Wuhan. La peluquería de Ah Ping está abierta pero los clientes brillan por su ausencia. La pesadilla del coronavirus terminó en Wuhan, pero la vida está lejos de recuperar su normalidad en la ciudad china donde irrumpió la Covid-19.
En su salón de belleza, en medio de los asientos vacíos, Ah Ping desespera por ponerse a trabajar, ahora que la metrópolis de 11 millones de habitantes dejó atrás los 76 días de confinamiento.
Pero el miedo al virus, que mató a más de 2 mil 500 personas en esta urbe, sigue presente.
"Cuando la gente salga las infecciones probablemente aumentarán. Tengo mucho miedo", admite Ah Ping, de 43 años y que utiliza un pseudónimo.
Aunque desde el miércoles, los habitantes de Wuhan están autorizados a salir de la ciudad, las escuelas siguen cerradas, los restaurantes sólo preparan comida para llevar y decenas de barrios residenciales han tenido que volver a imponer el confinamiento.
Los vecinos tienen que recuperar en su teléfono un código QR de color verde para demostrar que tienen buena salud. Sin esta clave, no se puede salir de casa, ni circular en transportes públicos ni acceder a la mayoría de sitios.
Por ello, las calles están vacías y la vuelta a la normalidad parece lejana.
Pero para los comerciantes como Ah Ping, la reanudación de las actividades es vital. El peluquero pagó sus tres meses de alquiler en enero, justo antes de la imposición de la cuarentena, y tendrá que pagar de nuevo en los próximos días.
"¿Se da cuenta? Pagué 15 mil yuanes (cerca de 2 mil 100 dólares) de alquiler sin tener un solo cliente", se queja.
Vuelta a la cuarentena
En el resto del país los habitantes salen siempre con una máscara, pero la vida retoma su curso poco a poco.
En Wuhan en cambio, las autoridades parece temer un nuevo brote después de poner fin al confinamiento.
El ayuntamiento volvió a imponer la cuarentena en 70 barrios residenciales, de los 7.000 de la ciudad, después de detectar a varias personas "asintomáticas" con COVID-19.
En su pequeña tienda Zhou, una vendedora de 59 años, explica que la gente ni siquiera se atreve a salir a comprar y prefiere encargar a distancia.
Ella misma teme desplazarse por la ciudad. Sólo sale cuando no le queda alternativa, y siempre con un traje de protección, máscara y guantes.
"Es realmente muy duro en estos momentos. Conozco a gente que se infectó. Da mucho miedo", dice esta mujer que solo quiere dar su apellido.
La circulación se reanudó el miércoles con autobuses y taxis, pero muchas barreras impiden acceder a determinados lugares.
"Las medidas de cierre no se han levantado, no en los barrios residenciales. La situación no ha cambiado mucho", resume Zhou.
Regreso difícil
El balance diario de nuevos contagios casi cayó a cero pero en Wuhan nadie confía en los datos oficiales.
Muchos pobladores no pueden salir de su vivienda por carecer del código QR necesario: su teléfono permite seguir sus movimientos y saber si viven en sectores de alto riesgo o han pasado cerca de ellos.
Esto impide que miles de trabajadores migrantes vuelvan a las regiones industriales del sur y del este del país.
Y cuando consiguen volver al trabajo, los "héroes" de Wuhan ensalzados por la propaganda oficial tienen que someterse a menudo a una nueva cuarentena de dos semanas.