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"Covid-19, la nueva roya del café en México"

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La imagen, en un campo de Coatepec, Veracruz. Foto Sergio Hernández Vega
05 de julio de 2020 09:37

El café mexicano es uno de los más reconocidos del mundo y su sabor es degustado en lugares tan lejanos como Japón. Sin embargo, las comunidades vinculadas con su producción viven en la pobreza, pues la falta de apoyo gubernamental, las plagas, los bajos precios y la incursión de conglomerados las han sumergido en una profunda crisis, misma que se ha intensificado con la pandemia de Covid-19.

Arturo García Jiménez, vicepresidente del Sistema de Producto Café en Guerrero (estado donde habitan 10 mil productores), describe la situación de los caficultores mexicanos: pese a ser una actividad esencial para el país, lleva años en crisis y enfrenta un panorama aún más triste por la situación actual. El Covid-19 es la nueva roya del café, subraya.

De acuerdo con la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural (Sagarpa), en 2012 la producción de café en México era de 1.3 millones de toneladas anuales y ahora ronda 600 mil. No es posible que estemos en niveles por debajo de los de hace casi una década, enfatiza el productor guerrerense.

La crisis del sector no es casualidad, apunta García Jiménez, pues gobiernos van y vienen sin implementar una verdadera política pública. Ni ahora el presidente Andrés Manuel López Obrador. En su campaña prometió apoyo a los pequeños productores, pero nos encontramos con la sorpresa de que ha respaldado a un gigante como Nestlé.

En su Proyecto Alternativo de Nación 2018-2024, López Obrador dedica dos páginas al Programa de Rescate del Sector Cafetalero, en el cual admite el desplome de la producción y la marginación en que viven las poblaciones dedicadas a ese cultivo, debido al abandono del gobierno.

Posteriormente describe un plan de 11 pasos para que rescatar el sector, con el cual se pretende incrementar la producción e impulsar el crecimiento de las comunidades.

Pero hasta el momento, afirma García Jiménez, todo lo que hay son unas cuantas pláticas sin rumbo y un subsidio de 5 mil pesos anuales por productor, lo cual, si bien es un apoyo, está lejos de ser una política pública que involucre financiamiento, asistencia técnica, logística de mercados e incentivos nacionales al consumo de la bebida.

“No hay una política pública adecuada. Requerimos la producción de planta y el financiamiento con créditos refaccionarios –préstamo para la construcción, reparación o conservación de un inmueble– a mediano plazo para que se renueven las plantaciones, de modo que la gente pueda vivir del café”, enfatiza.

Otro punto necesario, considera el guerrerense, es incorporar el café al sistema de precios de garantía, de modo que sea el gobierno el que acapare el producto, una cotización por arriba del mercado y lo entregue a Liconsa. De esa manera se beneficiaría a pequeños productores y a la población en general.

Actualmente el gobierno distribuye café mediante Liconsa; sin embargo, se lo compra a Nestlé, conglomerado que vende a un menor precio, debido a que su producto soluble no es café, sino una mezcla de colorantes y saborizantes con una porción de robusta, cuyo calidad y valor son inferiores al arábigo.

Nestlé encontró un filón en el mercado de café soluble. Antes no había robusta, pero con la incursión de esa empresa 43 por ciento de la producción ya es de ese tipo. Eso ha afectado los precios, golpeando a los pequeños productores. Sus utilidades anuales llegan a representar el valor de toda la producción del grano. No es posible que una compañía sea capaz de enriquecerse a costa de empobrecer familias, comenta.

Llueve sobre mojado

En la Sierra Sur de Oaxaca hay una comunidad que desde hace 200 años vive de la cosecha de café: San Mateo Piñas, mejor conocida como El Sulfato. Allí, sus poco más de 100 habitantes –que sólo hablan mixteco– viven únicamente de la producción y comercialización de café orgánico.

La población, de por sí marginada económicamente, ha enfrentado meses complicados por la pandemia, pues la nula visita de turistas los ha dejado sin ingresos, dado que han tenido que rematar el poco grano que tenían, asegura Saúl Martínez Ramírez, pequeño productor y poblador de El Sulfato. 

Nuestra situación es crítica. Si de por sí la gente de nuestra población vivía al día, con la pandemia ahora no hay ni para comer. Un día se come y otro no. Además, el terremoto de hace días empeoró todo. Derribó un par de viviendas y cerró los caminos a la ciudad. Urge apoyo del gobierno, expresa el productor. 

El café de la zona es único, dice Saúl, pues es orgánico (sin fertilizantes) y de altura (cosechado en la montañas, a más de mil metros sobre el nivel del mar), lo cual significa que no provoca acidez. En el proceso participa toda la comunidad. Además, suelen manejar el sistema de trueque, es decir, cambian el grano por productos que no tienen.

La situación que enfrenta esta pequeña comunidad de Oaxaca no es aislada, pues el rico aroma y sabor del café mexicano contrasta con la pobreza y marginación que viven los caficultores en Veracruz, Chiapas, Guerrero y demás estados productores.

 
 

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