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Emile Griffith: su nocaut mortal y la búsqueda de un perdón imposible

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Emile Griffith durante su combate con el francés Jean-Claude Bouttier el 19 de diciembre de 1972, en París. Foto Afp
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Afp
28 de junio de 2020 10:29

Bruselas. Durante medio siglo estuvo atormentado por aquel nocaut del que su rival nunca se levantó. Siempre en busca de un perdón imposible, desde 1962, cuando la vida del boxeador afrodescendiente Emile Griffith se tambaleó tras el episodio en el Madison Square Garden de Nueva York, donde golpeó y provocó la muerte del cubano Benny Kid Paret.

La historia es célebre en el mundo del boxeo. Paret se burló de la conocida, pero oculta, homosexualidad de Griffith; éste le cobró la afrenta, pero la mala fortuna derivó en tragedia. El episodio ahora lo cuenta una novela gráfica que se publica este mes: Knock Out! Su autor es el alemán Reinhard Kleist, quien se dio a conocer por la biografía ilustrada del mítico cantante de country Johnny Cash, en 2006.

El 24 de marzo de 1962, en el Madison Square Garden de Nueva York, Emile Griffith, nacido 24 años antes en las Islas Vírgenes, se enfrentaba por tercera vez a Benny Paret y con el propósito de recuperar el título de campeón del mundo del peso wélter en juego, que había conquistado una primera vez previo a volver a perderlo ante el mismo púgil cubano.

Frente a 14 millones de telespectadores, los dos boxeadores disputan uno de los combates más brutales de la historia de este deporte. Encadenando directos y ganchos en la cara del cubano, Griffith parece incontrolable. Paret termina por derrumbarse en la lona, inconsciente, en el doceavo asalto. En coma, falleció dos semanas más tarde, el 3 de abril, a los 25 años.

Fiel a la historia, el cómic de Kleist explica que antes de la pelea, en la ceremonia de peso ante la prensa, Paret provocó a Griffith lanzándole insultos homófobos, tocando un punto sensible, porque el estadunidense quería mantener en secreto su vida privada, temiendo que eso pusiera en peligro su trayectoria.

Nunca durante su carrera profesional (1958-77) quiso hablar de su orientación sexual, consideraba que podía llevar su vida sin hablar de ello, explica el autor Reinhard Kleist; "lo que me ha gustado de esta historia es que revela muchos estereotipos del boxeo”, añade.

A Griffith le gustaba la fama que estaba asociada a sus éxitos, pero como se relata en Knock Out!, se hizo boxeador casi contra su voluntad a mediados de la década de 1950, cuando disfrutaba de un trabajo al servicio de un diseñador de sombreros para mujeres de Manhattan.

Impresionado por su físico, su patrón, al que consideraba como un segundo padre, lo convenció para ir a ver a un entrenador de boxeo. Aunque el estadunidense no estaba muy seguro de querer ser un púgil: Me gustaría practicar beisbol o ping pong, ¿también entrena para eso?, preguntó Griffith.

El preparador, Gil Clancy, sería finalmente quien lo acompañó a la cima. Griffith fue campeón del mundo en tres categorías (peso wélter, supermediano y mediano).

Tras el dramático combate de 1962, el mundo del boxeo se enfrentó a muchos dilemas sobre los peligros de esta práctica: ¿Qué nivel de violencia es aceptable? ¿Cuándo debe el árbitro detener una pelea? Es escalofriante que durante la interminable dosis de golpes que propina Griffith, se escucha a algunos espectadores que le gritan ¡Asesino!.

Para explicar su historia, Reinhard Kleist ha imaginado un diálogo entre Griffith y el fantasma de Paret, durante un viaje en taxi hacia el hospital. El primero debe recibir cuidados tras ser víctima de una violenta agresión homófoba (que no es imaginaria y ocurrió, según el autor, en la década de los 90).

De esta manera, explica Kleist, quería mostrar que el recuerdo del boxeador muerto no dejó de perseguir a Griffith toda su vida.

En entrevistas explicó que Be-nny Paret se le había aparecido en varias ocasiones, como un fantasma, que veía en el espejo o furtivamente en la calle, como si le tuviese embrujado.

Víctima de demencia al final de su vida, Emile Griffith murió en 2013, a los 75 años, cinco después de haber hecho pública su homosexualidad con motivo de un encuentro en Christopher Street, calle neoyorquina que fue el epicentro de la lucha por los derechos de los gays y lesbianas a finales de los años 1960.

Cuando salió del clóset sus amigos le dieron la espalda. Aún resuena la tragedia resumida en una frase que pronunció en aquel entonces: Cuando maté a un hombre me acompañaron; cuando dije que amo a un hombre, me dejaron solo.

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