“¿Que comparto yo, o los que represento, con la independencia nacional de ustedes? ¿Aquellos grandes principios de libertad política y de justicia natural, encarnados en esa Declaración de Independencia, nos incluyen?… Las bendiciones que ustedes regocijan este día no son gozadas en común. La herencia rica de justicia, libertad, prosperidad e independencia, entregada por sus padres, es compartida por ustedes, no por mí… Este 4 de julio es de ustedes, no mío. Ustedes pueden regocijarse, yo tengo que estar de luto… Conciudadanos, por arriba de su alegría nacional tumultuosa, yo escucho el triste lamento de millones cuyas cadenas, pesadas y dolorosas, hoy son aún más intolerables por los gritos de júbilo que nos alcanzan…. No dudo declarar, con toda mi alma, que el carácter y conducta de esta nación nunca me ha parecido más oscura que en este 4 de julio… Estados Unidos es falso al pasado, falso al presente y solemnemente se ata para ser falso al futuro. De pie con Dios y el esclavo aplastado y sangrando en esta ocasión, yo, en nombre de la humanidad que está indignada, en el nombre de la libertad encadenada, en nombre de la Constitución y la Biblia, que son ignoradas y pisoteadas, me atreveré a cuestionar y a denunciar… todo lo que sirve para perpetuar la esclavitud, el gran pecado y vergüenza de Estados Unidos…
“No es luz lo que se necesita, sino fuego; no es una llovizna suave, sino truenos. Necesitamos la tormenta, el torbellino y el terremoto… La hipocresía de la nación tiene que ser expuesta, y sus crímenes contra Dios y el hombre tienen que ser proclamados y denunciados… ¿Qué es, para el esclavo estadunidense, el 4 de julio de ustedes? Respondo: un día que le revela, más que todos los otros días del año, la grave injusticia y crueldad en la cual él es la víctima constante. Para él, esta celebración es una farsa… un velo delgado para encubrir los crímenes que desgraciarían a una nación de salvajes. No hay nación en el mundo culpable de prácticas más espantosas y sangrientas que las del pueblo de Estados Unidos en estos momentos…. Por barbarismo repugnante e hipocresía sin vergüenza, Estados Unidos reina sin un rival.”
Esas palabras son fragmentos de un discurso ofrecido justo en esta fecha en 1852, sobre el significado del 4 de julio, Día de la Independencia, que celebra la lucha por la libertad, por el abolicionista Frederick Douglass, quien fue un ex esclavo afroestadunidense, y director del rotativo The North Star (el cual, por cierto, fue de los primeros en publicar un editorial en oposición a la guerra de Estados Unidos contra México, la cual llamó una guerra ignominiosa, cruel y desigual
y donde México parece ser condenado a ser víctima del cupido y amor anglosajón de la dominación
).
Pero el gran Douglass, entre otros, estaría sorprendido hoy día de que sus palabras de hace 168 años estén en boca de participantes en lo que se calcula es ahora el movimiento de protesta social más grande en la historia de Estados Unidos, reportó el New York Times. El cálculo es que entre 15 y 26 millones de personas han participado en las protestas.
“El peor error que podríamos cometer ahora, con todas estas marchas, las protestas en las calles, sería demandar demasiado poco… Es la hora por una revolución moral de valores”, afirma el reverendo William Barber, quien encabeza la Campaña de los Pobres.
Asustado, el presidente ha declarado, en sus festejos del Día de Independencia, que este movimiento es el enemigo
de su país, o sea, ya no son los mexicanos ni los inmigrantes ni otros poderes, sino otros estadunidenses que se oponen a él y todo lo que representa.
El país esta en un parteaguas donde tiene que enfrentar lo que fue, lo que es y decidir –y luchar por– lo que quiere ser.
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