Ciudad de México. En los principales estudios que se han hecho hasta el día de hoy, sobre la pandemia y sus consecuencias futura, parece haber unanimidad en la opinión de que el mundo no simplemente puede volver con las características que ha tenido hasta ahora, sino que aparecerá otra forma de organización social diferente. Entre estas hipótesis son mayoritarias las que piensan en un desenlace progresista, pero fuera de cualquier especie de dogmatismo, tanto de derecha como de izquierda.
Una primera cuestión que parece clara es el alejamiento de los partidos políticos, que parecen obsoletos en muchas partes del mundo. Obsoletos en el sentido de que hoy hay un desapego o un alejamiento de los partidos, que no parecen conservar la capacidad de representación de que gozaban anteriormente. No se si resulte muy tajante la afirmación de que ha sido superado, ¿tal vez para siempre?, el sistema de partidos, su representatividad política, ideológica, de propuesta de nuevas formas y tendencias de organización social. Ya no representan, probablemente, uno de los puntos fundamentales de apoyo de la democracia, como ha sido durante muchos años, y que le daban forma a las mayorías (o viceversa), encarnando formas de pensar y de liderazgo, todo lo cual parecía en efecto indispensable en los regímenes democráticos.
Hasta hoy, en términos generales, los partidos políticos parecían la fórmula sine qua non de la democracia, el asiento indispensable sin el cual no podía existir, ni de lejos, ninguna forma de régimen democrático. En vez de los partidos políticos, en nuestro tiempo parece diseñarse una nueva forma de participación política que es la de los movimientos sociales. Naturalmente estos movimientos, casi por definición, se alejan de los partidos políticos: carecen de la organización jerárquica de los partidos, de referentes ideológicos estrictos y cerrados, como muchas veces lo han sido los partidos políticos, con las obligaciones también estrictas para los militantes o, dicho de otra manera, la pertenencia a un movimiento social no implica las obligaciones severas y muchas veces rigurosas que se han impuesto a los integrantes de un partido. Debe decirse, tal vez, que estas cargas estrictas que han tenido los militantes sobre todo en los partidos de izquierda o de derecha extremas, los partidos comunistas o los partidos fascistas, opuestos radicalmente en la ideología se han dado la mano, sin embargo, en sus formas organizativas y de militancia. Con finalidades opuestas pero organizados en disciplina y para la disciplina.
Dijimos que la democracia resultaba una de las piedras angulares de los sistemas políticos modernos, que esperamos no se pierdan en la post-pandemia. Creemos, por el contrario, que seguirá plenamente presente el principio de las mayorías, encarnado ahora en los movimientos sociales, que electoralmente podrán constituirse en tales mayorías (o que serán políticamente minorías), y que naturalmente tendrán los liderazgo a que aspiren y eventualmente obtengan inclusive los más altos puestos en las jerarquías políticas en juego.
Naturalmente, pensamos nosotros que dentro de estas modificaciones deberán sin embargo continuar las representaciones colectivas (las cámaras de diputados o de senadores, con los matices de cambio que se puedan encontrar), como colectivos de decisión sobre todo por lo que hace al cuerpo de leyes, pero tal vez transformándose también en lo necesario para constituirse en órganos ad hoc para ir haciendo realidad una democracia participativa y no sólo representativa.
Si todo esto es una forma política posible que nos espera después de la pandemia, estamos ya hablando de un mundo radicalmente diferente al actual, de un mundo en que la pandemia hizo posible una radicalización de la vida en sociedad tal como la conocemos ahora, y en que se iniciará otro ciclo de nuevas formas sociales, seguramente en lo político pero también en lo económico y en otras actividades, tales como la salud que tenderán a convertirse en cada vez más públicas, con una participación creciente del Estado.
En términos generales podemos decir que la etapa post-pandémica de la sociedad humana se caracterizará, en términos generales, por una transformación hacia lo público de mucho de lo que es actualmente privado. No deseo hablar de una mayor intervención del Estado en lo que ahora es privado, porque justamente se trata de una ampliación de “lo social”, en un tipo de sociedad que amplía su influencia sin dejar de ser sociedad. Es decir, no se trata de que los “aparatos” (la burocracia, los órganos de de la sociedad) se amplifiquen, sino al contrario, ya reducidos por la ampliación de las funciones de la sociedad, su papel deberá ser el de “encarnar” una mayor democracia, y no el de amplificar el papel que estén llamados a desempeñar los nuevos funcionarios que verdaderamente sean indispensables. Se trata de restar a la burocracia y no de amplificarla, en lo cual deberá actuarse con gran contención y moderación efectivas.