Por los diarios, nos enteramos de que el inmenso flautista Horacio Franco se contagió de Covid-19 y apenas inició su convalecencia, recogimos la voz salvadora de su optimismo:
–Horacio, ¿te dio miedo morir? ¿Sentiste que tú o Arturo podían fallecer?
–La verdad no tuve miedo de morir porque, finalmente, hay una condición de salud mía y de cuidados que, tú sabes muy bien, son la buena alimentación, el ejercicio, que no tengo diabetes ni enfermedades degenerativas ni crónicas ni nada; gracias a eso tengo un seguro médico pagado por todos esos hábitos.
“Nunca me sentí tan mal como para haber decretado que me podía morir. Con Arturo fue un poco diferente, porque tiene asma, que se le manifiesta más o menos en diciembre, o en enero y febrero, cuando florea el fresno. La Ciudad de México está llena de estos árboles, y él se pone muy mal de los pulmones. Arturo sí me dio más miedo y mucha más precaución, porque está resentido de los pulmones en estas épocas, pero está muy bien.
“Una vez pasados los días críticos no tuve miedo, ni por mí ni por Arturo, porque la lógica no funciona así. Soy muy cerebral, muy lógico, muy de pensamiento cartesiano. Finalmente, la lógica y el sentido común me dicen: ‘Tú, Horacio Franco, te compraste un seguro de vida al alimentarte tan bien, al ser tan sano, al no tener malos hábitos’, y Arturo también, quien se cuida mucho del asma que padece, de su alergia, entonces no me habría cuadrado el audio con el video de ponernos muy mal…”
–¿Es cierto que escogiste la flauta porque tu familia no podía comprarte un piano?
–Exactamente. Elegí la flauta porque es el instrumento que me tocó interpretar en la secundaria. Mi mamá, aparte de que no podía comprarme un piano, no quería que estudiara música. Tuve que seguir con la flauta por gusto y por necesidad porque como adolescente de 11 años, tenía una necesidad enorme de dedicarme a la música. Era un llamado absoluto a querer ser músico. Esa pasión y mi resolución me hicieron seguir con la flauta.
–¿Si fueras menos voluntarioso, si tuvieras menos carácter, la hubieras dejado?
–No, Elena, siempre, desde niño, tuve mucho carácter, si hubiera sido menos voluntarioso, hubiera aceptado mis circunstancias: ‘No, pues no me compraron un piano, pues mejor me dedico a otra cosa’, pero el llamado de la música clásica fue demasiado fuerte e imborrable. Día y noche pensaba en la flauta…
–Le contaste a Pablo Espinosa que haces música como una celebración de la vida; ahora mismo, además de estar vivo, después de contagiarte en Nueva York, además de conservar tu propia vida, ¿qué celebrarías en México?
–A nuestro pueblo. Hay un pueblo que ya no se chupa el dedo, que ya no se deja manipular por la opinión pública convencional y tradicional que pretende derrocar al gobierno de Andrés Manuel. Contamos con un pueblo crítico, pero también con una parte de la clase media que tiene que entender que esto es una cuestión de un sacrificio de toda esa clase media, de todas las comodidades y lujos con las que tú y yo contamos para poder equilibrar esta brecha entre ricos y pobres, que es un deshonra para México…
–Hoy por hoy, Horacio, a nosotros como país no nos ha pegado tan duro la epidemia…
–Sí, tenemos que tener en cuenta que ahorita, hoy por hoy, tenemos que celebrarlo, porque podemos salir adelante con disciplina y con entereza y no desuniéndonos como pueblo.
–Hasta ahora la obediencia de los mexicanos es ejemplar. He comprobado que muchísimos amigos no salen de su casa y, si tienen que hacerlo, usan cubrebocas…
–Celebraría, hoy por hoy, en México, que tenemos un gobierno con autoridades de salud muy calificadas, que nos están dando muy buena información y que han sabido prevenir toda esta pandemia, y que tenemos un presidente que sí está viendo por los intereses del pueblo de México, no por quedar bien con las clases altas que siempre han sido altas y no van a perder más que una parte de su riqueza, pero van a seguir siendo ricos…
–Para ti, Horacio, que te cuidas tanto, que te alimentas bien y haces ejercicio todos los días –al viajar contigo he visto que hasta buscas gimnasios en Tijuana, en San Diego, en Laredo, cuando hemos ido invitados por el consejero cultural Enrique Cortázar–, ¿qué significó enfermarte de coronavirus? ¿Crees que en México recibiste buena atención médica?
–Sí, por supuesto que sí. Después de que supe que me estaba dando coronavirus, obviamente mi instinto de supervivencia me hizo oír muy bien a mi cuerpo, enterarme de que yo estaba enfrentando una enfermedad nueva a la que no sabía cómo iba a reaccionar.
–¿No sabías qué iba a pasarte?
–No sabía qué rumbo iba a tomar mi vida, no sólo qué iba a pasar, y esa incertidumbre, en un momento dado te atemoriza, pero tu instinto de supervivencia es más fuerte. Soy un hombre racional, lógico, pensante, tú has visto mis reacciones, no tengo enfermedades crónicas, me cuido, nunca he buscado enfermarme de diabetes o de hipertensión, mi manera de comer es sana, mi régimen de vida es muy bueno, y ese mismo régimen me hizo entender que al cuerpo hay que oírlo, entenderlo.
–¿Duermes bien? ¿Comes bien?
–Te repito, al cuerpo hay que escucharlo; no puedes darle lo que no tienes. Con Covid-19 no puedes hacer ejercicio, ni ir al gimnasio porque te agotas; es una enfermedad que te deja un cansancio espeluznante, como te dije hace ratito, es una gripa multiplicada por 100 o por mil, obviamente no tienes ganas de hacer nada. Sin embargo, he recuperado poco a poco la energía. Voy a empezar en un par de días, tal vez tres, tal vez cinco, tal vez siete, cuando mi cuerpo me diga. No voy a forzarme, haré ejercicio cuando mi cuerpo pueda. En mi casa voy a continuar con el aislamiento obligatorio. Seguiré encerrado 15 días después de que empiecen a desaparecer los síntomas. Haré ejercicio primero en casa y después en el gimnasio, y cuando acabe toda esta pesadilla para México y para el mundo, retomaré nuestra vida normal con otros cuidados.
–Todo habrá cambiado.
–El mundo como lo conocimos dejó de existir; muy probablemente todas las dinámicas sociales, culturales, económicas cambien mucho con esto y vamos a tener que afrontarlo. Yo supe encarar la enfermedad oyendo a mi cuerpo, porque uno de los grandes errores que cometí fue no escucharlo cuando tuve esta tos constante y esta ronquera que padecí y se acentuó con los aires acondicionados de los aeropuertos a los que no di importancia hasta que, finalmente, a pesar de toda la lógica de mi alimentación y de mi fortaleza física, me volví vulnerable a que me diera coronavirus.
–Querido Horacio, siempre te he visto de buenas, incluso en las peores circunstancias. Recuerdo en Tijuana, cuando diste varios conciertos invitado por el cónsul Cortázar, se te venía la gente encima en el teatro y nunca te vi hartarte, mucho menos ningunear a nadie. Me conmoviste, porque es común que muchos artistas se encierren en su camerino después de la función, salgan al encore y después, adiós a todos. ¿Crees que tu buena disposición a los demás también tiene que ver con tu salud espiritual?
–Para mí, esa pregunta vale oro, porque tu recibes lo que das a la gente. Es muy importante que entiendas que tú y yo, como artistas –porque también lo eres–, damos lo mejor de nosotros mismos. Cuando escribes un artículo o cuando hago música damos lo mejor de nosotros mismos para ofrecer un momento de placer estético, de reflexión; en tu caso, Elena, buena información; en el mío, un buen concierto. Tú estás trabajando con emociones, con sentimientos y la gente responde conforme a lo que le das.
“En este país, la gente es muy sensible al arte, a la literatura, a la cultura; entonces, yo, tú como artista, dar lo mejor de ti, te hace feliz, porque, finalmente, los artistas –lo sabes tan bien como yo– vivimos de lo que nos gusta, hacemos lo que nos gusta y todavía nos aplauden, nos honran, nos dan premios, nos dan alegría y caricias, y eso nos hace gente muy feliz; ese nivel de amor, porque finalmente la felicidad es amor, hace que tu sistema inmunológico, tu sistema de defensas, funcione mejor que el de una persona que se la vive enojada con la vida. Los artistas, reaccionamos bien porque amamos nuestro trabajo, porque tú sabes que hay muchos que no aman lo que hacen, políticos, sacerdotes, banqueros, tamaleros. Cuando no amas lo que haces se afecta tu sistema inmunológico y te pueden venir enfermedades crónico-degenerativas.
“Tengo un nivel de felicidad y de amor por la gente que me salva de todo. Cuando crees en el amor y en la espiritualidad, aunque soy ateo, pero mi nivel espiritual es muy alto, creo que cultivo a todas horas una emoción implícita de dar algo bueno y recibir amor a cambio. Cuando supe que tenía coronavirus pensé: ‘¡Híjole, para dónde voy?’ Supe de inmediato que la vida pende de un hilito, pero también me repetí a mí mismo: ‘Tú ya la hiciste, tu forma de ser y de pensar es tu fortaleza máxima’. Además, mira lo que nos está sucediendo a todos en México. Aunque estamos encerrados y no nos vemos, estamos más unidos que antes. ¡Ya la hicimos ¿no?”
–Muchas gracias, Horacio.