Kennedy (estaba casi a su lado cuando el entonces candidato presidencial fue asesinado)
Además de sus crónicas y ensayos, Hamill escribió un libro de memorias, A Drinking Life, ganó un Grammy por su texto acompañando el disco Blood on the Tracks de Bob Dylan y escribió un libro sobre Frank Sinatra [https://www.jornada.com.mx/2010/03/17/cultura/a06n1cul]. También es autor de varias novelas, varios de ellos best-sellers, incluyendo Snow in August, North River, Forever y la última, Tabloid City todas ancladas en Nueva York. Y en casi todas aparece un personaje mexicano.
México
Hamill descubrió México en los años cincuenta cuando fue a estudiar pintura por un año en 1956 en el México City College. Dijo que de inmediato se enamoró del país, de su pueblo, historia y cultura, y a lo largo de su vida, regresó repetidamente, incluso viviendo en la Ciudad de México durante un periodo en que fue brevemente director de The News en 1987, y mucho después, pasaba parte de cada año en Cuernavaca.
Escribió un libro sobre Diego Rivera publicado en 1999 y una introducción para una colección de fotos de Agustín Víctor Casasola publicado por Aperture.
En su ensayo donde ofrece consejos a corresponsales extranjeros sobre cómo cubrir México, versión en español publicada por La Jornada hace 20 años, recuerda cómo entró al país desde Laredo por camión: “Más de la mitad de los pasajeros en mi autobús eran mexicanos y, después de la cena, al subir hacia esas sierras imponentes, un viajero sacó su guitarra y empezó a cantar y en poco tiempo todos cantaban canciones llenas de la melancolía de la separación y la felicidad del retorno. Cantando en un idioma que yo no conocía. Cantando de sí mismos y sus familias y la gente que amaban. Cantando canciones no tan diferentes a las que yo había escuchado de mis padres y los otros inmigrantes irlandeses que poblaron mi juventud. Regresaban a casa. Yo lo hacía también, aunque no lo sabía en aquel entonces”.
En ese texto explicaba que sin entender la cultura de otro país -en el caso de México, a Monsiváis [https://www.jornada.com.mx/2010/06/20/politica/016n1pol], José Alfredo Jiménez, Poniatowska, Paz, Rulfo, a Paco Taibo !!, los moneros, los muralistas, el cine- un corresponsal extranjero no puede reportar sobre su realidad.
Y al regresar a casa desde México, aconseja a los estadunidenses recordar la gran cultura de donde llegan los nuevos inmigrantes mexicanos y “que la gente que nos trajo aquí -nosotros que somos los hijos de otras vastas migraciones, irlandeses, judíos, italianos-, esa gente formidable, no era diferente a estos mexicanos jóvenes. Creían en la familia. En la dignidad. En el trabajo. No vislumbraron carreras para ellos mismos, sino sacrificaron sus vidas por sus hijos, trabajando en los peores empleos, ganando los peores salarios. Y sí: soñaron con sus tierras de origen. Sí: cantaron sus viejas canciones. Y jamás fue fácil.
Al final cuenta cómo recordaba como su madre a veces consolaba a su padre para ayudarle con el dolor de su piernas destrozadas después de horas en una fábrica, y que le cantaba las viejas canciones de Irlanda.
“Lo recordé cuando primero fui a México y vi a tanta gente trabajando tan duro y reconocí en ellos la vida de mi propio padre…. Por eso creo tan firmemente que honramos a los nuestros cuando honramos a los nuevos. Aquellos de nosotros que hemos trabajado en los medios, desde los días de la máquina de escribir manual al nuevo mundo valiente de Internet, tenemos que recordar que estamos involucrados en una iniciativa que también es, a fin de cuentas, ética. Podemos comprometernos a no nutrir la estupidez en el mundo. Y si estamos o no en los medios, debemos poder decirle a cada mexicano pobre que llega a este país: gracias por venir. Gracias por recordarnos quiénes somos. La historia de nuestros padres y abuelos nos dice: el dolor pasará. Y cuando algo del dolor actual pase, aquí y en México, sé lo que sucederá. Lo sé de la manera en que sé que el sol nacerá mañana. Alguien sacará una guitarra y todos cantaremos. Juntos. Qué viva México!”. [https://www.jornada.com.mx/2000/04/30/mas-otra.html].
La nostalgia inmediata que provocó la noticia de la muerte de Hamill se expresó a lo largo del día. El gobernador de Nueva York Andrew Cuomo declaró que “fue la voz de Nueva York”. El ex periodista y creador de The Wire y Treme, David Simon comentó: “Nadie nunca antes tenía una voz tan limpia, y fue tan buen periodista, o poseía tan plenamente a una ciudad como Hamill a Nueva York”. Dan Barry,, del New York Times, lamentó la muerte de “el gigante generoso que apoyó a tantos escritores” y que “si el pavimento de la ciudad de Nueva York pudiera hablar, se escucharía como Pete Hamill. Ahora esa ciudad llora”.
http://www.petehamill.com