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La pandemia ¿y el fin del neoliberalismo? / Víctor Flores Olea

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Una de las pirámides de Giza es iluminada con la frase "Quédate en casa" durante el pasado 18 de abril, Día del Patrimonio Mundial, en medio de la pandemia de Covid-19. Foto Xinhua
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20 de abril de 2020 12:17

En un artículo que ha tenido gran difusión, Atilio Borón, el intelectual argentino,  discute acerca de las consecuencias excepcionales y mundiales que podrá tener la actual pandemia del coronavirus. Atilio Borón inicia su artículo mostrando su desacuerdo con la tesis expuesta por Slavoj Zizek en el setido de que el capitalismo sufre ya, con la pandemia, un nocaut fulminante a lo Búfalo Bill, volviendo a la tesis clásica de Lenin en el sentido de que “el capitalismo no caerá si no existen las fuerzas sociales y políticas que lo hagan caer.” Y tales fuerzas revolucionarias no parecen existir por lo pronto ni en Europa ni en Estados Unidos ni en América Latina”. 

Zizek, al insistir en su tesis, nos dice que probablemente surjan en la transición (post-pandemia) diversas formas de un “comunismo reinventado”, es decir en una etapa intermedia en que pueda vivirse “alejándonos” de la barbarie que trae consigo el capitlismo y acercándonos a formas más humanas de civilización. Esto sería ya un gran paso adelante pero depende de la misma lucha de clases. Aunque también podría ocurrir que nos acerquemos aún más a la barbarie exacerbada que ha impuesto el capitalismo, con formas más brutales de explotación económica, coerción político-estatal y manipulación de las conciencias a través de una cada vez más severa dictadura mediática. 

Por otro lado, Noam Chomsky, pensador profundo estadunidense, que ha culpado sobre todo a Donald Tremp por esconder información con la que contaba y por tomar medidas erráticas y a destiempo en su país, que ahora es golpeado rudamente, piensa que la pandemia actual por la que pasa el mundo significa “un colosal fracaso del mercado y de las políticas neoliberales que intensificaron los profundos problemas socioeconómico que vivimos”. 

 Añade: “Estamos ahora en una situación de verdadero aislamiento social. Hay que superarla recreando los lazos sociales de cualquier manera que se pueda hacer, de cualquier tipo que pueda ayudar a la gente necesitada. Contactando con ellos, desarrollando organizaciones, expandiendo el análisis. Antes de hacerlos funcionales y operativos, haciendo planes para el futuro, reuniendo a la gente como podamos en la era de Internet, para unirse, consultar, deliberar para encontrar respuestas a los problemas que enfrentan y trabajar en ellos, lo cual se puede hacer…” Noam Chomsky concluye diciendo: “Hay que encontrar otros caminos y continuar, y de hecho, extender y profundizar las actividades realizadas. Se puede hacer. No será fácil, pero los humanos nos hemos enfrentado a problemas en el pasado”. 

Es decir, parece una conclusión generalizada y consistente que la expansión de la pandemia en prácticamente todas las regiones del mundo se debe en buena medida  a un sistema económico que busca en primer término la expansión de las ganancias particulares o empresariales y no el beneficio de las personas. Muchos de los sistemas de salud pública,  en concurrencia con los privados, o donde los privados presentan una superioridad incontestable respecto a los públicos, están en un serio colapso ante la pandemia precisamente porque se encuentran desarmados o sin ninguna práctica preparación ante un fenómeno cuya inminencia se conoció meses antes de que se manifestara. Los sistemas de salud prefirieron evadir las responsabilidades antes de prepararse para un fenómeno que se había anunciado con suficiente anticipación. No había que invertir sin una presión ya existente, como mandan las buenas leyes del mercado, porque podía ser un desperdicio inútil. La ganancia antes que el bien común, sobre todo si el bien es para los privados y no para la colectividad. 

El criterio más coincidente respecto a la pandemia es que el tiempo posterior a la misma no podrá ser, ni mucho menos, idéntico al que prevaleció en épocas anteriores a la calamidad. No porque haya una revolución en sentido clásico, sino porque la sociedad en conjunto no podrá admitir más la misma prepotencia que ha demostrado el capitalismo hasta ahora. Muchos verán que el Estado es fundamental y que no se puede dejar el manejo de la sociedad a los privados, porque en sus manos sólo podemos esperar catástrofes como la actual, o mucho más graves. El mercado no, sino más bien el Estado, que normalmente, en las reales democracias, puede y debe ser dirigido con un criterio social mucho más rico, previsor y generoso, que el mercado que se comporta invariablemente con una cortedad de miras y un egoísmo que nuevamente han quedado demostrados con ocasión de la pandemia del coronaviruas. 

En la conclusión de su artículo, Atilio Borón nos dice: En todo caso –y más allá de si la salida a esta crisis será un “comunismo renovado”, como quiere Žižek, o un experimento híbrido pero claramente apuntando en la dirección del postcapitalismo–, respecto a la pandemia (como lo explican claramente un número creciente de intelectuales de gran prestigio, entre otros David Harvey, Vicenç Navarro, Alain Badiou, Fernando Buen Abad, Pablo Guadarrama, Rocco Carbone, Ernesto López y Walter Formento en artículos que circulan profusamente en la web) ha movido las placas tectónicas del capitalismo global y ya nada podrá volver a ser como antes. Además, nadie quiere, salvo el puñado de magnates que se enriquecieron con la salvaje rapiña perpetrada durante la era neoliberal, que el mundo vuelva a ser como antes. Tremendo desafío para quienes queremos construir un mundo postcapitalista porque, sin duda, la pandemia y sus devastadores efectos ofrecen una oportunidad única, inesperada, que sería imperdonable desaprovechar. Por lo tanto, la consigna de la hora para todas las fuerzas anticapitalistas del planeta es: concientizar, organizar y luchar; luchar hasta el fin, como quería Fidel cuando en un memorable encuentro con intelectuales sostenido en el marco de la Feria Internacional del Libro de La Habana, en febrero del 2012, se despidió de nosotros diciendo: “si a ustedes les afirman: tengan la seguridad de que se acaba el planeta y se acaba esta especie pensante, ¿qué van a hacer, ponerse a llorar? Creo que hay que luchar, es lo que hemos hecho siempre”. ¡Manos a la obra! 

La globalización neoliberal está llegando a su fin. Pero, como ya se ha dicho, el fenómeno no será motivado exclusivamente por la violencia del virus, sino por la capacidad política que muestren los dirigentes de los diversos países, si son capaces o no de terminar, o de variar fundamentalmente la economía de mercado. En otras palabras, la sociedad mundial se enfrenta hoy al reto de demostrar que es posible otra globalización y otro sistema económico, que pueda llamarse con toda legitimidad postcapitalista. La economía de  mercado ha demostrado un vez más, inclusive por la pandemia, su agotamiento prácticamente total, y también se ha demostrado que el mercado no es, por consiguiente, el “orden natural” de las cosas, y que el Estado puede y debe  entonces asumir un papel mucho más determinante en las sociedades, como también se ha demostrado con la pandemia que vivimos. 

Otra globalización es posible. El libre mercado ha demostrado su agotamiento prácticamente total. No es verdad que el mercado sea el “orden natural” de las cosas, motivo por el cual el Estado debe tener un rol mínimo, como sostienen los neoliberales. Es al revés, es el Estado quien, en conjunto, con los ciudadanos, en un régimen genuinamente democrático, ha de establecer las leyes y las normas de convivencia que permiten un desarrollo económico y social parejo para todos y sin privilegios infundados.

En México están ya presentes las fuerzas sociales suficientes para conducirnos, después de la pandemia, a una forma de post-capitalismo, alejándonos de una vez y para siempre de las tentaciones neoliberales, e inventando creativamente nuevas formas de organización social y política: las abundantes reservas sociales en favor de Andrés Manuel López Obrador serían más que suficientes para llevar a cabo ese fin, que también es un compromiso.

Necesitamos un nuevo contrato social. Esperemos que la actual pandemia refuerce la conciencia social ya existente, lo que constituirá una gran fuerza para la transformación económica y social. Existen fuerzas sociales para llevarla adelante. Pero hoy la tarea es poner todas nuestras energías para triunfar desde ahora, desde la cuarentena, oponiéndonos a aquellos que prefieren la muerte en nombre de la reactivación económica, como Bolsonaro o Trump. 

Tenemos que hacer todo lo posible por derrotar al virus, conociendo todas las deficiencias de nuestro sistema de salud, maltratado por 30 años de neoliberalismo, que priorizó la privatización de la salud sobre cualquiera otra consideración. No tenemos la suficiente cantidad de pruebas moleculares, ni de camas, ni de ventiladores. Nuestros médicos, enfermeras y personal de salud están agotados y mal pagados. Y una clase voraz sin remedio, lucha aún activamente por conservar sus privilegios. Opongámonos a ellos con toda energía.

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