Ciudad de México. Ambas, sin duda, son de tipo diferente, pero tanto el cambio climático como la pandemia modifican abruptamente al sistema en su totalidad. Ambas tienen un efecto profundamente negativo, pero sumadas lo hacen aún más grave (La OMS prefiere decir que el trastocamiento del habitat y el aumento de la temperatura crean condiciones ideales para que incuben ciertas infecciones, y para que haya un intercambio de patógenos entre humanos y animales (por lo demás, llega a 7 millones de personas que fallecen anualmente por el aire contaminado).
Claro que el hombre es también un ser natural con la diferencia que la libertad le otorga el privilegio de decidir, a diferencia del resto de los seres naturales su conducta que no está determinada fatalmente por los instintos y las ncesidades naturales, sino por una libertad que le permite decidir inclusive en contra de esos instintos y necesidades.
Intercambio permanente entre el hombre y la naturaleza, dos aspectos del mismo objeto-sujeto. Las primeras observaciones para aludir, espero con claridad, al necesario esfuerzo de objetividad que requiere distiguir entre la causalidad de las leyes naturales y la libertad del hombre, que vive dentro de las determinaciones que impone la naturaleza pero que conserva también su capacidad de decidir entre las opciones que le ofrece la vida, condicionada por la naturaleza pero no sometida por entero a ella.
Dijimos en alguno de nuestros artículos anteriores que, en sociedad, tal vez la más importante de las libertades es precisamente aquella orientada a hacer posible la democracia. Y que esta opción se ha convertida en fundamental precisamente por la circunstancia de que las autoridades, políticas y sanitarias, la han definido como base irrenunciable de nuestra convivencia en paz y en desarrollo. Desde la pandemia observamos que solamente una vida en democracia nos ayuda a vencer los obstáculos, y que esta democracia resulta absolutamente fundamental para que “admitamos” las restricciones, como en esta pandemia, que eventualmente nos impone el poder público y que sólo en democracia podemos saber de cierto que tales restricciones o limitaciones son en beneficio nuestro, y en beneficio de la colectividad a la que pertenecemos.
Por estas razones esenciales dijimos también que tal vez una de las tareas importantes que nos esperan en la post-pandemia es precisamente la de acatar las restricciones que llegaran a imponerse, sabiendo bien que ellas son el resultado de una auténtica voluntad general que llegara a prevalecer, dentro de un auténtIco sistema democrático.
Por supuesto, la posibilidad y la realización efectiva de la democracia es también posible y necesario en todos los niveles de gobierno, en lo cual deberían entrar, por fuerza, las alcaldías, los distritos estatales y los Estados mismos. En otros términos, la vigencia de la democracia exige sin falta cumplir las premisas señaladas anteriormente, sobre todo la vigencia real de una voluntad matoritaria expresando el real sentir de las mayorías (sin excluir, en ningún caso, el intercambio intenso entre los dirigentes y los seguidores. Esto es, la democracia genuina siempre es un proceso de depuración o refinación de las ideas y voluntades). De estas “visiones”, naturalmente, no puede quedar excluida la posibilidad de que la democracia “avance” y “madure”, es decir, que se haga realmente participativa, abriendo el horizonte a formas de desacuerdo o discrepancia que no sólo tengan un alcance retórico sino que, con los requisitos que se señalen, puedan tener un alcance concreto, modificar o regresar a la discusión e inclusive a nuevas votaciones un hecho político o jurídico.
Seguramente debieran entrar aquí inclusive hechos electorales de primera magnitud, como ahora entra en México, a solicitud del propio AMLO, la posibilidad de una reconsideración del puesto de Presidente de la República (revocación de mandato) a que lo llevó el aplastante voto mayoritario de 2018. Caso inédito en nuestra historia político, caso excepcional pero no imposible que se despejará en 2021, Hasta hoy, sin embargo, remoto que ocurra por la mayoría ciudadana que aún conserva Andrés Manuel López Obrado, y que será muy difícil que cambie, a pesar de las campañas políticas organizadas y orquestadas en su contra por los integrantes de la oligarquía mexicana. Sí, caso excepcional pero que muestra, una vez más, que desde la izquierda se contempla la historia como un hecho radicalmente dinámico, siendo para la derecha algo fijo e inmutable (la idea de que el mercado, la competencia y el empresariado privado son entidades inamovibles y permanentes de cualquier sociedad moderna. Algo así como las leyes inmutables de la naturaleza, que serían fijas e invariables).
El retiro de la pandemia creo que ha convencido a muchos del carácter esencialmente mutante de la historia, que depende del hacer humano y de la dirección que el hombre le imprima. Buena parte de los hombres en retiro se sienten acorralados, pero por el otro han vuelto (muchos) a recobrar la dignidad, el título de principales maestros de la historia, dueños de la misma y no sólo dóciles subordinados a la riqueza y a sus due
Opino que estas son, al menos, algunas de las visiones que ha abierto la pandemia, y que aluden a una mayor responsabilidad, consciencia y dignidad de todos los humanos. Ojalá esto no sea negado en la práctica por el enemigo, por las tentaciones autoritarias que también han florecido en este tiempo (no entre muchos).
