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Jorge Ibargüengoitia, instrucciones para leer la realidad / La Semanal

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22 de marzo de 2020 10:56
 
Jorge Ibargüengoitia (Guanajuato, 1928-España, 1983) es uno de los más trascendentes y originales escritores del siglo xx. Con su visión sarcástica de la vida abordó con humor y desasosiego múltiples géneros: novela, cuento, dramaturgia, artículo periodístico, crítica de teatro, ensayo y relato infantil. La ironía caracterizó su obra –en la que destacan 'Las muertas', 'Instrucciones para vivir en México', 'El atentado' y 'Los relámpagos de agosto'–, galardonada con premios como el Casa de las Américas en dos ocasiones y el Internacional de Novela México en 1974.

El despliegue del humor negro

La potencia literaria de Jorge Ibargüengoitia (Guanajuato, 1928-Mejorada del Campo, España, 1983) reside en insuflar humor en los aspectos más siniestros del acontecer mexicano, sin dejar a un costado la vida cotidiana que en nuestro país se convierte en epítome del absurdo. A la vez es el reflejo de múltiples realidades de carácter universal. Estas ruinas que ves, Ideas en ventaInstrucciones para vivir en MéxicoSálvese quien puedaDos crímenesLos relámpagos de agostoMaten al leónMisterios de la vida diaria¿Olvida usted su equipaje?La casa de usted y otros viajes, La ley de HerodesLas muertasLos pasos de López y Viajes en la América ignota, entre otros libros, resultan un despliegue genial de sarcasmo, crítica mordaz, ironía, lucidez y un rechazo natural hacia la ineptitud.

“Acudió a la risa como tribunal supremo de la inteligencia. Un Evelyn Waugh extraterritorial”, dijo Juan Villoro. Por otra parte, David William Foster –hispanista de la Arizona State University– escribió sobre Ibargüengoitia en 1985: “No es exactamente un escritor marginal: es, a mi entender, el único novelista latinoamericano en ganar el prestigioso Premio Casa de las Américas en La Habana en dos ocasiones, una por su novela Los relámpagos de agosto (1964) y otra por su obra teatral El atentado (1963).” También obtuvo las becas del Centro Mexicano de Escritores, de las fundaciones Rockefeller, Fairfield y Guggenheim.

En El atentado Ibargüengoitia recreó el magnicidio del general Álvaro Obregón a manos de José de León Toral. Creó “un complicado y burlón juego de manipulaciones maquinadas desde las más oscuras entrañas del poder político y eclesiástico en México”.

Sergio González Rodríguez afirmó: “Jorge Ibargüengoitia se disgustaba al oír que alguien le etiquetaba como escritor ‘humorístico’, y también cuando alguien que deseaba elogiarle decía que se había ‘reído mucho’ al leer su obra. Aclaró más de una vez que su tarea era ‘presentar la realidad como la veo’. Una realidad que, en el fondo, como dijo también de la materia de Las muertas, le repugnaba.”

Fue un minucioso viajero. “Basta verlo en fotografías o mirarlo en el recuerdo para confirmar que Jorge Ibargüengoitia viajaba con México sobre los hombros, filtrado en las retinas”, escribió Jorge f. Hernández sobre las travesías del escritor en “La patria a cuestas”.

Armando González Torres recuerda que Ibargüengoitia “picó piedra en el medio teatral. Luego de su decepción ante sus pocos logros y muchos obstáculos en ese terreno pasó con gran éxito a la narrativa. También cultivó el periodismo, publicó centenas de artículos y ejerció una crítica de las costumbres con una mirada tan amarga como festiva”.

Un ejemplo de esa mirada está en Viajes en la América ignota. Subrayé: “La Revolución mexicana es como una madre amorosa y tan ciega como una de ellas. Al hijo suyo que escoge para querer, lo quiere de veras, sin importarle ni el mérito que tenga, ni la calidad de su inteligencia.”

Ibargüengoitia dijo sobre su quehacer: “Los artículos que escribí, buenos o malos, son los únicos que puedo escribir. Si son ingeniosos es porque tengo ingenio, si son arbitrarios es porque soy arbitrario y si son humorísticos es porque así veo las cosas, que esto no es virtud ni defecto, sino peculiaridad. Ni modo. Quien creyó que todo lo que dije es en serio es un cándido y quien creyó que todo fue broma es un imbécil.”

El escritor fue esposo de la pintora inglesa Joy Laville: juntos se fueron a vivir a París a finales de la década de los años setenta del siglo xx, recuerda Víctor Núñez Jaime en “El humor en serio”. En 1983 Ibargüengoitia fue uno de los invitados al Primer Encuentro de Cultura Hispanoamericana en la capital colombiana. En su casa parisina trabajaba en una novela que se titularía Isabel cantaba. Le pareció oportuno asistir al congreso. El avión Boeing 747 que lo llevaría a Bogotá hizo una escala en Madrid y, poco después del despegue, se estrelló en Mejorada del Campo el 27 de noviembre de 1983.

Ibargüengoitia viajaba al encuentro cultural con otros escritores latinoamericanos: el peruano Manuel Scorza, la argentina Marta Traba y su esposo, el uruguayo Ángel Rama. Con ellos estaba la pianista catalana Rosa Sabater.

La tragedia del vuelo 011 de Avianca en el que murieron 181 personas y sólo sobrevivieron once, implicó también que una obra quedase truncada por la fatalidad. Significó la súbita desaparición de una de las plumas más transgresoras de la literatura hispánica contemporánea.

 

Las muertas: la anticipación del horror

 

Laura Alicino –doctora en filosofía por la Università di Bologna, investigadora en el área de literatura latinoamericana y estudios culturales– estudió la novela Las muertas. La percibe como una anticipación grotesca del horror que invade a México actualmente. Suscribo su planteamiento.

Ibargüengoitia se basa en un acontecimiento de la nota roja de la década de 1960: el caso de “las Poquianchis”, las hermanas Delfina, María de Jesús, María del Carmen y María Luisa González Valenzuela. Se dedicaban a la administración
de burdeles a los que llevaban y obligaban a trabajar como prostitutas a diversas mujeres, engañadas con la promesa de un trabajo. El caso se descubrió por el escape de una cautiva. Durante las investigaciones se descubrieron detalles escalofriantes. En el burdel principal, La Barca de Oro, en Guanajuato, se encontró una fosa clandestina con ochenta cadáveres de mujeres, once de hombres destacados de la burguesía mexicana y múltiples fetos. “Si lo consideramos desde un punto de vista actual, este caso y su reelaboración por parte de Ibargüengoitia representan casi un anticipo grotesco del cementerio a cielo abierto que se volverá México en los años siguientes”, escribió la doctora por la Università di Bologna.

“Ibargüengoitia, con el humor negro que le pertenece, nos regala un texto extremadamente inteligente en el que logra mezclar la trama policial no sólo con la crónica, sino también con el discurso de la justicia y de la ley”, aseveró Alicino. En Las muertas, las Poquianchis, llamadas Arcángela y Serafina Baladro, administran burdeles.

En The Thruth (2009) [La verdad], Charlotte Lange –recuerda Alicino– devela de qué manera Las muertas está relacionada con el new journalism [Nuevo periodismo] estadunidense “teorizado por Tom Wolfe (1973), y se configura como una parodia de las técnicas narrativas del periodismo narrativo, como A sangre fría (1966) de Truman Capote. Hay que destacar, de hecho, por
lo menos dos funciones en la novela. Desde el punto de vista temático, su intento es parodiar el modo en que la noticia había sido tratada en los medios de comunicación y mostrar la falacia del sistema de justicia mexicano y su corrupción endémica. Desde el punto de vista metanarrativo, hay también un intento por problematizar la relación entre realidad y ficción en la escritura, puesto que la verdad siempre puede ser manipulada a través del lenguaje”.

Alicino concluye que mientras la forma del texto es compleja, el contenido es simple: varios testimonios reconstruye-n un caso real. “Sólo en la penúltima página de la novela aparece el indicio [de] que, por un lado, pone punto final a la parodia de la fórmula periodística y, por otro, le da al texto su definitivo valor referencial. Se trata de la fotografía, publicada también por el periódico ¡Alarma!, en la que aparecen las Poquianchis y sus víctimas. Observamos, sin embargo, que la foto que se encuentra representada en la novela es una imagen reflejada con respecto a la original. Los rostros de las mujeres [en el libro] se han borrado; no se distinguen los rasgos faciales que se aprecian en [¡Alarma!], que han sido reemplazados por números. Se trata probablemente de un recurso más para problematizar simbólicamente la deshumanización de las víctimas de extrema violencia que es una realidad muy actual del México contemporáneo.” La doctora en filosofía por la Università di Bologna escribió: “Al más puro estilo ibargüengoitiense, la novela casi parece una anticipación grotesca del horror que invadirá a México en los años siguientes. El legado, por supuesto doloroso, que la novela nos deja hoy es acaso una pregunta: ¿adónde se ha quedado el humor?, ¿es todavía una vía posible?”

La ironía permite analizar con distancia crítica y agudeza. “Corroe y revela todos los límites de la retórica y de la realidad. Lo grotesco muestra la caducidad de la realidad. La ironía es para Ibargüengoitia la vía mediante la cual puede mostrar el caos mexicano, que no pretende ser una síntesis de los extremos. Tal vez, en un sentido más profundo, Ibargüengoitia quiere demostrar la posibilidad de que existe un lugar donde se pueden presenciar simultáneamente esos extremos.” El dilema se complica porque en una ocasión Ibargüengoitia afirmó: “El humor es algo que yo francamente no sé qué es.”

“Los hechos más inverosímiles desatan la capacidad de reinvención del autor de Las muertas, donde la tierra aparece con todo su peso temporal y la ignorancia imposibilita toda modernidad. El libro es el reverso imprescindible de Pedro Páramo”, fue la comparación de González
Rodríguez.

Sólo Ibargüengoitia, a través de un solo caso, podía anticipar en 1977 el desgarro, la conmoción y la barbarie que imperan actualmente en México. Pero entre las ruinas y la intranquilidad permanece el humor indefinible.

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