Skanör, Suecia.- El Maypole -asta de flores- del pueblo porteño se quedó sin guirnaldas de hojas con flores blancas, rojas y azules que año tras año desde 1954 ha sido centro de bailes y convivio social de la población sueca para celebrar el día más largo del año y el solsticio de verano con la famosa fiesta del Midsommar. La culpable es la pandemia del COVID-19.
Como de costumbre, la Autoridad de Salud Publica en Suecia recomendó a la población no congregarse alrededor de tales mástiles ya famosos entre los vikingos en su era, y a mantener la brecha generacional si la fiesta era familiar y al aire libre.
Ninguna comunidad desacató la recomendación. El más reciente ejemplo de rebeldía a principios de mes provocó un nuevo brote de contagios entre los estudiantes que a pesar de las recomendaciones celebraron a lo grande sus graduaciones de bachillerato. Muy al principio de la pandemia, el país pagó con unas tres mil muertes el descuido de la administración de los hogares de ancianos, drama del que aún no se recupera.
El Midsommar es la fiesta más grande en todo Suecia. El país de las velas y de larga oscuridad se vuelca a recibir el sol con entusiasmo inusitado. El Maypole es de origen pagano con simbolismo fálico de fertilidad. Día en que las suecas buscan siete flores silvestres para poner por la noche bajo su almohada y soñar con quien se casarán. Este año del COVID-19 no ha sido así, el sol no se dejó ver y la neblina cubrió el horizonte; no se ha sentido el día más largo del año.
Cancelar la fiesta del Midsommar en todo el país fue un hecho anormal en esta temporada de la nueva normalidad de la que tanto habla el resto del mundo, que no tiene eco en los oídos de los suecos porque su vida ha sido normal hasta la anormalidad de hoy al no tener un Maypole.
Acostumbrados desde principio de año al devastador efecto del coronavirus sin que se les haya impuesto restricciones ni represión de movimiento, han continuado su vida si bien con ciertas precauciones para los mayores como el no estar en contacto con la infancia o viajar más de dos horas lejos de su domicilio -recientemente se levantó esta recomendación para quienes no padecen enfermedades crónicas.
La fiesta del Midsommar coincide con el término del ciclo escolar. Se abren las escuelas a mediados de agosto. Ya son las vacaciones de verano, temporada favorita para viajar al extranjero; las encuestas de turismo indican que la mitad de la población vacaciona o sea unos cinco millones de personas, y de éstas, la mitad viaja sobre todo en Europa.
Este verano, son otros países quienes han puesto a los suecos en distanciamiento completo. La apertura de fronteras en Dinamarca, Noruega, Finlandia, Inglaterra, Alemania, Austria. Suiza, Francia, Italia y España por citar algunos países europeos, han abierto sus puertas al turismo menos al sueco. Son un poco los apestados de la pandemia. Se les presume portadores del virus SARS-CoV-2 por el hecho de que no impusieron reglas sanitarias; las escuelas, centros sociales, comercios y lugares de distracción y esparcimiento como museos, permanecieron abiertos así como el trabajo desde casa fue optativo no obligatorio; la economía no sufrió una caída estrepitosa ni el empleo sufrió consecuencias graves. Lo cierto es que las cifras de contagio van en aumento sostenido, llegan a 56 mil y las fatalidades a 5 mil aunque va en disminución constante.
Para el Midsommar vienen suecos y suecas que residen en el extranjero. Es la fecha de reunión familiar y social aún más importante que Navidad y fin de año. Porque ya hay aerolíneas funcionando, quienes tuvieron las ganas de costearse boletos aéreos estratosféricos, vinieron, aterrizando en Estocolmo o entrando al sur del país por Dinamarca, pero no fueron a bailar la danza de la rana, a comer arenques con papas nuevas hervidas, de postre fresas muchas fresas, ni bebieron snapps alrededor de un Maypole. Sí se reunieron en playas, parques, bosques, espacios al aire libre como jardines públicos y privados.
El asta de flores del puerto Skanör es famoso al encontrarse en este sitio turístico por excelencia, donde los barcos y los yates compiten en lujo; en el centro del pueblo medioeval, en tiempos pre Covid-19 el Maypole era adornado y puesto de pie por residentes y visitantes y permanecía enhiesto hasta el año siguiente. Este 2020 se quedó vestido con restos de su vestuario pasado. Nadie vino a cantar y bailar y beber hasta el cansancio.