Moscú. Bajo el pretexto de que Rusia viola el Tratado de Cielos Abiertos (TCA, suscrito en 1992) –instrumento que regula los sobrevuelos recíprocos de los territorios de los 34 países firmantes como medida de confianza para reducir el riesgo de una conflagración nuclear–, Estados Unidos, al comenzar el procedimiento para salirse del mismo, el cual si no da marcha atrás deberá concluir en noviembre siguiente, da un paso más para destruir el sistema internacional de seguridad.
En lo que se refiere al TCA, Washington persigue dos metas concretas: por un lado, controlar todo el espacio (sistemas de comunicación y navegación, sondeo satelital del suelo, entre otros aspectos) para vender en exclusiva sus servicios; y, por el otro, evitar las inspecciones de su territorio debido a que Moscú incrementó sus recursos tecnológicos para obtener información.
Son las conclusiones acerca de la muerte anunciada del TCA que apunta este viernes Serguei Ryzhkov, director del Centro nacional para disminuir el peligro nuclear, dependiente del ministerio de Defensa ruso, quien es uno de los más reconocidos expertos de este país en materia de control de armamentos.
Ryzhkov, en un artículo publicado en el periódico Krasnaya Zvezda, órgano de las fuerzas armadas rusas, considera que la Administración de Donald Trump carece de razones para acusar a Rusia de incumplir el TCA y sostiene que, detrás de la intención de la Casa Blanca de abandonar cualquier pacto de desarme, se aprecian los mismos objetivos estratégicos: lograr el dominio estadunidense en el mundo y satisfacer los apetitos de las grandes corporaciones de la industria armamentista que obtienen ingentes beneficios económicos.
Así sucedió, por poner un ejemplo reciente, con el Tratado INF (siglas en inglés del Tratado sobre Misiles de medio y corto alcance, finiquitado en 2019), cuando apenas unos días después de formalizar su salida Estados Unidos realizó una prueba de un misil que hubiera estado prohibido, recuerda el experto.
Ahora, continúa, Washington se propuso desmontar el TCA, responsabilizando a Moscú de limitar a una distancia máxima de 500 kilómetros los sobrevuelos en el enclave estratégico de Kaliningrado (antigua Prusia oriental) para no interferir en el tráfico aéreo de pasajeros y de transporte, similar a las restricciones que los rusos tienen al sobrevolar Alaska, así como de impedir las inspecciones en una franja de 10 kilómetros a lo largo de la frontera de Abjazia y Osetia del Sur, que Rusia considera países independientes y Estados Unidos y sus aliados, parte de Georgia, la cual –a su vez– no permite los sobrevuelos rusos en su territorio.
Para Ryzhkov son controversias de carácter técnico o político que, si todas las partes tuvieran la misma voluntad de alcanzar entendimientos, sería posible resolver. Lamenta que Estados Unidos no quiera negociar y advierte que Rusia nunca va a aceptar exigencias y ultimatos que vulneren su seguridad nacional.