Desde hace unos años se ha presentado esta rivalidad, en la que ha dominado el aspecto comercial, pero pronto se percibe que esa rivalidad puede transformarse rápidamente en rivalidad militar, naturalmente con la muy alta posibilidad de que se llegue inclusive a una guerra nuclear entre las dos potencias. Desde este lado del mundo, ya ocupado esencialmente por la potencia norteamericana, tanto más desde México, con apenas una débil frontera que no permitiría básicamente otra opción, nuestro destino parece inscrito desde el inicio, aún antes de que pueda comenzar una conflagración de tal naturaleza.
Para el resto de los países latinoamericanos, al sur de México, me parece que la misma “fatalidad” está ya inscrita desde ahora: parecería que no hay otra opción realista que, en una confrontación militar, estén ya de antemano alineados del lado de Estados Unidos.
Pero se me dirá, no sin razón, que inicio este artículo con una predicción catastrófica que no pareciera tener salida. Es verdad, pero debo corregir diciendo que hablo no de futuros forzosos sino de probabilidades, pero en efecto de muy altas probabilidades.
Desde luego, del lado de Estados Unidos, nos encontramos con un dirigente como Donald Trump cuyas acciones parecen alinearse ya en una visión bélica, sin que se encuentren suficientes fuerzas políticas que sirvan de verdaderos equilibrios, de reales cheks and balances, que sería la expresión exacta que se ha asumido por el lenguaje del análisis político de los sistemas liberales y democráticos de nuestro tiempo. Es decir, no se perciben por lo pronto los frenos institucionales ni políticos que pudieran detener las ambiciones y la perspectiva de la política mundial de un fascista desatado como Donald Trump. ¿Pudiera no ganar las elecciones de noviembre de 2020? Ya veremos, pero esto sí sería un obstáculo mayor. aunque remoto, que descarrilaría las ambiciones desmesuradas (enloquecidas) del actual presidente estadounidense.
La rivalidad, que no depende de un solo individuo, tiende siempre a incrementarse y no a calmarse. En términos generales, en el caso comentado, habría un período en que continuaría la batalla comercial entre las dos potencias para derivar después, eventualmente, en una suerte de guerra fría en la que estarían ya presentes elementos militares que no implican la confrontación directa de los ejércitos de las potencias sino, en todo caso, a través de sus aliados y subordinados. La historia de la Guerra Fría entre Estados Unidos y la Unión Soviética nos muestra con claridad estas variantes: desde una carrera armamentista que eventualmente liquida a alguno de los contendientes (en el caso de la historia reciente la guerra fría termina con la caída del muro de Berlín, y con el final del PCUS, para una clara victoria del lado occidental y de Estados Unidos), hasta una carrera armamentista que se satisface con guerras menores o parciales en distintos lugares del mundo.
Hay quienes piensan que la etapa de tensiones e inclusive de pugnas entre Estados Unidos y China, a partir de ahora, sobre todo se presentará en el plano de la competencia tecnológica, qe es ya un distintivo de nivel de desarrollo de las potencias. Recordamos que la primera etapa de las tensiones entre los dos países, sobre todo de índole comercial, lograron ya a principios del año un acuerdo comercial como la primera fase de uno mayor a negociarse en en el futuro.
“El acuerdo logrado es bueno para China, para Estados Unidos y para el mundo entero”, sostuvo entonces el presidente chino, Xi Jinping, en una carta a su homólogo estadounidense, Donald Trump, luego de diferencias entre ambas potencias que afectaban a la economía global desde 2018. Sin embargo, aun está latente el enfrentamiento por el control de la tecnología móvil de quinta generación (G5) y la expansión de nuevos aparatos con más potencia y más rapidez. Por ejemplo, el despliegue de la quinta generación de tecnología inalámbrica de telecomunicación, el llamado 5G, es aún la manzana de la discordia entre chinos y estadounidenses por su previsible impacto en el sector económico mundial, sin descartar cuestiones militares y de seguridad nacional.
Un buen número de expertos estadounidenses alegan que el mundo está comprometido en una nueva carrera armamentista, que tiene que ver sobre todo con la tecnología, en lugar de armas convencionales, pero que representa un presunto gran peligro para la seguridad nacional de Estados Unidos. Otro tanto ocurre de la parte china, en que los círculos científicos y militares insisten en lograr el adelanto sobre Estados Unidos en este aspecto fundamental de la tecnología contemporánea. Ambas potencias, que saben bien que las armas más poderosas de nuestro tiempo, además de las nucleares, estarían controladas desde el ciberespacio, quieren dominar el 5G y reservarse al mismo tiempo las ventajas económicas, de inteligencia y de carácter militar durante gran parte del siglo XXI.
Por ejemplo, el Pentágono ha declarado que esperan años de intensa rivalidad con las “potencias competidoras (China y Rusia)”, y que tal cosa exige que Estados Unidos movilice su capacidad militar en gran escala, lo cual implica la “integración” de múltiples aspectos de su poderío nacional. Esperamos que llegada la circunstancia prevalezca el criterio diplomático que lleve a soluciones negociadas, para hacer inválido el tremendo pronóstico de Einstein en el sentido de que la Cuarta Guerra Mundial se llevaría a cabo solamente “con piedras y palos”·