Ciudad de México. Las medidas dictaminadas con la fase 3 de la pandemia por el Covid-19 no detuvieron a las familias de colonias ubicadas en la alcaldía Cuauhtémoc, que se ha mantenido en alerta por ser la de menor cumplimiento en detener la movilidad de las personas ante el riesgo de la transmisión comunitaria del virus.
A un mes de que empezó el distanciamiento social, los habitantes de la capital se cansaron del encierro y las salidas al súper, tianguis, mercados o a la Central de Abastos son aprovechadas no sólo para surtirse de mercancía de calidad y a buen precio.
Vecinos de las colonias Tránsito, Obrera, Santa María la Ribera, Guerrero, San Rafael, Doctores y Morelos salieron en parejas y familia a tianguis y mercados públicos. Pasearon a sus mascotas o simplemente caminaron un poco. A la gente se le vio en la calle sin pensar que se exponían al coronavirus.
El mercado La Dalia, en Santa María la Ribera, se volvió una romería entre puestos de comida, ropa, artículos de la limpieza, cosméticos y otros.
Esther, Alicia y Silvia, madre e hijas que viven cerca del Quiosco Morisco, decidieron caminar para relajarse de la semana que tuvieron con trabajo y tareas. Mientras esperaban en la enorme fila de ingreso sobre la calle Sabino, ante el control de los locatarios para evitar contagios, ni siquiera pensaban en la sana distancia, que nadie respetaba.
Desde lejos trataban de identificar el puesto de bisutería en busca de un labial. Nada más una logró entrar y adquirió lo necesario para la comida de ayer, porque pensaban regresar. Mientras la madre surtía los insumos, las dos hermanas deambularon para mirar y aprovecharon para degustar unos tacos.
Sobre las banquetas se instalaron puestos de productos no esenciales que entretienen a los acompañantes en su espera. En estas colonias la actividad sigue: hay peleterías, negocios que realizan reuniones nutricionales y es común la venta de antojitos sin restricción y la gente sólo se protege con cubrebocas.
Mientras, en el mercado de la colonia Guerrero el estrés se hace presente, hay roces entre clientes y comerciantes por los reclamos de no cumplir con la prevención: No entienden, tampoco respetan ni porque se trata de la salud de todos
, gritó, Ignacio, vendedor de barbacoa al encarar a un joven cargador que no llevaba mascarilla.
Sobre el Eje 1 Poniente se ha vuelto escena cotidiana que las personas salgan a caminar, aseguró el bolero que diariamente debe trabajar, pese a la emergencia sanitaria.
En el oriente de la ciudad, en los pasillos de la Central de Abastos no hay miedo al contagio ni a sus consecuencias.
Bernardina, quien desde hace 35 años compra cada semana aquí, comentó que la vida sigue, tiene que seguir, no puedes vivir con miedo
, por eso tiene claro que al final todos nos la estamos jugando
.
El aroma de las guayabas verdes y maduras, de la piña y la manzana sobresalen en un lugar donde parece que no entrará ninguna fase y hace que los asistentes ni siquiera se acuerden del coronavirus, si no es porque de pronto deslizan el cubrebocas para probar la fruta fresca y se lo dejan en el cuello.
El escozor en la garganta anuncia que a unos pasos están los locales de chiles pasilla, morita, costeño, ancho y guajillo, entre otras variedades, para llegar a los de las cebollas, donde Rosalía dijo ya no temer a nada después de que perdió lo más preciado en su vida: sus dos hijos.
Por disposición de las autoridades, Lili dijo que ya no permite la entrada a los clientes a su local, por lo que coloca cajas y huacales con la mercancía y desde el pasillo atiende a los clientes. Un joven diablero afirma que ya suman varios fallecidos en la Central de Abasto, pero que su suegro, a pesar de tener más de 60 años, ser diabético e hipertenso, sí la libró.