Ciudad de México. La sana distancia ausente, los cubrebocas en el cuello o la barbilla y las caretas levantadas, pero con la música a todo volumen y la venta de bebidas alcohólicas desde el medio día como si no existiera el semáforo epidemiológico naranja para evitar contagios de Covid, marcaron el retorno de los comerciantes al Eje 1 Norte, en Tepito, luego de tres días sin instalarse.
Las medidas sanitarias no fueron las únicas ignoradas, también un par de empleados del Instituto de Verificación Administrativa del gobierno capitalino, quienes caminaban sobre el Eje 1 Norte, sin detenerse, para pedir a los vendedores el uso correcto del cubrebocas y que le bajaran un poco
a la música de cumbia, reguetón y corridos que retumbaban en los bafles instalados sobre los dos carriles de la vialidad.
Una veintena de policías capitalinos acompañaba a los enviados del gobierno local, pero ni así se inmutaban los vendedores en la vía pública, quienes gritaban ¡bara, bara!
, ¡si hay, sí hay!
Hasta volvió la venta de teléfonos celulares usados, a pesar de que hace varios meses fueron prohibidos por las autoridades capitalinas con el fin de reducir el robo de dispositivos móviles.
Un comerciante, sin careta ni cubrebocas, grita a su compañero ubicado en otro puesto semifijo en la banqueta: ¿Güey, a cómo el Calvin morado?
, en referencia a un coordinado de ropa interior por el que preguntaba una mujer. Al vendedor poco o nada le importó expeler al aire las gotas de saliva y aerosoles que advierten las autoridades.
Los visitantes se vieron totalmente relajados y atrapados en el ambiente característico de Tepito. Un papá aprovechó el sonido de un puesto semifijo de venta de cerveza para bailar cumbia con su hija sobre el carril invadido del Eje 1 Norte, mientras el resto de la familia hacía compras; otros que pasaban tosían o estornudaban sin cuidar las medidas de sanitarias.
A los que atrapó el hambre decidieron concentrarse frente a los puestos de tacos y gorditas, todos pegaditos en semicírculo, mientras los que despachaban lo hacían sin medidas de protección.
Para aplacar el calorón, otros recurrieron a las micheladas de Coronita y Victoria por 35 pesos que venden en carritos de supermecado ubicados afuera de la estación Lagunilla del Metro.
También hubo quienes prefirieron tomar un descanso y disfrutar de un azulito a base de vodka, bebida energizante, refresco de toronja y gomitas, por el que pagaban 40 pesos y 80 el grande. Unos más pagaban 100 pesos por un whisky.
En medio de la música y los gritos que ofrecen los mejores precios y productos, se escuchan los cláxones del tránsito habitual en una vialidad que ya había sido recuperada por las autoridades.