Se les conoce como los héroes del momento. Hay países donde se organizan coros vecinales para aplaudirles, y los gobiernos, organismos rectores de la salud y agrupaciones civiles envían mensajes para resaltar y agradecer su esfuerzo, entrega y valentía. Pero no ocurre lo mismo en todos lados ni con toda la gente: los trabajadores de la salud están expuestos hoy al miedo irracional ante la pandemia del Covid-19, a la ceguera de la desinformación o exceso de datos y a la ignorancia y rechazo no pocas veces majadero e incluso violento.
Y no es sólo un fenómeno de la calle o de su entorno social. Prejuicios y discriminación existen aun dentro de los nosocomios hacia quienes están en la primera línea
de atención a pacientes sospechosos o confirmados de coronavirus.
A condición de guardar el anonimato, incluso sobre cuál es el hospital donde laboran, aquí están algunos testimonios:
La doctora K
, epidemióloga, deja a un lado las largas horas de trabajo en un hospital del norte del país, y expone: “Llegué a mi casa a las 11 de la noche –tras una jornada de 16 horas– y un vecino que estaba afuera con su niño en bicicleta, en cuanto me vio le dijo: ‘oye, ¡métete, métete!’ Saludó con un ‘buenas noches’ y ¡vámonos! Y no ha sido la única vez ni sólo eso.
“El rechazo social empieza desde nosotros mismos. Si recibimos a un sospechoso en mi área, eso nos convierte en personal de riesgo, y si alguno de nosotros tose, surge la estigmatización. Así lo resienten los especialistas y trabajadores de la ‘primera línea’.
Y ese miedo está afuera y adentro, pues tememos contagiar a los nuestros. Es un círculo vicioso, ya que el rechazo ocurre también cuando vas a hacer tus compras o llegas a casa. Ya hay compañeros que se aislaron y viven en otros lugares
.
Vivimos una situación de miedo que paraliza. Nuestra percepción es que los trabajadores de la salud somos vulnerables por estar además ante la falta de insumos, que no llegan o lo hacen muy tarde, y cuando finalmente arriban los sobrestimamos y creemos que nos blindarán, pero sin capacitación o personal caemos en riesgo de infectarnos por mal uso.
En un hospital del IMSS de la colonia Del Valle, M
es enfermera en el área Covid-19. Y manifiesta: “en la calle sientes el rechazo. Hay gente que piensa que la vamos a contagiar. A las señoras que nos ven feo les digo: ‘no tengas pendiente, yo también llegaré a ver a mis hijos y a mis padres. Lo que menos quiero es contagiarlos’.
“Nos hemos pasado la voz de que es mejor irnos con pants, de civiles y así evitar que nos agredan.
“Muchas veces la violencia inicia en el hospital. El paciente aislado siente una soledad y una depresión terribles. Si a eso se suma la enfermedad, cae en angustia y ansiedad incontrolables y puede llegar a la agresión.
“No tomamos muy en cuenta que nos avienten el café, que nos digan ‘infectadas’, pero sí quiero manifestar: desde antes de la pandemia, muchos usuarios nos dicen: ‘¡por mí tragas!’ (con esas palabras), para exigir atención. El sector de enfermería siempre ha sido vulnerado.
“Una cosa es real: también hay agresión de las autoridades: seguimos sin el material adecuado y suficiente. Compramos nuestros uniformes quirúrgicos; además del overol que nos hace sudar muchísimo, al área Covid-19 le da el sol por todos lados y más a los monitores, ventiladores y la población hospitalizada; es muy difícil trabajar en esas condiciones.
“Revisen muy bien esto que digo, porque podría ‘perderse’ parte del equipo enviado por el gobierno. ¡Lo he visto antes; tengo 20 años en el IMSS!”
La doctora W
es urgencióloga en un hospital de Nuevo Laredo, Tamaulipas. Señala: Fui al banco. Por obvias razones iba con uniforme quirúgico y todo el equipo de protección necesario. Mientras hacía fila con sana distancia, salió un gerente y me pregunta a qué voy. Se lleva mi identificación y tarjeta para imprimir el estado de cuenta. Y, para el otro trámite, ordena al guardia, luego de salir los tres clientes ya adentro, que yo debía pasar sola, y que sólo hasta después de mi retiro, podían pasar los demás...