Jesucristo murió aislado, como ocurre con muchos pacientes del nuevo coronavirus, durante la representación de la Pasión de Cristo que cada Semana Santa se organiza en el populoso barrio de Iztapalapa, a la que este año no fueron convocados espectadores por la emergencia sanitaria del Covid-19.
La función se realizó con los actores esenciales y fue transmitida por televisión.
El añejo espectáculo no es ajeno a las plagas. Según la tradición, comenzó en el siglo XIX cuando los pobladores de Iztapalapa pidieron al Señor de la Cuevita, una imagen de Cristo que se sigue venerando hasta la fecha, que acabara con una epidemia de cólera. Como agradecimiento, prometieron escenificar anualmente su sacrificio.
En contraste, en Chiapas, algunas comunidades de indígenas tzotziles desafiaron la cuarentena, realizando procesiones y Viacrucis en cinco municipios; en el poblado de San Juan Cancuc una tradicional feria convocó a cientos de personas, y en el de San Juan Chamula, los mayordomos (una especie de consejo de ancianos) encabezaron como siempre las celebraciones de Semana Santa.
En otros estados del país, donde casi 90 por ciento de las personas se identifican como católicas, se celebró la Pascua sin la presencia de fieles.
Así, este Domingo de Resurrección se ofició una misa sin presencia de devotos para pedir a la Virgen de Guadalupe, patrona de México, protección contra el coronavirus.
Durante la celebración, realizada en la Basílica de Guadalupe, Franco Coppola, nuncio apostólico en México, leyó un mensaje del papa Francisco para la región.