Las imágenes de los presos en El Salvador que han impactado al mundo, con el pretexto de combatir la violencia según Nayib Bukele, presidente de ese país, no es más que la violación a los derechos humanos, independientemente si son personas de alto peligro social o no.
Estas imágenes me estremecieron, me hacen recordar lo que se vive en el penal de máxima seguridad de Puente Grande, Jalisco, hechos que viví (2013-2018).
A nosotros sólo nos faltó el cubrebocas. Sin temor a equivocarme, fueron cuatro ocasiones en que llegó a “revisarnos” la Policía Federal: llegan sin avisar, gritando, golpeando y amenazando, nos obligan a desvestirnos y nos sacan de la celda, nos ponen contra la pared en posición de “cristo invertido” completamente desnudos. Se hace la posición de “la bailarina”, girar desnudos de izquierda a derecha, posteriormente “el empinado”, agacharse y mostrarle el trasero al custodio para que revise el ano con una lámpara, luego la posición del “mirachiles”: bajarse la piel del prepucio y levantarse los testículos.
Posteriormente nos forman en fila india, nos ponemos los calzones, las manos en la cabeza, caminamos agachados, bajamos por las escaleras a gritos, empujones y patadas hasta llegar al patio para ponernos en posición de “trenecito”. Exactamente como las imágenes de los presos de El Salvador. Igual como bien ilustra la fotografía de Bukele. Exactamente así era ese México neoliberal represivo.
La violación a los derechos humanos en su máxima expresión, nada más que en México no existen fotografías de lo que ahí sucede, sólo el testimonio. Lo que pasa en las cárceles de El Salvador hace poco pasaba en México, no sé qué suceda hoy. Lo peor del caso es que en esos momentos estaba presente un visitador de la CNDH para dar fe de lo que ahí sucedía.
(* David Vargas Araujo, ex preso político, uno de los primeros en ser liberado en el gobierno de Andrés Manuel López Obrador)