Ciudad de México. Comprado exclusivamente para el uso del Presidente de la República en sus giras de trabajo por el país y el extranjero, el Boeing Dreamliner B787-8 ofreció un efímero servicio.
Su primer vuelo con Enrique Peña Nieto fue el 10 de febrero de 2016 –Día de la Fuerza Aérea Mexicana– a Hermosillo, y cumplió su última misión el 30 de noviembre de 2018, cuando regresó de Argentina unas horas antes de entregar la banda tricolor a Andrés Manuel López Obrador.
Con la decisión del actual mandatario –anunciada con mucha antelación y en todos los tonos– de no utilizar el aparato, bautizado como José María Morelos y Pavón, y su determinación de venderlo, esa noche, al entrar al hangar presidencial fue objeto de una ceremonia común en la aviación: sendos carros hidrantes a los lados del cobertizo crearon una cortina de agua.
A partir de ahí la moderna aeronave quedaría para el catálogo nacional del derroche y fastuosidad.
Pasajeros clase dorada
Con capacidad para 80 pasajeros –los comerciales de ese tipo transportan alrededor de 280– después de la cabina de control se ubicaban 14 lugares para personal del Estado Mayor Presidencial (EMP); enseguida, 24 asientos –el del Presidente, con su respectivo escudo nacional, los de comitiva e invitados– y detrás un área exclusiva de trabajo y descanso para él con sala, escritorio, sillón, cama y ducha completa.
En la parte final, 42 lugares divididos en tres filas eran utilizados por escoltas, periodistas de la fuente presidencial y personal de Comunicación Social.
Refinado en diseño, ingeniería y electrónica, acordes con su modernidad, en el hangar las condiciones de espera, abordaje y vuelo tuvieron transformaciones, como el registro de huella para identificar viajeros; a bordo, pantallas táctiles, Internet y, sobre todo mayor espacio, confort y descanso en vuelos largos. También menos sensación de turbulencias.
Otras prácticas que se mantuvieron inamovibles: la prensa (como fue desde el sexenio de Carlos Salinas de Gortari) pagaba con cargo a sus empresas los gastos en todas las giras con pernocta; el EMP disponía horarios y reglas para los vuelos, mientras Comunicación Social citaba a los reporteros para los viajes, distribuía el programa de las actividades presidenciales diarias y todos los viajeros recibían instrucciones sobre el tipo de vestimenta a portar: formal, informal o casual.
La aeronave anterior, un Boeing 757, Presidente Juárez, fue adquirido de forma similar al que ahora se busca vender: se compró con Miguel de la Madrid, pero lo usó su sucesor.
Voló durante 30 años para cinco mandatarios y realizó su última gira internacional como TP-01 (con la llegada del Dreamliner se convirtió en TP-02) para la participación de Peña Nieto en la cumbre sobre cambio climático de Francia, en diciembre de 2015.
Dos meses después y una vez concluida la adaptación al hangar presidencial –cuyo costo se calculó en más de mil millones de pesos– iniciaba operaciones tras cuatro años del cierre de un contrato suscrito en la gestión de Felipe Calderón.
Según el Presupuesto de Egresos de la Federación 2014 se tasó su precio en 6 mil 547 millones de pesos, al que debe sumarse todo lo erogado en ingeniería, instalación de sistemas, adecuaciones de estructura, equipamiento de cabina, certificaciones y un paquete de refacciones, así como el diseño y amueblado de sus interiores, o sea unos mil millones más.
En el vuelo inaugural, Peña Nieto afirmó: Este avión no es propiedad del Presidente; es para ser usado como herramienta de trabajo, pertenece al Estado mexicano y podrá ser utilizado por al menos los siguientes cuatro mandatarios
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Sin embargo, terminó por ser su único usuario.