Codogno, Italia. Fue la primera ciudad de Europa que tuvo que ser confinada por el coronavirus. Ahora tras más de dos meses, la vida en Codogno vuelve gradualmente a la normalidad, pero las cicatrices dejadas por la pandemia tardarán en sanar.
El sol brilla sobre las antiguas plazas y terrazas en esta ciudad de 15 mil habitantes, donde los habitantes finalmente vuelven a pasear en bicicleta, todos con mascarillas, tras el levantamiento del encierro.
Las tiendas, los restaurantes, las cafeterías y peluquerías de toda Italia pudieron abrir desde el lunes y el país emerge lentamente de un bloqueo total que paralizó su economía para frenar una pandemia que ha causado la muerte de más de 32 mil personas.
Frente a los edificios amarillos, rojizos y rosados de la plaza principal de Codogno, se podían ver a algunos grupos de jóvenes en las cafeterías al aire libre tomando café y helado mientras las campanas de la iglesia convocan a la gente a misa.
"Descubrir que el virus del que habíamos oído hablar en China estaba aquí tuvo fuerte impacto psicológico entre nosotros", confesó a la AFP la abogada Maria Luisa Brizzolari, de 46 años, al rememorar esos días que cambiaron sus vidas.
"Parecía algo muy lejano y, en cambio, estaba aquí, entre nosotros", recalca.
En esa localidad, en el corazón de Lombardía, residía un joven deportista de 38 años, Mattia Maestri, con una intensa vida social, laboral y afectiva, quien se volvió en un icono para Italia.
Sin saber, el ejecutivo de la multinacional Unilever dejó un sinfín de personas infectadas antes de entrar a la sala de urgencias del hospital de Codogno el 18 de febrero con fiebre, tos y dificultad para respirar.
El equipo médico no comprendió entonces cómo un joven deportista sin patologías previas podía presentar un cuadro clínico tan grave y lo sometió a la prueba del coronavirus. Así se convirtió en el 'paciente uno' de Italia, del que aún no se sabe cómo se infectó.
Tres días después de su hospitalización, el 21 de febrero, el gobierno decidió que Codogno era la primera "zona roja" y ordenó su cierre total, junto con el de otras nueve localidades de Lombardía y Véneto.
"Fue una guerra más feroz que las que hemos librado en las se puede ver al enemigo", comenta Giancarlo Barcelesi, pensionado.
"Esta vez el enemigo era invisible", afirma.