También Silvio Rodríguez usa cubrebocas estos días. Es lo único distinto que resalta en él cuando llega a los estudios Ojalá, en La Habana. Tiene el cabello tan corto como siempre, ahora que la pandemia mantiene a tantos alejados de las tijeras de barbero. Su costumbre de cortárselo él mismo con máquina lo ha librado de una posible melena involuntaria mientras.
Entra al estudio. Saluda chocando nudillos. Se le ve de cerca la calavera y la flor tatuadas en la mano derecha. Como dicen, con el puño cerrado, no se puede dar la mano
, pero el saludo tiene algo fraternal.
Como manda el protocolo sanitario, dos metros separan a la periodista del creador durante una charla para hablar de su reciente disco, que estará disponible mañana.
Es la primera vez que lanzará un disco sólo en plataformas digitales, aunque quiere que la gente aquí, en Cuba, lo tenga, que lo copie, que lo grabe. Quiero regalarlo a los cubanos
.
Sencillo y profundo
Contiene 12 canciones y una pieza instrumental de un autor sencillo y profundo, cuya música e ideas forman parte de la banda sonora de melómanos de diversas generaciones y latitudes.
Silvio Rodríguez conversa cómodamente. Se quita los zapatos y deja ver sus calcetines rojos con rayas.
Después de Amoríos (2015), que ofreció en estilo jazz band, el cantautor ha vuelto a ser un trovador con guitarra. Escribió y compuso los temas; los toca y canta sólo él.
A veces uno no sabe bien de dónde salen las canciones. Creo que ésta es de una foto. Siempre que la canto, esa fotografía es lo que veo
, cuenta sobre La adivinanza, primer sencillo de cuatro en ver la luz, que se presentarán como adelanto de su nuevo álbum, Para la espera.
Silvio Rodríguez fue a un monte a filmar un video (dirigido por Eduardo Tito Delgado) con un grupo de niños. “Quedó esa imagen donde Tito, una persona maravillosa, les tiene las manos puestas así –dice cruzando las suyas–. Quedó esa cara de los niños...”.
En el trabajo también interpreta el bajo, la percusión y hace segundas voces; incluso hace un silbido que suena en Aunque no quiero, veo que me alejo, canción medio esotérica: es un tipo que se muere y le deja un mensaje a la amada en el espejo
, dice.
Conteo atrás es la historia de alguien que debía coger un tren y se le fue. Llegó tarde, pero no se quiere excusar
, explica. “Él dice ‘ya aprendí, no me pasa más’. Pretende ser una especie de ‘no me justifico’. ‘No quiero exceso de bondad’”.
Veintiocho años después de yo me muero como viví
, el necio parece insistir, como recordando que se asume a sí mismo, no pide que le cedan un lugar ni le perdonen nada. Especialmente ahora que “nos rodea ‘la cosa’”, que se aborda en otra canción.
– ¿Qué es la cosa
?
– Es algo que está ahí, que yo no quisiera que llegara. Ojalá nunca llegue, pero por momentos parece que viniera. La cosa
que rescribe el pasado.
Sólo tres canciones son inéditas. Viene la cosa es una de ellas, cantada varias veces en los conciertos en los barrios, que ya suman 109 a lo largo de más de 10 años.
Jugábamos a Dios es otra. “La hice para Afinidades –destaca–, película de Jorge Perugorría y Vladimir Cruz sobre la corrupción (los mismos actores de Fresa y chocolate, postulada al Óscar ). Entonces yo quise compensar ese tema con algo de la inocencia original”.
Si Lucifer volviera al paraíso habla sobre el destino que no fue. Siempre me fascinó esa historia de que Lucifer había sido un ángel
.
Dice que le gustó descubrir que el símbolo del mal, Lucifer (portador de la luz), fue primero uno de los arcángeles de Dios; esto y el hecho de que después adoptara el nombre de Satán (oponente o adversario), me hizo pensar en este tema crucial de la cultura cristiana, que en diversos sentidos heredamos
.
Noche sin fin y mar, escrita en 2017, está dedicada a su amigo Luis Eduardo Aute, cantautor español fallecido en abril. “Yo estaba tocando su guitarra –relata– porque Miguel, su hijo, la llevaba al hospital para tocarle mientras estuvo en coma. Cuando llegué se la canté y en ese momento despertó”.
Hay canciones que sueño
Modo frigio la soñó. Hay canciones que sueño. Y cuando la estaba escribiendo me pareció que podía haber sido una canción de Alberto Cortez. Estuve esperando a verlo para mostrársela, pero no me dio tiempo, de pronto se había ido
.
–¿Con quién más te ha ocurrido?
–Con Augusto Blanca, porque es guajiro, como yo. Esa referencia cultural del campo es muy fuerte. También con Chico (Buarque) me pasó.
–¿Extrañas el campo?
–Sí, por suerte vivo rodeado de verde, pero yo soy de ahí, de donde hay un río
.
“En general –resume– el disco está hecho de piezas que, aunque haya sentimientos afines, son muy distintas entre sí. Son temas introspectivos, suavecitos, aunque nunca me gustaron las canciones bonitas.”
–¿Cuáles son las canciones bonitas?
–Esas que son así, melódicas... No las persigo ni las odio, pero desconfío un poco de lo bonito.
“En el disco también hay canciones un poco raras, como Los aliviadores, dedicada a mi hija, Malva, y a mi nieto, Diego”.
Danzón para la espera, de donde viene el título del disco, “es una de ésas que uno empieza a hacer, pero se demora en ella, y luego por lo que la empezó ya pierde sentido... Empecé a hacerla cuando los Cinco todavía estaban presos. Quería hacer una canción sobre eso, pero a veces a los temas tan obviamente políticos es difícil acercarse de una manera que no sea vulgar.
–¿Estás componiendo en estos días de cuarentena?
–No he tocado la guitarra. La paso escribiendo, pintando, atendiendo mi blog y disfrutando de mi familia.
“Después de vivir es de esas canciones misteriosas... hasta para mí, porque habla de después de vivir. Se me ocurrió un día y la grabé: eso de que hubiera un tiempo entre salir de la vida y entrar en la muerte.”
Silvio Rodríguez aparece nuevamente como un trovador en su elemento sin filtros ni más compañía que la guitarra.
Es más cómodo tocar con músicos, porque puedes concentrarte más en la interpretación vocal. Autoacompañarse, aunque obtiene un resultado más personal, multiplica la responsabilidad.
–¿Ha cambiado en algo tu manera de componer en comparación con otros años?
–No, compongo igual que cuando cogí la guitarra la primera vez.
–Leí una vez que decías que primero llegaba la música.
–Si no siempre, el 99.99 por ciento de las veces es así.
–¿Incluso cuando tienes un pie forzado para la letra?¿Buscas primero la música?
–Yo no la busco, ella aparece y la encuentro. Después le pongo letra, y la composición no sé si para otras personas es fácil, pero para mí requiere de un gran esfuerzo.
Un mundo con muchas frustraciones
–¿Le tienes ahora más fe a Internet?
–Internet es una herramienta que lo ha cambiado todo, y también ha surgido en un mundo con muchas frustraciones.
–Dicen que el público es lo más grande que tiene un artista.
–Bueno, el público es el que hace al artista, pero a la vez también hay grandes artistas sin mucho público, y personas que no son ni artistas y sí lo tienen. En los conciertos en los barrios eso es distinto, porque no es propiamente un público
, sino personas que están en sus casas, y somos nosotros los que vamos. Yo quiero ir allí a compartir, nadie pagó para vernos. Los barrios rompen esa dinámica del espectáculo.
–¿Qué música estás escuchando?
–Emerson, Lake & Palmer, un trío británico de los años 70. Oigo música antigua, de cámara, sinfónica... para distintos instrumentos, canciones antiguas. Rara vez escucho trovadores.
–Y, ¿cómo funciona ese cansancio de escuchar lo mismo tantas veces cuando se trata de tus canciones, o las que cantas en concierto?
–No hay canciones preferidas. Nunca canté temas con los que no estuviera de acuerdo.
–¿Con el paso de los años has ido acercándote a la verdad
?
–Siempre buscamos verdades. No soy un obseso de la verdad, me basta que haya algunas verdades básicas. La solidaridad es una verdad. La compasión, que nos hace verdaderamente humanos.
El disco mismo ha sido algo casual, agrega. “No me propuse hacerlo, son canciones que nacieron tomando nota en el estudio, como ensayos que hago, y éstos eran los temas que tenía grabados y más terminados como concepto.
“Tengo otro por ahí que se llama Pendientes, y uno más que grabé con Diákara hace 30 años y todavía no ha salido.
Silvio Rodríguez dedicó Para la espera –“frase que extraje de la canción Danzón para la espera”– a siete amigos que murieron entre marzo y abril de 2020: Tupac Pinilla, Juan Padrón, Luis Eduardo Aute, César López, Luis Sepúlveda, Marcos Mundstock y Óscar Chávez: excelentes creadores que el mundo ha perdido
.
La entevista completa se puede leer en La Jornada en línea: https://www.jornada.com.mx/ultimas/espectaculos/2020/06/10/silvio-rodriguez-lanza-en-plataformas-su-nuevo-disco-2018para-la-espera2019-4433.html