Madrid. La economía española cae en picada y sin control. Las previsiones más optimistas del gobierno español auguran que para el año 2020 se registrará una caída del Producto Interno Bruto (PIB) de 9.2 por ciento y se alcanzará una cifra histórica de desempleo que superará el 19 por ciento de la población activa.
Una depresión económica que afectará a todo el tejido productivo, con especial incidencia en sectores que fungían como motor del crecimiento hasta ahora, como son el turismo y los servicios. Y la recuperación será lenta y en ningún caso total.
El Instituto Nacional de Estadística (INE) publicó el pasado miércoles un informe en el que confirmó la debacle y ya no eran previsiones ni cálculos estadísticos. Era un hecho fáctico: la economía española cayó sólo en el primer trimestre del año 5.2 por ciento, un máximo histórico desde que existen los registros oficiales -desde 1970- y que sólo se asemeja a la gran depresión económica que sufrió el país durante y después de la Guerra Civil (1936-1939). El mismo informe vaticina que de mantenerse esta tendencia la caída del PIB podría alcanzar 20 por ciento, con lo que la economía española entraría en un estado de coma irreversible que difícilmente podría superarse.
Ante la honda y creciente preocupación de la ciudadanía por los estragos económicos de la pandemia del Covid-19, que se suman a la sangría de mortalidad que va dejando a su paso -más de 25 mil fallecidos, 220 mil contagiados y más de 40 mil sanitarios enfermos-, la vicepresidenta económica del gobierno español, Nadia Calviño, compareció ante los medios para confirmar la hecatombe económica que ya está presente y que tiene todos los visos de empeorar en los próximos meses. Las previsiones del gobierno, que siempre contemplan el mejor escenario posible, son aún así catastróficas, con una caída en picada del PIB de hasta 9.2 por ciento, lo que afectará sobre todo al mercado del trabajo, que se situará en cifras de 20 por ciento o incluso más. Sólo este año se destruirán dos millones de puestos de trabajo, de los cuales difícilmente se recuperarán todos y en el mejor de los casos la mitad.
Calviño intentó lanzar un mensaje de optimismo en medio de la debacle, al sostener que a medida que se vaya desarrollando el plan del gobierno para poner fin al estado de alarma que ha paralizado la economía del país, se irá recuperando la demanda y con ello el tejido productivo. Incluso auguró “una caída de la actividad económica muy intensa en el segundo trimestre seguida de una recuperación más gradual en el segundo semestre del año y una fuerte tasa de crecimiento en 2021”.
Una previsión que en todo caso sitúa la recuperación parcial de la actividad comercial, industrial y económica del país en niveles parecidos a antes de la pandemia hasta el año 2022, reconociendo además en que durante los próximos meses habrá una gran “incertidumbre” ante el temor a un rebrote de la pandemia en el país, en el continente europeo y en el resto del mundo, sobre todo en otoño, según los pronósticos de numerosos científicos que analizan la crisis sanitaria.
Si se analiza la evolución de la economía española en los últimos trimestres de 2019 se ve un incremento del PIB que rozaba el uno por ciento, con lo que se estaban cumpliendo las previsiones de crecimiento para mantener a flote el aparato productivo y las cuentas del Estado. Pero la llegada del Covid-19 lo ha alterado todo a niveles insospechados, con la caída del PIB más alta en la historia de los registros de este tipo y que sólo se puede comparar a la época en la que España vivió su Guerra Civil y los años inmediatamente posteriores al final de la contienda, la llamada “posguerra”, en la que había hambre, desempleo, desolación y desesperación. Ni siquiera se pueden comparar los datos de la caída del PIB con la gran crisis que vivió el país entre los años 2007 y 2015, en un periodo en el que la peor caída de la economía en un trimestre fue de 2.8 por ciento.
En medio de la debacle, el BBVA presentó los resultados del primer trimestre del año, en el que registró pérdidas de mil 792 millones de euros y se sitúo en números rojos por primera vez en su historia. Las pérdidas se deben a las provisiones extraordinarias que ha hecho el grupo a nivel global, de mil 400 millones, y el ajuste en su participación en Estados Unidos, de dos mil 84 millones, cuyo valor ha adaptado al nuevo escenario macro. Y a que la entidad ya sufrió un ajuste en este país el año pasado mil 350 millones.
Ante esta situación, el banco ha decidido “no pagar ninguna cantidad en concepto de dividendo correspondiente al ejercicio 2020 hasta que desaparezcan las incertidumbres generadas por Covid-19 y, en ningún caso, antes del cierre de dicho ejercicio. Esta recurrencia del beneficio antes de provisiones, nuestra sólida posición de capital, la sólida posición de liquidez, nuestro modelo de negocio diversificado y nuestras capacidades digitales, nos permiten afrontar la crisis desde una posición de fortaleza”, señaló su presidente Carlos Torres, durante la presentación de los resultados.