Ciudad de México. Por primer vez se exhibe de manera pública un álbum fotográfico que data de 1868, el cual integra mil 55 retratos de trabajadoras sexuales, en la Ciudad de México, que se usó en el siglo XIX como instrumento de control y registro; pieza que forma parte de la exposición De tu piel espejo. Un panorama del retrato en México, 1860-1910, en el Museo del Estanquillo Colecciones Carlos Monsiváis. (https://youtu.be/LasalXe3L9Y)
Se trata de una muestra que integra más de 700 piezas entre imágenes, objetos y documentos, en 36 núcleos temáticos.
En un recorrido virtual realizado por el curador de la muestra Gustavo Amézaga Herias, el investigador conduce a los apasionados por la fotografía y la historia, por algunos de los módulos que integran esa extraordinaria muestra, en la que se puede apreciar los antecedentes, el uso comercial, policiaco, político, familiar, luctuoso y de entretenimiento del retrato en México.
De tu piel espejo, que se inauguró en diciembre pasado, integra también una ambientación o recreación de las antesalas de los estudios fotográficos.
A diferencia de lo que hoy vivimos con los teléfonos móviles y las selfies, todas las personas, a mitad del siglo XIX, tenían que recurrir a un estudio fotográfico, donde la gente esperaba, revisaba los álbumes y elegía el tipo de fotografía con la que se querían representar; como fueron los trabajos conocidos como carte-de-visite (tarjeta de visita), las cuales eran pegadas en un cartón, cuyo formato se asemejaba a una tarjeta de presentación; que la gente podía pedir por docena; mostró en su recorrido virtual, Amézaga Herias.
Históricamente, explicó, la exposición parte del momento en el que se empieza a utilizar el negativo y el positivo en papel, y de cómo con ese tipo de trabajos comienza una producción masiva de retratos.
“Durante los primeros 20 años de la fotografía propiamente dicha, se desarrollaron los procedimientos denominados de dagerrotipo y ambrotipo. En varias vitrinas de la exposición se pueden apreciar ejemplos de ese tipo de retratos, que se realizaron en México, entre 1840 y 1860”, comentó el curador.
Ese apartado es de llamar la atención porque se trata de “imágenes únicas” en el sentido de que se introducían las placas de vidrio o de cobre en la cámara, se realizaba la toma, y no había una copia. “Era un único retrato”.
En México, esos fotógrafos, conocidos como daguerrotipistas o ambrotipistas, en su mayoría eran franceses y algunos estadunidenses. Los primeros años, para hacer ese tipo de retratos se acondicionaban ciertas habitaciones para ello. Tiempo después, se comenzó a implementar espacios específicos como estudios fotográficos. “No todos los daguerrotipistas lograron trabajar fotografías en papel, no todos lograron dar el brinco tecnológico”, explicó el curador.
En otro apartado se puede apreciar los retratos, por separado, de Clara Jiménez y Joaquín Caxiola, quienes se hicieron retratar a lo largo de muchos años. Idea que se desarrolló en el siglo XIX, para dejar testimonio de cómo evolucionó su fisonomía.
Había personas, continuó Amézaga, “que ante la popularidad de la fotografía estaban obsesionadas por retratarse”.
La fotografía, desde el aspecto material, también generó toda una cultura, desde las cubiertas de álbumes confeccionadas con cuero, madera, terciopelo, inclusive mármol; hasta muebles, telones y decoraciones.
En la exposición también se encuentran retratos de Maximiliano y Carlota, quienes antes de arribar al país, “mandaron sus retratos para que sus súbditos los conocieran”. Igual se encuentran retratos de Porfirio Díaz, quien promovió sus retratos y “una enorme cantidad de souvenirs” como un arma política. “Tanto fue así que, se dice, hasta en las casa más humildes había su retrato”.
Lo que hizo la fotografía fue registrar todos los momentos de la vida, desde los recién nacidos, los cumpleaños, las bodas o primera comunión, inclusive se retrataba a los difuntos.
“Se fotografíaba mucho a los niños, porque había una elevada tasa de mortandad en el siglo XIX. Se les fotografía con flores, en camas como si estuvieran dormiditos o con sus juguetes preferidos.
“En contraste, como parte del imaginario burgués de la época, se recreaban prácticamente nidos de cigüeña, en medio del cual se retrataba al pequeño, como si ahí los hubiera traído la emblemática ave”.
Otro género fotográfico que igual tuvo mucha demanda, fueron los retratos de disfraces, explicó. La clase media y media alta, tuvo por moda celebrar fiestas, pero antes o después de las las mismas, iban al estudio fotográfico a tener un testimonio del disfraz que habían usado ese año. Entonces se puede ver a una buena cantidad de personas disfrazada como romano, griego, gitanas, mosqueteros. “Reflejo de la fantasía y divertimento que había en la cabeza de la gente”.
Una de las piezas más significativa y que más ha llamado la atención, es la que mandó hacer el gobernador Gustavo Baz, en 1868, el registro de las trabajadoras sexuales de la Ciudad de México.
“Se trata de un álbum con mil 55 retratos de mujeres prostitutas”, cuyo objetivo, dijo Amézaga Herias, “era el registro sanitario de cada una de ellas y de sus enfermedades, como un control de higiene. Es la primera vez que se expone ese álbum, el cual pertenece a la colección de la Biblioteca Miguel Lerdo de Tejada, de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público”.
Para concluir el recorrido virtual De tu piel espejo, en el Museo del Estanquillo, Gustavo Amézaga, invitó a todas las personas para que compartan sus fotografías del siglo XIX, de los abuelos o bisabuelos, lo pueden hacer al correo: [email protected], para así tener una retroalimentación con los internautas.