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'Loquillo' resucitó los conciertos de rock en Madrid

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El cantante se enfrentó a un pabellón enorme de butacas azules. Foto Europa Press
05 de julio de 2020 10:00

Madrid. Loquillo lleva lustros definiéndose como rock español, de manera que parecía propicio concederle la reapertura del WiZink Center cuatro meses después del cierre obligado.

El cantante barcelonés devolvió el rock a su sitio en Madrid. Es un mensaje de apertura, de concordia en Twitter. Soy un barcelonés que ama esta ciudad, clamó José María Sanz, Loquillo, quien a los 59 años pensaba que lo había visto casi todo.

Lo que no había visto era un pabellón enorme con tantas butacas azules, tanto cemento bajo sus pies, pues, acostumbrado a ver miles de cabezas, miles de manitas alzadas, esa no era la mejor de las perspectivas. Arrancó con En las calles de Madrid.

La concurrencia estaba ordenadamente acomodada tras una entrada pacífica y cuidadosa. Con todas las puertas del pabellón abiertas, todos entraron sin prisa pero sin pausa, se lavaron las manos, compraron algo en el bar y se acomodaron en su sitio.

Alguien recriminó a otro que no se pusiera la mascarilla todo el tiempo, pero fue algo inevitablemente pasajero.

Cuando la música empezó, todo fue tan desconcertante como cualquiera puede imaginar, aunque no tanto como un concierto en un autocine, la más peregrina de las ideas surgidas de la pandemia.

Los más escépticos hicieron todo tipo de ritmos de percusión y menearon la cabeza casi contra su voluntad. La orden del pabellón era clara: levantarse está bien, pero alocarse de más, no. Eso fue básicamente lo que pasó, con parejas bailando cerveza en mano, cantando, abrazándose, disimulando.

El público tuvo que poner de su parte. Desde el escenario, la banda jugaba a lo que tenía que jugar, a tocar como si delante hubiera 100 millones de personas. Lo cierto es que estaba tocando ante un pabellón imponentemente vacío. Lo que sería un triunfo en términos de negocio, el viernes fue pequeña gran victoria para todos. Así de cruel está siendo 2020.

Hay eco, claro que sí, aunque la banda está convenientemente ecualizada a todo volumen, pero aun con reservas, pareciera que funciona. El personal estaba cortado, pues necesita el anonimato de la multitud para ser plenamente libre y enajenarse. Era como un teatro, pero 10 veces más grande, de manera que todo se veía.

Se liberó la gente, claro que sí. Con A toro bravo, sólo un poquito, con El hombre de negro un poquito más y con Salud y rocanrol, ya bastante más. Si te centrabas exclusivamente en el escenario, tampoco se sentía tan raro. Lo extraño es que nadie te pisó, nadie te empujó, nadie te derramó líquido indescifrable, nadie te gritó en el oído sin motivo. La dichosa nueva normalidad elimina por decreto todas estas actitudes que con el tiempo añoraremos.

El concierto de nuestras vidas

Fiel a su épica rockera, había reiterado Loquillo en días previos que el del viernes sería el concierto más importante de la vida española. Claro que lo fue: No sería humano si no dijera que la emoción es tremenda. Durante estos meses todos hemos perdido a familiares y amigos que no volverán, pero estarán siempre en nuestros corazones.

Ahora que Loquillo reabrió el Palacio de los Deportes de Madrid, al fin se puede decir que vuelve a estar abierto el recinto santo y seña de esa ciudad.

El público que empezó timorato, asustado y acojonado como un ciervo deslumbrado al lado de la niña de la curva, se vino irremediablemente arriba. Las vergüenzas se quedaron en casa: desde donde también ven este concierto en streaming en Argentina, Estados Unidos, México, Francia... según dijo el WiZink Center a Europa Press, sin precisar la cifra de espectadores.

Esa noche resucitó un muerto que de todos modos tiene un alma, porque en el WiZink Center cohabitan cantidad de fantasmas de los millones de canciones que allí se han cantado a lo largo de los años.

Muchas de ellas habrán abandonado el barco al dejar de ser cantadas durante cuatro largos meses, pero otras estaban simplemente esperando su momento.

El rompeolas fue una de ellas, Rocanrol actitud es otra. Al público le costaba un mundo y la banda tuvo que trabajar muy duro, pues el rock no puede ser una cosa fácil. El ritmo del garaje, El rey del glam y Yo quiero un camión pusieron un punto atemporal que funciona para transmitir la sensación de que todo es una ensoñación.

Quisiera agradecer su presencia aquí por participar de esta noche solidaria en favor del Banco de Alimentos de Madrid, dice Loquillo, ovacionado, quien agrega: Quisiera hablar alto y claro en favor de este oficio. De todos los artistas, músicos, técnicos, promotores, que merecen algo más que un nada. Por ellos, por todos.

Poco menos de hora y media con Feo fuerte y formal y Cadillac solitario como remate para una de las noches más extrañas que se vivirán en el WiZink Center.

A partir de ahora, que todo sea reabrir y reconstruir y, sin olvidar en absoluto el sonido irreparable del silencio, aprender a escuchar de nuevo.

 

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