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Polémico, pedir que el concepto del PIB debe entrar en desuso

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Se prevé una gran pérdida de empleos en México por el desplome de la actividad económica. Foto Notimex
10 de mayo de 2020 09:55

Ciudad de México. El cisma que dejó la Gran Depresión en la economía mundial impulsó la necesidad de recopilar todo. Cuánto se generó, qué se perdió y cuánto quedó para producir una vez que la convulsión pasara. Gestó el producto interno bruto (PIB) como medición que, casi nueve décadas después, domina prácticamente como sinónimo de economía, sin que en la misma dimensión se reporten desarrollo y bienestar.

Sin detallar dónde está la riqueza o en manos de quién, la representación del PIB se resume a un porcentaje: el crecimiento del valor de la producción que genera un país. Este año, en la medida en que la pandemia de Covid-19 inmovilizó economías, se redujeron las expectativas de crecimiento en todo el mundo, México incluido. El gran encierro no tiene punto de comparación en los últimos 90 años, advirtió el Fondo Monetario Internacional.

Con la caída de la actividad económica, el riesgo está en la pérdida de empleos, los ingresos de familias y trabajadores y el incremento de la pobreza, explican analistas.

Todos los organismos internacionales, bancos de inversión e incluso el gobierno federal dan por sentado que el PIB mexicano será negativo este año, pero el disenso se centra en qué tan bajo será el número. Por ejemplo, Credit Suisse estima un desplome de 9.6 por ciento y la Secretaría de Hacienda y Crédito Público lo ubica en 3.9.

En el discurso del presidente Andrés Manuel López Obrador, el crecimiento bruto de la economía fue relevante como oferta de campaña y durante el periodo de cambio de gobierno. Se crecerá en el sexenio 4 por ciento promedio anual, ofreció. Pero en la medida en que el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) reportó números negativos o planos en 2019, el ánimo por la medición pasó.

Crecimiento, PIB. Esos términos ya deben entrar en desuso. Hay que buscar nuevos conceptos. En vez de crecimiento, hay que hablar de desarrollo; en vez de producto interno bruto, hablar de bienestar; en vez de lo material, pensar en lo espiritual. Hay que cambiar ya todo eso y no creer tanto en esas cosas, expresó el mandatario el pasado día 6.

De acuerdo con investigadores mexicanos, el PIB puede resultar simplista al no dar más información sobre el bienestar o la calidad de vida de las personas. Sin embargo, no pierde importancia para revelar cómo funciona una economía en el corto plazo y su capacidad para recibir fuerza de trabajo.

No hay forma de pensar que vamos a estar en una sociedad mejor, más igualitaria, si hay un creciente nivel de desempleo en el país. Decir que debemos ir (hacia otros indicadores) me parece muy oportuno políticamente cuando tu economía probablemente decrezca 7 u 8 por ciento, explicó, en entrevista, César Salazar, investigador del Instituto de Investigaciones Económicas de la Universidad Nacional Autónoma de México.

La discusión entre crecimiento y bienestar no es nueva. Tuvo resonancia en los años 70 del siglo pasado. En 2008 y 2009 –cuando la crisis económica mundial–, Nicolas Sarkozy, entonces presidente de Francia, encargó a los premios Nobel Joseph Stiglitz y Amartya Sen, así como a Jean-Paul Fitoussi, determinar los límites del PIB como indicador de los resultados económicos y del progreso social, rexaminar sus límites y aportar sobre nuevos instrumentos de medición.

El Informe de la Comisión sobre la Medición del Desarrollo Económico y del Progreso Social, fruto de ese ejercicio, listó dichas limitantes para referir cómo viven las personas y propuso centrarse en el bienestar. Para ello se requiere información de lo material, la salud, la educación y las actividades personales, entre ellas el trabajo, la participación en la vida política, la gobernanza, las relaciones sociales, el medio ambiente y la inseguridad, tanto económica como física.

Eso fue en la crisis de hace más de una década y el PIB se mantiene como la principal medida de la economía en Francia y en todo el mundo. La investigadora británica Diana Coyle –especialista en la historia, utilidad y limitaciones de esa medición– coincide en ponderar el bienestar. Las críticas sobre la medición de crecimiento bruto son amplias, pero no hay indicador compuesto que pueda remplazarle en el corto plazo, asegura.

En resumen, el PIB mide las remuneraciones de los trabajadores y lo que genera el capital, sin considerar pérdidas futuras que conlleve el deterioro ambiental. También deja de lado todos los recursos de la economía suprimida, no suma la producción de las industrias criminales en el país, como el narcotráfico, ni cuenta el trabajo de cuidados y hogar, históricamente realizado por mujeres.

No dice más allá de los volúmenes de producción de bienes y servicios que genera la economía en un año, pero es punto de partida para indicadores de desarrollo, como la distribución del ingreso, resume el Inegi.

Marcelo Delajara, director del Programa de Crecimiento Económico y Mercado Laboral en el Centro de Estudios Espinosa Yglesias, considera un poco tramposo cuando el Presidente dice que el PIB no importa. Sí importa. Todas esas mediciones de bienestar terminan respondiendo en el largo plazo cómo va la economía en el corto y mediano plazos.

En entrevista, explicó que no hay mejor medida del ciclo económico, del ritmo de la economía y, por tanto, un indicador de cómo van a ir el empleo, el consumo y la actividad. Sin embargo, cuando estamos hablando de medir el nivel de bienestar, el de vida, empieza a perder fortaleza, manifestó en entrevista.

César Salazar detalló que las previsiones del PIB para este año no parten de especulaciones como en 2019. Ahora el dato es crudo y real, e implica que al final se va a tener un ejército de desempleados. Va a generar un círculo vicioso, en el que si no existe empleo no hay consumo; si no hay consumo, no va a haber inversión; si no hay inversión, no hay trabajo.

El investigador consideró que en las secretarías de Hacienda y de Economía, así como en la propia Presidencia de la República, se prevé la dimensión del dato, que se traduce fundamentalmente en pérdida de empleos. En ese sentido, abrir otro frente de discusión lejos del PIB conlleva un problema metodológico fundamental. Si no se crece, entonces no se sabe qué consecuencias hay sobre la sociedad y la actividad económica en conjunto.

Apuntó: Más allá del crecimiento está el bienestar de la población, pero sin crecimiento no se va a generar mayor bienestar. Hay que tener algo más que repartir, no se puede distribuir la miseria.

 

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