Moscú. “Rusia se reserva el derecho de ser el primero en usar su arsenal nuclear ante una agresión, incluso de llevarse a cabo con armas convencionales, si ésta representa un riesgo para la existencia misma del Estado”, advierte el Kremlin en la versión actualizada de su política en materia de contención nuclear, publicada este martes.
A la vez, asegura –en el mismo decreto– que considera el armamento nuclear exclusivamente como un recurso de disuasión, cuya utilización se concibe sólo en calidad de una medida extrema y obligada, y, por consiguiente, realiza todos los esfuerzos necesarios para reducir la amenaza nuclear y no permitir que la tensión en las relaciones entre los Estados desemboque en conflictos militares, incluidos los nucleares.
Rusia sostiene que su arsenal de contención nuclear sirve para neutralizar las amenazas que, dependiendo de cómo evolucionen las situaciones política, militar y estratégica, podrían derivar en una agresión en su contra.
Enumera lo que califica de sus seis riesgos principales:
1) Que el enemigo potencial (no se nombra pero se sobrentiende, Estados Unidos o, lo que es lo mismo, la Organización del Tratado del Atlántico Norte, aumenten el número de sus tropas, en primer término las unidades capaces de portar armamento nuclear, en los territorios colindantes con Rusia;
2) Que los países que catalogan a Rusia de enemigo potencial emplacen misiles balísticos o armamento supersónico;
3) Que se creen y desplieguen en el espacio artefactos de defensa antimisiles o sistemas de ataque;
4) Que cualquiera país posea armamento nuclear o medios de exterminio masivo que puedan ser usados contra Rusia y sus aliados;
5) Que prolifere sin control el armamento nuclear y los medios para su fabricación; y
6) Que se instalen armas nucleares en Estados desnuclearizados.
No es casual que el documento firmado por el presidente Vladimir Putin se haya difundido ahora, cuando las noticias que llegan de Washington infunden poco optimismo respecto de la posibilidad de continuar el control de armamentos y menos aún de iniciar una nueva etapa de desarme, mientras ocupe la Casa Blanca el actual presidente estadunidense, Donald Trump.
Las exigencias previas que plantea Estados Unidos para sentarse a negociar, hacen poco probable –según altos funcionarios de la Cancillería rusa– que pueda llegarse a un acuerdo para renovar la vigencia del Tratado START (por sus siglas en inglés), que vence el 5 de febrero siguiente.