Guadalajara, Jal. Fundado en 1781, El Santuario es uno de los barrios más antiguos de Guadalajara. Durante años fue por sus templos y casonas –además de las fondas que vendían comida típica tapatía: pozole, tostadas, buñuelos y tortas ahogadas– sitio atractivo para los lugareños y turistas. Actualmente es referente nacional por otra causa: es punto principal del comercio ilícito de medicamentos y en sus calles o farmacias se pueden adquirir todo tipo de fármacos y tratamientos sin receta ni vigilancia gubernamental.
Este barrio nació con la iglesia de Nuestra Señora de Guadalupe y muchas de las viviendas que lo forman fueron construidas en el siglo XIX con estilo churrigueresco o barroco. Está a ocho calles del Palacio de Gobierno y de la catedral.
Una de las principales avenidas de la ciudad, Fray Antonio Alcalde, lleva a los atractivos turísticos más importantes del barrio: el Museo Panteón de Belén, el mercado y el Hospital Civil, y a un sinnúmero de farmacias y puntos donde se ofrecen sin reserva ni receta supuestas medicinas para combatir enfermedades como diabetes, asma, hipertensión y cáncer, incluso pruebas para la detección del VIH.
En calles como Liceo, General Arteaga, Francisco Zarco, González Ortega y Joaquín Angulo, entre 2011 y 2017 personal de la extinta Procuraduría General de la República y de la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (Cofepris) incautaron casi 100 toneladas de medicamentos falsificados, caducos o robados.
En meses recientes, representantes de laboratorios han denunciado ante la Fiscalía General de la República (FGR) que integrantes del cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG) obligan a propietarios de pequeñas y medianas farmacias a vender medicinas falsificadas en los estados de Guanajuato, Jalisco, Guerrero y Michoacán.
De farmacias, sólo la pinta
Habitantes de El Santuario aseguran que las fondas han desaparecido mientras el número de farmacias crece. La mayoría de estos comercios muestra pocos fármacos, pero muchos jabones, champús y otros productos de higiene personal.
Eso contrasta con lo que se ofrece en carteles colocados en paredes o pequeños caballetes sobre las aceras: listas de ofertas que incluyen medicamentos de venta restringida. No importa, todo se puede conseguir, desde pastillas para combatir la fiebre en niños hasta equipos para diálisis
, dice un empleado del negocio ubicado en la esquina de Hospital y Pedro Loza.
Aquí se ofrece la amoxicilina de 500 miligramos en 50 pesos, un antibiótico de amplio espectro que se utiliza para combatir la pulmonía, gonorrea, salmonela y que requiere receta médica para su adquisición. Se le indica al dependiente que no traemos una y responde que no es necesario. Te vendo dos cajas, 50 pesos cada una; si necesitas más, sin problema
.
Se buscó certificar que se trataba un medicamento original. El empaque trae un logotipo impreso, el de un laboratorio que se localiza en Tlaquepaque, pero el diseño en la caja no corresponde con las imágenes que la empresa tiene en su catálogo por Internet. Se mostró uno a un empleado de la compañía y aseguró que formó parte de un lote genuino mientras preguntó: ¿Dónde lo consiguió?
Al responderle que la amoxicilina se adquirió en una farmacia en el barrio El Santuario, dijo: Pudo ser parte de un cargamento robado. Hemos tenido sustracción de carga, a lo mejor por eso se lo dieron barato. No ande comprando medicina sin receta
.
En El Santuario, cualquier esquina puede ser un punto de compra-venta de medicamentos. En los cruces se colocan grupos de hombres –jóvenes, en su mayoría, aunque también hay personas de más de 50 años– que se movilizan en bicicleta o moto, la mayoría trae su celular en mano y al paso de los automovilistas o peatones ofrecen “medicamentos… medicamentos… pregunte”.
Los consumidores van y vienen todo el día. Quienes acuden a pie esperan unos minutos en las mismas aceras donde se colocan quienes ofrecen medicamentos. La mayor parte de los clientes acude con ellos. Las bicicletas y motos facilitan que el negocio se realice de manera rápida e impide que alguien ubique las bodegas.
Algunos vendedores también actúan como cualquier viene viene o franelero. Tramos completos de la vialidad son apartados con cubetas, conos, botes o cajas de cartón, si algún probable comprador llega le permiten estacionarse mientras hacen negocio.
La siguiente es parte del diálogo con un joven que se identificó como Ricardo:
–¿Qué buscan?
–Nada, gracias.
–Ándenle, para que den batalla, ya tenemos viagra o cialis. Baras.
Ambos productos se utilizan para combatir la disfunción eréctil. Aunque el segundo también se emplea contra la hiperplasia o agrandamiento de próstata.
El vehículo avanzó unos metros. Se detuvo y los ocupantes llamaron al hombre.
–¿En cuánto el cialis?
–Con cuatro cápsulas, 200 varos. ¿Cuántos quieres?
–Oye, y clonazepam, ¿tienes?
–Sí. Consulto el precio.
Llamó por teléfono, el medicamento para combatir el padecimiento prostático llegó de inmediato. Sin caja, con color distinto al original, las marcas en las pastillas tampoco correspondían. En la farmacia el producto original con cuatro pastillas cuesta en promedio mil 200 pesos.
El clonazepam tardó un poco más. Uno de sus compañeros de esquina y negocio se fue volado, porque es para ahorita
, le dijo. En menos de cinco minutos estaba de vuelta, el costo fue de 180 pesos, 10 más que el precio marcado en la caja. En las farmacias donde se vende legalmente se solicita receta médica para su compra. El producto que se adquirió tiene logotipos y marcas distintas al que produce un laboratorio en la Ciudad de México.
Tras cobrar, Ricardo se despide y entrega una tarjeta con su número telefónico a sus clientes: Para lo que se ofrezca, también los llevamos a domicilio
.
Margarita, una habitante de la zona, afirma que hace mucho que ya no vamos a las fondas, pues ha subido mucho la inseguridad. En el día venden supuestas medicinas sin control, por la noche hay robos, sobre todo a los vehículos que están en la calle. Y las autoridades se preocupan más por levantar infracciones a quienes se estacionan en lugares prohibidos
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