Otro dato preocupante es que en Brasil el número de muertes se duplica a velocidad superior a lo observado en España en el auge de la crisis sanitaria.
En ese escenario, con la acelerada debilitación de su superministro de Economía, Paulo Guedes, y el cese del titular de Salud Henrique Mandetta, el gobierno del presidente neofascista emite nuevas señales de derretimiento.
Ha sido en tal cuadro de tensión que Sergio Moro, el integrante más popular del gobierno, con un índice de aprobación que es casi el doble de la del presidente, presentó ayer su renuncia al puesto de ministro de Justicia y Seguridad.
Hasta entrada la noche en Brasil seguía el impasse con los generales que rodean a Bolsonaro –y que en muchos aspectos asumieron el control de la crisis– que trataban de hacer lo posible para que Moro permanezca en el gobierno.
El esfuerzo era para lograr que el cambio pretendido por el presidente del comando general de la Policía Federal se diera con la aprobación (y haciendo como si fuera iniciativa suya) del ministro.
Hay una razón para que Bolsonaro insista en alejar Mauricio Aleixo, hombre de confianza de Moro, del puesto de director general de la Policía Federal, que en Brasil tiene un papel similar al de la FBI en Estados Unidos: las investigaciones autorizadas por la justicia y que involucran a dos de los tres hijos del presidente.
Con relación a Flavio Bolsonaro, senador por Río de Janeiro, lo que se investiga es la contratación de amigos y parientes de éstos para puestos en su despacho cuando era diputado estatal, cuyos sueldos cobraba él.
A su vez, Carlos Bolsonaro, concejal municipal en Río, quien tiene despacho en el palacio presidencial, es investigado por comandar una enorme red de robots, especie de milicia digital que no sólo esparce miles de noticias falsas, sino que convoca a manifestaciones que pugnan por un golpe que logre el cierre del Congreso y de la Corte Suprema de Justicia.
Por estos días Jair Bolsonaro se ha visto cada vez más cercado por el cuarteto de militares de alta jerarquía con despacho en el palacio presidencial.
La impresión que hay en Brasil es que ellos son los que administran el cuadro nacional, mientras el presidente, siempre por la vía de las redes sociales, trata de mostrar autoridad.
Una eventual salida del gobierno de Sergio Moro –el juez que con base en manipulación y parcialidad logró encarcelar al ex presidente de izquierda Luiz Inácio Lula da Silva y asegurar la victoria de Bolsonaro–, significará el derretimiento de la imagen de Bolsonaro junto con lo que le queda de respaldo popular. Y su eventual permanencia, significará un desgaste de su capital político.
Bolsonaro ya no podrá decir, como le gusta: aquí, mando yo
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La crisis en Brasil no tiene otra tendencia que agravarse.