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“El arte, lo único que nos hace sobrevivir” / Elena Poniatowska

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"He tratado de que el pan nuestro de cada encierro se traduzca en alegría y creatividad" comparte el actor Mario Iván Martínez en entrevista. Foto Medios y Media
03 de mayo de 2020 09:32

-¿Cómo estás, Mario Iván?

–Qué tiempos más surrealistas. ¿Cómo está, maestra?

–Pero no me digas maestra, me haces sentir como Sara García.

–Muchas gracias, Elenita. Parafraseando a Fabrizio Mejía, vivo en la sutil libertad del encierro. Estoy tratando de establecer un ritmo, una rutina en estos tiempos orwelianos y darwinianos. Los veo como si fuéramos actores de una mala película gringa, de esas que tanto gustan a Hollywood, las de catástrofes.

–Pero muchos filósofos dicen que vamos a salir mejores.

–Eso sí. Se establecerán nuevos paradigmas y vamos a recibir una lección que la humanidad no se puede dar el lujo de olvidar.

–¿Qué significa el coronavirus para el gremio de actores?

–En nuestro caso, todo lo presencial ha sido pospuesto y cancelado, por ende, ahora debemos echar mano de la creatividad para sobrevivir. En estos días de encierro he tomado conciencia de que, sin afán de reinventarme, de rencausarme mediante el arte y otras opciones, inevitablemente digitales, no hay manera de sobrevivir al agobio.

En nuestro caso, creo que tenemos el privilegio de que, como creadores, como artistas, podemos hurgar en nuestra imaginación para reinventarnos. Es un poco más complejo para quienes llevan la utilería, el vestuario, el maquillaje; los productores mismos están en el desconcierto absoluto buscando maneras de renovarse.

–Pero tú tienes otra alternativa, Mario Iván, tú escribes…

–Llevo ya un mes encerrado. Digamos que dirigí el seguidor, si seguimos hablando en términos teatrales, a mi actividad en la escritura y, en consecuencia, ahora he tenido más tiempo para ella. Penguin Random House me ofreció publicar la obra Vincent, girasoles contra el mundo, como una biografía de Van Gogh, escrita por mí, complementada con mis experiencias en Europa, en el viaje que hice en torno a ese pintor. Penguin Random House también me pidió un cuento sobre la infancia de ese artista, el cual ya concluí y que titulé Delirios, estrellas y girasoles. También escribí 10 poemitas infantiles con el fin de subirlos a las redes ahora que vivimos en el enclaustramiento. Decidí que sería muy sabroso intentar combatir el agobio, la incertidumbre, el temor, el desánimo, el pesimismo que invade inevitablemente a las familias en espacios muy reducidos y tratar de transformarlos en empatía, fortaleza, alegría, entusiasmo, diversión para los niños…

–Mandarles un mensaje cálido, asoleado…

–También lo hice para establecer contacto con mis colegas, porque después de este shock ya nadie mandaba mensajes, estábamos en pasmo. Creo que fue un buen pretexto para hablarnos, para vernos, por supuesto, virtualmente. Armé un compendio de cuentos: Desde la distancia contando con mis amigos, envié un alud de mensajes de Whatsapp a mis compañeros artistas, amigos, desde los más consagrados, como don Ignacio López Tarso, Eugenia León, Susana Zabaleta, Héctor Bonilla, Sofía Álvarez, Maya Zapata y Patricio Castillo, también a mis queridos y muy respetados compañeros de Vincent: Paula Comadurán, Fernando Memije; acudí a mis alumnos, jóvenes y niños cuentacuentos, Rodolfo Ornelas y Braulio Mateo, chiquito de seis años que es una bala y ha ganado una cantidad enorme de premios de oratoria en su estado.

–¿Cuál estado?

–La propuesta fue: desde tu celular interpreta el poema, el cuento o la fábula de tu elección o la que yo te mande, de acuerdo a tu carácter. Sabe, Elenita, fue como hablar con una planta que está a punto de secarse. ¿Cómo estás? Bien, aquí en el encierro, sobrellevándolo. Oye, mira, tengo este proyecto: ¿qué te parece si grabas un cuento? Sí, claro, sí como no, ¿qué tal si echo mano de un sombrero que tengo por allá y me hago unas orejas de cartón? Literalmente fui viendo esa planta a punto de morir, erguirse de nueva cuenta y la respuesta ha sido entrañable, abrumadora, ni uno ha dicho que no, todos aceptaron con el fin de aliviar el encierro de los niños, pero también el suyo propio.

“A don Ignacio López Tarso le envié la fábula del ratoncito y el león para que la grabara con su hijo; oír a don Ignacio interpretar al león con la misma entrega, con la misma humildad, con el mismo profesionalismo que tendría para el Rey Lear, de Shakespeare, ha resultado muy entrañable. A Eugenia León le envié mi poema La mona jazzista, y lo cantó a capella y, al compartirlo con algunos amigos músicos se unieron: “¿Cómo que Eugenia León cantando solita? Yo desde mi casa hago la batería y ahorita le hablo a Mencho para que se eche el contrabajo…” y me ofrecieron musicalizar este poema. Pato Castillo y su esposa hicieron toda una producción del Congreso de los ratones, de Esopo, recortaron los ratones, les hicieron orejas.

–Para ti el encierro no ha resultado un agobio, puesto que has sido tan creativo.

–Pues sí, definitivamente ha resultado un alimento del alma, del espíritu.

–Margarita Isabel, tu madre, tenía esa misma actitud positiva en la vida.

–Sí, ella se renovaba constantemente y buscaba opciones para sobrevivir con aplomo, creatividad, humor y dignidad. Recuerdo que en las épocas en que ella podría estar haciendo películas, saliendo de las tumbas como vampiresa en baby doll, prefería su sueldito del Instituto Nacional de Bellas Artes, hacer traducciones, filmar la película de algún chico que le propusiera un buen guion…

–¡Qué bueno que te pareces a ella!, porque Margarita Isabel era un ser humano excepcional…

–He tratado de que el pan nuestro de cada encierro se traduzca en alegría y creatividad. A diario me aseguro de contar con una sana dosis de música, Mozart, Bach, Vivaldi. Mi padre, melómano, Mario Iván Martínez Ortega, nos exhortó desde muy chiquitos: ¿Quieren escuchar a Mozart?, ¿quieren Tchaikovski?, ¿quieren Beethoven? Ponía el disco y no se podía hablar, teníamos que sentarnos junto a la bocina y, si a la hora del desayuno, alguien comenzaba a platicar, quitaba el disco sin decirnos nada.

–¿Tú eres músico?

–Me doy tiempo de mantenerme en forma, tocar un instrumento. Todo esto que te menciono de escribir, de leer se lo agradezco a mi madre: la lectura nunca fue un flagelo escolástico: Te portaste mal así que tienes que leer de la página ocho a la 127; no, ella me decía: Estoy leyendo el cuento de un niño así güerito, como tú, que viaja de planeta en planeta y tiene un carnero, tiene una rosa y está muy preocupado porque el carnero se va a comer a la rosa, ahora ya se lo llevaron las palomas, ya conoció a un rey, a un zorro y a una serpiente¿Y luego?Ah, pues cuando lo acabe te lo presto. Esa era su estrategia. Esperaba yo días enteros a que me lo pasara: ¿Ya lo acabaste?, ¿ya lo acabaste?

No sabemos cuándo habremos de regresar a la normalidad, pero entre tanto yo sé que quiero acelerar mi evolución como artista y adaptarme.

–Mario Iván, ¿tú sientes que el Estado da buena protección a los artistas aquí en México?

–En mi caso jamás he pedido auspicio o apoyo gubernamental; recientemente solicité la beca de 20 mil pesos de Creadores Escénicos con Trayectoria, a iniciativa de mi asistente: Oiga, maestro, usted nunca ha pedido nada, todo lo ha propiciado con sus medios. La beca es del Fonca. Contempla el periodo 2019-2021 y metí tres proyectos. Uno de ellos, Vincent, que sigue cristalizándose con la dramaturgia, el cuento para niños y la biografía; el otro es el volumen 23 de mi colección de audiolibros, Un rato para imaginar, y el tercero, un concierto para estrenarse con la Orquesta Sinfónica Nacional, en abril de 2021, con Horacio Franco en la flauta y la música de Eduardo Gamboa, hijo de Alfonso Arau. En este momento lo que me parece más importante es velar por todo el equipo, el staff de las funciones teatrales, hoy, muy desconcertados: maquillistas, vestuaristas, tramoyistas. Ojalá se establezcan sistemas para proteger no solamente a los artistas, sino a todos aquellos que complementan el acto teatral, el acto escénico, rodar una cinta.

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