Juchitán, Oax.- En el Hospital Civil de Juchitán Oaxaca cada cuatro horas hay cambio de turno para las enfermeras del área COVID-19, salen exhaustas, cansadas física y emocionalmente, atender a una persona con una enfermedad sin cura y que pudiera contagiarlas, es un acto de heroísmo aseguran, pero contrario a lo que quisieran, viven rechazo y violencia.
Detrás del uniforme hay mujeres, hombres, madres y padres de familia, son más de un centenar de enfermeras y enfermeros que laboran en esta unidad civil de Juchitán, que fue creada en los años noventas y da servicio a 42 municipios del Istmo de Tehuantepec inclusive de la zona sur de Chiapas y Veracruz.
Esta unidad medica no fue elegida como “Hospital COVID” pero los médicos y enfermeras crearon un área provisional donde atienden a los pacientes que requieren hospitalización, porque el Hospital General de Especialidades, que el gobierno federal destinó, está inconcluso.
Olga Lidia González Viveros y Verónica López León, son dos de ellas, una con 27 y 29 años de servicio respectivamente, son especialistas y tienen amplia trayectoria e inclusive como docentes; su oficio es asistir a enfermos y en esta pandemia aún con el riesgo de contagio, continúan sin importar que los insumos y equipos de protección sean mínimos y tengan un protocolo básico que ellas mismas han creado y adaptado para su sobrevivencia.
Cada que llega un paciente, las y los enfermeros confiesan que sienten dolor y conforme se agrava el estado de salud, es la frustración y la ansiedad que los agobia, sin embargo se han mantenido asistiendo ya no como antes, ahora la protección y cuidados es máxima por riesgo a un brote, por eso los pacientes ya no los miran, solo los sienten con el sonido de sus voces.
Olga se imagina cada que se coloca el uniforme COVID-19 que consta de 12 piezas que es una astronauta y que va a otro planeta, porque ingresar al área de los pacientes positivos “es otro mundo”, y le ha hecho entender lo grave que es la enfermedad, pero le sorprende más la incredulidad de la sociedad, que desafía y cree que es un invento.
Es madre y abuela, y desde el inicio de la cuarentena se aisló de su familia -hija y dos nietos- como parte de su protocolo para evitar contagios, eso la tiene triste pero se consuela diciendo que “ser enfermera, es la mayor de sus pasiones”.
No es fácil para ella este cambio en su entorno familiar, sin abrazos ni besos, pero lo entiende, no se frustra pero si extraña, y por eso su petición es que las personas se queden en casa, que no salgan, para que pronto termine esta emergencia.
Durante las 12 horas que Olga realiza la labor de supervisora atiende tres turnos de cuatro horas cada uno, su entrada es a las 8:00 de la mañana pero llega media hora antes, en esos 30 minutos revista la bitácora y conoce cuantos hospitalizados hay y su estatus.
Son dos enfermeras que ingresan en cada turno, Olga le coloca pieza por pieza el equipo de protección personal, ese mismo proceso se repite al final de la guardia, además de bañarse y cambiarse de ropa y se remata con un sanitizante en espray.
Tiene que supervisar que cada enfermera o enfermero realice la higiene pertinente previo a colocarse el equipo de protección que consiste en un par de guantes, uniforme quirúrgico completo, gorro, careta, cubrebocas M-95- googles, bata quirúrgica, dos botas quirúrgicas y el overol que protege al área y además protección para su equipo de celular.
Este protocolo de seguridad tarda unos 30 minutos, y una vez que ingresen ya no pueden salir, por eso Olga está al pendiente de todo, de alimentos, medicinas y de las necesidades de sus compañeros y para identificarlos coloca en usa cinta adhesiva el nombre de la enfermera o enfermero.
*Hice un juramento y aquí estoy cumpliéndolo
Verónica juró que atendería a los enfermos y ahora en pandemia lo esta haciendo, le toca supervisar pero también ha ingresado al área COVID y reconoce la labor incansable de sus compañeras y compañeros.
Acostumbrarse a portar un uniforme que nunca había usado le cuesta, y más aun aguantar el calor y la ansiedad que provoca, pero el miedo a contaminarse es mucho más, ella y sus compañeros están en constante riesgo pero juraron atender a todos los enfermos inclusive si hay pandemia.
La nostalgia le invade al narrar su mas reciente experiencia, le tocó atender a un paciente con dificultad respiratoria que llegó solo y en una unidad de mototaxi al hospital.
“Hay mucho rechazo de las personas, hace falta ser más empáticos y conscientes, el coronavirus nos puede dar a todas y todos, sabemos que no hay cura, por eso se deben quedar en casa”.
Olga y Verónica insisten en que te quedes en casa, insisten en que ya no las violenten o les griten, insisten en que son seres humanos, son mujeres y son madres de familia que decidieron ser enfermeras y como ahora en pandemia, dan su vida entera.
Recientemente el Comité de Ética en Investigación de la Comisión Nacional de Arbitraje Médico (Conamed) alertó que el sistema de salud podría colapsar si el personal de enfermería dejara de trabajar como consecuencia de las agresiones recibidas durante el combate a la pandemia, mientras la el Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (Conapred) documentó del 19 de marzo al 27 de abril, 213 quejas de actos de discriminación relacionadas con la enfermedad; de ellas, el 18% fueron denunciadas por trabajadores de unidades médicas; sin embargo, muchos otros casos no son reportados formalmente.