Zimapan, Hgo. Vecinos del Barrio San Miguel, municipio de Zimapán, denunciaron que el depósito de jales —apilamientos de rocas molidas, residuos que quedan tras haber separado minerales como plata, plomo, cobre, zinc, entre otros, de las rocas de donde los extraen— de la minera El Espíritu ha causado daños al entorno ecológico y a los pobladores que viven cerca de los sedimentos; el polvo blanco cubre magueyes y plantas de la comunidad, aunado a las molestias que ocasiona en ojos y garganta de los habitantes.
“En las pencas de los magueyes y las hojas de las plantas podemos encontrar las partículas blancas que provienen de los jales, incluso muchas de ellas se han secado”, aseguró el señor Damián, quien desliza sus dedos sobre un maguey y muestra el polvo tóxico.
Martín Labra Nieto, defensor del medio ambiente de la agrupación Comunidades Unidas de Zimapan (CUZ) y originario del pueblo La Yerbabuena, junto con vecinos de San Miguel, acusó que además de El Espíritu también contaminan las mineras La Purísima, Sago y Preissan, porque instalaron sus depósitos en las cercanías de las poblaciones.
Explicó que “en el barrio de San Miguel, la minera instaló en 1990 una presa de jales, a escasos 30 metros de donde empieza el caserío, y en donde sus habitantes han sufrido en estos 30 años a causa del polvo contaminante”.
Uno de los afectados, Jesús Rojas, cuya vivienda se ubica a un costado de la quebradora de la minera, dijo que su casa fue edificada a principios del siglo XX por sus abuelos, “mucho tiempo antes de que se instalara la empresa”.
En los años sesenta, ya cuando el Barrio de San Miguel era un caserío de unas 50 casas, “empezó la actividad minera en Zimapán con la extracción de minerales en diversos puntos”, explicó el señor Rojas.
“Las escrituras y títulos de propiedad de nuestras casas nos dan la razón jurídica, ya que fueron nuestros antepasados los que se instalaron primero en San Miguel y después las empresas mineras pese a que es ilegal”, remarcó.
Así, de manera paulatina comenzaron a “aparecer” cerros de polvo grisáceo, extraído de las minas perforadas en otras partes del municipio, pero que es arrojado en presas abiertas en San Miguel.
En 1990 la empresa El Espíritu, de la familia de Rosalía Gómez Rosas, la primera presidenta municipal de extracción panista, construyó una presa de jales a 30 metros de la casa de mis abuelos y empezó a llenarla de polvo toxico. Durante ese tiempo denunciamos la cercanía del depósito ante la Procuraduría Federal de Protección del Ambiente (Profepa) y otras dependencias federales, pero nunca hicieron nada para evitarlo”, sostuvo Jesús Rojas.
Durante estos 30 años, el jale minero rebasa los 800 metros de altura, por lo que es posible verlo desde diversos puntos del poblado. Además, la minera colocó a un costado de la vivienda una quebradora, complejo destinado a moler las piedras extraídas de la mina.
“La quebradora produce un molesto ruido todo el día, por lo que ya ha causado problemas auditivos a las personas que viven en San Miguel”, aseguró por su parte, Martín Labra Nieto.
Señaló, además, que desde hace algunos años El Espíritu instaló un patio de secado de plomo casi pegado a las casas, “lo cual es un riesgo para toda la gente que vive en los alrededores”
El activista lamentó que otras compañías realicen acciones similares para extraer el poco metal que aún queda en los jales y han formado verdaderos cerros de tóxicos en los alrededores de las comunidades indígenas de la Sierra Gorda de Hidalgo.
Detalló que las comunidades de La Alberca son afectadas por Sago, la de Mezquite Primero, por Carrizal Manning; El Chapinque, por La Purísima, El Espíritu y Preissan; Santa María, por la Purísima, y la comunidad de Tolimán, por Sago. En los pueblos de La Purísima y Preissan, refirió, “los jales ya contaminaron un arroyo”.
Aquí, aseguró, “los dueños de las mineras hacen lo que quieren con la complicidad de las autoridades ambientalistas"…