Madrid. “Ya volvió el padre Ellacuría de España, así que hay que actuar ya contra él”, fue la orden que supuso la sentencia de muerte del fundador de la Teología de la Liberación, el jesuita Ignacio Ellacuría, junto a seis curas más y dos mujeres que trabajan en el servicio doméstico en la masacre perpretrada en la Universidad Centroamericana (UCA) el 15 de noviembre de 1989. Así lo narró ante la Audiencia Nacional de España el testigo y ex teniente del ejércio salvadoreño Yusshy René Mendoza, quien además participó en la masacre como miembro del Batallón Atlacatl.
En la reanudación del histórico juicio por los asesinatos de la UCA en plena guerra civil en El Salvador, la sesión se centró en la testificación de personajes clave: el ex militar que se arrepintió y que fue clave en la aclaración de los hechos, Yusshy Mendoza, pero también una serie de testigos más, entre ellos dos fiscales y un matrimonio que vivieron la masacre en una casa contigua a tan sólo 20 metros del lugar de los hechos.
Todos ellos coincidieron en los responsables de la masacre fueron los miembros del Ejército salvadoreño, entonces bajo las órdenes del presidente Alfredo Cristiani. Pero sin duda, el testimonio de Mendoza fue el más relevante porque él mismo participó en la masacre y recibió órdenes directas de los militares que decidieron la ejecución de los padres jesuitas, entre ellos el único imputado en el caso, Orlando Montano, ex viceministro de seguridad pública y encarcelado en España desde el año 2017.
Mendoza ratificó que fue el coronel Guillermo Alfredo Benavides quien ordenó asesinar a los jesuitas, y que a su vez éste había recibido la orden por parte del Estado Mayor y del Alto Mando de la seguridad del país, entre los que se encontraban el propio imputado y el resto de la cúpula militar y del gobierno. “El coronel nos dijo que no quedaran testigos y una vez cumplida la misión nos preguntó si estábamos seguros de que estaba ahí Ellacuría”, relató.
Jorge Cerna, un panadero que vivió de cerca los hechos, relató que cuando salió de su encondite vio sobre el suelo que yacían los cuerpos de Ellacuría y de los sacerdotes españoles Ignacio Martín Baró, Segundo Montes, Amando López Quintana y Juan Ramón Moreno, además del sacerdote salvadoreño, Joaquín López, y la empleada de hogar de la residencia jesuita, Julia Elba, y su hija Celina. “En las paredes y en las gradas había masa encefálica y mucha sangre, y muchos huecos hechos por los disparos de armas de alto poder. Encontramos los cuerpos de los sacerdotes tirados boca abajo, destrozados, sobre todo de la cabeza. Y los cuerpos de dos mujeres abrazadas también destrozados por los disparos”, relató.