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“Es difícil atraer público” / Elena Poniatowska

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Susana Alexander participó en el montaje clásico "Debiera haber obispas", del dramaturgo Rafael Solana en 2018. Foto cortesía de la producción
24 de mayo de 2020 09:37
 
-¿Cuál es la situación de los actores en este momento? –pregunto a Susana Alexander, gran actriz de teatro, cine y televisión, maestra de generaciones de excelentes intérpretes y premio a la mejor actriz desde 1985.

–Tardé en darme cuenta de que nosotros los actores no íbamos a poder trabajar en mucho tiempo porque no somos necesarios. Quienes trabajan en su casa como pintores y escritores necesitan la soledad. Nosotros no, para ser, para existir necesitamos al público. Los que estamos en el escenario dependemos de quienes nos reciben. Artistas, performers, bailarines, cantantes o músicos damos, pero necesitamos al público… Si no lo tenemos, no existimos. No tiene ningún sentido ser un virtuoso y tocar tu violín si no hay quien lo reciba en su alma.

–El contacto es lo que importa…

–Todos los que hacemos arte en vivo creemos que transformamos al ser humano a través de distintas expresiones, pero si se rompe el diálogo, nuestra presencia en el escenario no tiene sentido. Ahora, con los teatros cerrados, muchos artistas sentimos la muerte.

–Quedan los medios electrónicos…

–Yo soy la negación de la modernidad, no tengo ni computadora; me tuve que meter a las redes sociales y ahora grabo poesía con mi telefonito, encerrada en mi casa... algún cuento, una fábula, un recuerdo, para acercarme a la gente, porque la necesito. La necesito. La gente no me necesita a mí. Yo no podría decir: Mi público. ¿Cuál? Yo no tengo mi público, si lo tuviera, entonces, rápido, a todos les avisaría: Búsquenme en las redes sociales, Susana Alexander. Mi sección se llama La cana al aire y digo poesía. Ojalá que la gente quiera escuchar cuentos hermosos. Todo lo quiero compartir, todo lo que embellece mi vida y la de otros.

“En esa situación estamos todos los artistas. El gobierno nos hizo el favor de ofrecernos ahora que pase la pandemia, reiniciar actividades, pero sólo con 25 por ciento del cupo del foro de nuestros teatros.

Yo, por ejemplo, que trabajo en teatros chicos, de 250 o 300 butacas, no logro sacar mis gastos, ni siquiera los anuncios.

–¿La renta del teatro?

–Morris Gilbert, que tiene esos maravillosos musicales, y Tina Galindo protestaron: Con eso no logramos pagar nada. Tienen 60 actores y músicos. Los grandes musicales no pueden funcionar con 25 por ciento. Las autoridades no saben lo difícil que es atraer al público a algo que no les es necesario.

–¿El teatro no es necesario?

–No somos necesarios, ni modo, no pasa nada. Ya lo sabemos. La belleza y lo que aportamos sí es necesaria. Desde luego, un plato de frijoles es más necesario, en eso estoy completamente de acuerdo, pero no sólo de pan vive el hombre. ¿Cómo hacer para que la gente nos vea? ¿Cómo hacer para que yo pueda estar cerca de la gente? Tengo compañeros que han inventado cosas extraordinarias, increíbles. Se mete uno a las redes sociales y el ingenio salta como conejo. Felicito a todos los artistas. ¿Cuál no será nuestra necesidad de comunicación que hemos hecho milagros, desde un ballet con bailarines que salieron vete tú a saber de dónde, hasta el video de ejercicios sobre la hamaca de una yucateca para que no se le cuelguen los brazos como se me cuelgan a mí?

–El talento de cada artista…

–Es la creatividad que han sacado a la luz en todas las disciplinas dentro de nuestra desesperación para acercarnos al público.

–Recuerdo que en una función, en Ocosingo, Chiapas, regañaste a un espectador mal sentado. También dabas clase de civismo. Eras muy civilizatoria en tu comunicación con el público…

–Creo que debí haber sido maestra, porque educo a la gente en todos los sentidos. Si a mí me dijeras que tengo que entrar a una mezquita y me enseñas los rituales, yo los cumplo con todo respeto. Uno aprende el respeto a los demás a través de la vida; no nacimos sabiendo, alguien te lo tiene que explicar. Regañé a ese muchacho acostado porque nosotras nos habíamos levantado a las seis de la mañana, viajado quién sabe cuántas horas en un camino de brecha para llegar a Ocosingo y hablar de sor Juana Inés de la Cruz y Rosario Castellanos. Merecíamos cierto respeto. Recuerdo que nos ofrecieron un palenque y me negué: No, ahí no hacemos nada. Entonces nos dieron un saloncito con sillas”. Cada disciplina tiene sus protocolos.

“Para mí, dar conferencias y actuarlas en los años 60, 70 y hasta los 80, fue una época extraordinaria que recordaré toda la vida; es lo mejor que me ha pasado. Tuve la fortuna de trabajar con un gran responsable de la cultura, don Manuel de la Cera, quien tenía una visión de nuestro país generosa y creativa; abarcaba a todos los pueblos, todos los villoríos, todos los mexicanos. Desafortunadamente, no se ha repetido. Recuerdo que en ese mismo Ocosingo se acercó un estudiante a preguntarnos por qué no había hablado de Primero sueño. Sabía más que nosotras. De veras fue toda una experiencia.

–Y tu encierro, ¿qué significa?

–Bueno, ahora ya compré hasta un tripié para hacer sola mi espectáculo. Me maquillo y leo poesía y cuentos. Como no traigo el chip de la tecnología, a duras penas pongo a andar mi video y me lanzo a buscar entre toda la gente que tal vez está buscando algo, un alma que quiera conectarse conmigo.

–¿Sientes que hay interés del gobierno de buscar a jóvenes y a viejos y decirles: Aquí estamos, queremos ayudarlos?

–Ninguno. El presupuesto para la cultura bajó. No ofrecemos ningún interés. No hay. Gracias a Dios, nosotros pudimos vivir una cultura participativa, ir a los pueblos; hay que congratularnos de que nos haya pasado.

–Susana, como maestra y como actriz, ¿qué sugerirías tú que hiciéramos después de esta pandemia?

–Por supuesto que me gustaría que alguien en las secretarías de Cultura y de Educación dijera: Vuelvan a nuestras escuelas. Que el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación dijera: Vengan a las aulas, es indispensable que nuestros maestros tengan una educación integral, no sólo la de las materias que imparten, sino la del arte. Recuerda a Pilar Rioja bailándoles flamenco; a Betsy Pecanins cantándoles blues y explicándoles qué es; a Margie Bermejo cantando jazz y revelándoselos; a Felipe Ehrenberg con sus talleres de grabado y dibujo. Artistas de distintas disciplinas fuimos a enriquecer a las escuelas. Parece que el Tren Maya es más importante que todo lo demás. ¿Qué hace uno? Nada. Te compras tu tripiecito y tu camarita, sonríes y te animas: “Quién quita y a lo mejor tres, cuatro, diez personas me vean y piensen: ‘Qué padre que está pasando esto’”.

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