Río De Janeiro. Acorde a lo que venía insinuando desde hace días, ayer Jair Bolsonaro decidió cesar a su ministro de Salud, Luis Henrique Mandetta, pero fue convencido de no hacerlo por dos de los generales que lo rodean, Luis Eduardo Ramos, ministro de Gobierno con fuerte influencia sobre el presidente, y Walter Braga Netto, de la Casa Civil, quien hace días asumió el rol de coordinador operacional
en esta etapa de fuerte crisis.
La razón que llevó al político ultraderechista a tomar la decisión inicial fue la insistencia con que Mandetta acata lo que determinan la Organización Mundial de Salud, los científicos, médicos e investigadores.
Al mediodía, Bolsonaro convocó una reunión de todos sus ministros. De inmediato circularon por Brasilia rumores emitidos por asesores del presidente indicando el cese del ministro, mientras se barajaban nombres de eventuales sustitutos.
Al avanzar la tarde, faltando poco para la reunión, los generales Ramos y Braga Netto se reunieron con Bolsonaro.
Le advirtieron de forma contundente que cesar a Mandetta a estas alturas, cuando el ciclo de la pandemia entra con fuerza en su espiral ascendente, tendría un impacto negativo de proporciones incalculables, además del impacto en la opinión pública. También le recordaron que la popularidad de Mandetta es más del doble que la suya, y que 76 por ciento de los brasileños aprueban la acción del Ministerio de Salud.
De forma explícita afirmaron que la guerra abierta por el presidente contra prácticamente todos los gobernadores, con destaque para los de Río y San Pablo, los dos estados más ricos de Brasil, alcanzaría niveles extremos.
Y para concluir, le hicieron recordar que el Ejército respalda a Mandetta.
El movimiento de los generales Braga Netto y Campos de cierta manera fue estimulado por el ministro de Salud.
En la noche del domingo, tan pronto vio cómo Bolsonaro decía a seguidores acarreados hacia la entrada de la residencia presidencial que algunos ministros se creían estrellas
y que su hora llegaría, Mandetta llamó a ambos. Les dijo que la situación era insostenible, que no renunciaría y que era urgente que Bolsonaro asumiese una decisión en lugar de lanzar amenazas.
Cuando quedó claro que el presidente Bolsonaro no tenía otra salida que acatar la presión de los militares, empezaron las negociaciones en la otra punta. Y al final de la tarde el Ministerio de Salud anunció que, a partir del lunes 13, podrán ser flexibilizadas en algunos puntos del país las medidas de cuarentena actualmente aplicadas, siempre atendiendo a criterios técnicos y bajo riguroso análisis.
Bolsonaro podrá decir que logró doblegar a su ministro. Pero él sabrá, mejor que nadie, que su espacio, ya bastante reducido, ahora se encogió a punto de prácticamente transformarlo en figura meramente decorativa.
Con eso, se profundiza más la crisis de gobernabilidad en Brasil. Y la tendencia es que con el avance de la crisis y el tiempo crezca la participación de los generales en la toma de decisiones.