Moscú. Tras dos años de infructuosos intentos en Rusia de bloquear por completo Telegram –uno de los servicios de mensajería instantánea más populares en el mundo–, la dependencia federal de supervisión de las telecomunicaciones, tecnologías de la información y medios de comunicación, más conocido aquí por su acrónimo de Roskomnadzor, tiró la toalla y anunció este jueves que –de común acuerdo con la fiscalía general– solicitará derogar la resolución judicial que le permite restringir el acceso de los usuarios.
En realidad nunca sucedió y, una y otra vez, el equipo de programadores de Telegram –encabezado por su fundador, Pavel Durov, desde su exilio en Dubai, pequeño emirato entre el desierto y el mar en la península Arábiga–, supieron eludir el bloqueo, mientras crecía exponencialmente el número de usuarios, llegando a extremos tan risibles como absurdos como ver en fotografías y videos a altos funcionarios del gobierno ruso captados en pleno uso de la “proscrita” aplicación.
Para sorpresa general, Roskomnadzor emitió un comunicado que dice que, con el visto bueno de la fiscalía general, retira la exigencia de bloquear el acceso a Telegram y expresa su intención de colaborar con todos los proveedores de Internet en territorio ruso para “cortar operativamente toda la información terrorista y extremista, así como la pornografía infantil, la incitación al suicidio y la difusión de los narcóticos”.
Roskomnadzor da a entender que en su decisión influyó la reciente declaración de Durov de estar dispuesto a contribuir a combatir “el terrorismo y el extremismo”, con métodos perfeccionados para detectar y eliminar ese tipo de contenidos sin afectar la privacidad de los usuarios.
El conflicto empezó en julio de 2017 cuando el FSB, siglas en ruso del servicio federal de seguridad, exigió a Durov que le entregara las llaves del sistema de cifrado de las conversaciones, alegando que ello ayudaría a combatir “el terrorismo y el extremismo”.
Durov se negó rotundamente por dos razones: una que la exigencia del FSB equivalía no sólo a una intromisión en la privacidad de las personas, sino era una forma encubierta de censura y, la otra, que simplemente no se podía satisfacer por una cuestión técnica: el avanzado sistema de cifrado de Telegram no utiliza llaves o códigos, es mucho más complejo.
Después de un juicio que dio la razón al FSB y cuyo dictamen declinó cumplir Telegram, en abril de 2018 el Roskomnadzor se dio a la tarea de bloquear –sin éxito– el servicio de mensajería instantánea hasta que la propagación del Covid-19 sirvió de pretexto para que dos diputados de la Duma pidieran levantar la orden de bloquear Telegram por “ser una servicio que cumple una loable función social al ser un medio que utiliza cada vez más la población para informarse durante la emergencia sanitaria”.