Durante un recorrido por ese nosocomio La Jornada pudo conversar con algunos de ellos: son taxistas, choferes, dependientes de tiendas, quienes por varios días sufrieron el calvario de no poder llevar aire a sus pulmones, pero hoy se dan fuerza con la idea de abrazar de nuevo a sus seres queridos y volver a disfrutar los pequeños placeres de la vida cotidiana.
Uno de ellos prefiere que sólo lo llamen Pepe –aunque no es su nombre real– y es operador de transporte público en el estado de México.
Como muchas otras personas, cuenta, “era escéptico y pensaba que (el Covid-19) era un invento de los gobiernos, pero cuando me dio, dije ‘sí es real’. Me empezó a dar calentura y a sentir molestias de respiración, y a los 10 días, el 3 de mayo, me ingresaron porque ya no podía respirar”.
Aunque fue atendido rápidamente en el hospital, los primeros cinco o seis días son la muerte. No puede uno jalar aire. No puedes hablar ni comer, más que pura papilla, porque se te duerme la lengua. Pasó como una semana para que me empezara yo a recuperar
, recuerda con la voz quebrada por las lágrimas y aún débil por la prueba física que debió superar.
Pepe trató de mantenerse optimista, pero los primeros dos días le escribí una carta dándole las gracias a mi familia. Les decía que ya iba a tirar la toalla porque sentí que ya me moría, y más porque me decían que me iban a intubar
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A unos días de recibir su alta, el hombre se da ánimos pensando en el momento en que abrace de nuevo a sus tres hijos, pero también se da tiempo para prometerse a sí mismo otros caprichos. Saliendo de aquí voy a ir a comerme una torta o unos buenos tacos. La comida aquí es buena, pero yo tengo ganas de una torta gigante, ¡una cubana!
En otro de los cubículos del Hospital Juárez, un hombre que prefiere no decir cómo se llama cuenta las horas para recibir su alta. Lleva internado cuatro días, pero desde hace dos semanas no ha podido ver a su hija Regina, y pensar en ello lo atormenta más de lo que puede decir con palabras. “Mi hija va a cumplir dos años y ya lleva 15 días que no la veo. La parte más complicada son los primeros días, porque no se puede dormir para nada, ni un segundo, porque no te entra el aire. Yo pensaba en mi hija, todo el tiempo… Para mí, ésta es una segunda oportunidad de vida, porque está cambiando todo y quiero ser diferente saliendo de aquí. Es cuando a uno le empieza a caer el veinte”, admite.
Uno de los médicos que está detrás del cuidado de los pacientes de Covid-19 en este hospital es Johny Serna Cardona, quien pese a ser gastroenterólogo y endoscopista, también se sumó a las tareas de atención de los enfermos de coronavirus, bajo las indicaciones de un internista.
Desde las ocho de la mañana y hasta las tres de la tarde, de lunes a viernes, revisa la evolución de los seis pacientes que están en su cubículo, verifica si es necesario aumentar o disminuir los medicamentos que se les da –sobre todo cloroquina, antibióticos y anticoagulantes, en espera de que el sistema inmune del enfermo haga el resto del trabajo– y deja el informe que van a revisar sus colegas del turno siguiente.
La verdad es que al inicio fue una experiencia que daba miedo, pero a medida que van avanzando los días, tenemos la consciencia de que estamos haciendo el bien por los pacientes y se vuelve algo agradable. Nunca pensé en vivir una pandemia y estar con patologías que vi en la carrera de medicina general, pero es muy padre saber que puedes hacer algo por los demás
, describe.
Al salir de su turno, el doctor Serna trata de poner distancia de su trabajo, por salud mental. Me pongo a ver una serie o a leer, porque si no, te puedes deprimir o empezar a sentir que estás enfermo. Haces otras actividades, te olvidas por un momento y mañana otra vez a la rutina de siempre
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