Moscú. Mientras el número de contagiados aumenta lenta pero inexorablemente en este país, sobre todo en su capital, el gobierno de Rusia sigue tomando medidas para frenar la propagación del Covid-19, sin duda razonables ante la magnitud de la catástrofe sanitaria en el mundo, menos una que al día de hoy parece decisión inamovible: no posponer la “votación popular” que debe ratificar la entrada en vigor de la Constitución hecha por y para el titular del Kremlin, Vladimir Putin.
El mandatario ruso firmó el martes anterior el decreto que establece que dicho evento de masas se llevará a cabo el 22 de abril siguiente, aunque deja abierto un pequeño resquicio para mover la fecha “si la situación lo amerita” y hasta se especula que estaría considerando como alternativa el 12 de junio, fiesta nacional de Rusia. A la vez, este miércoles al llegar a Crimea, Putin admitió que no se excluye que la votación se haga por Internet y hasta llevando las urnas a las casas de quien no tenga o no sepa como manejar una computadora.
Es inescrutable cuántos infectados y personas en cuarentena habrá en el país dentro de un mes y cuatro días como para que la situación amerite aplazar la “votación popular”. En este momento, cerca de 100 mil rusos están varados en países que cerraron sus fronteras o decretaron el confinamiento de todas las personas durante un mes, y muchos de ellos piden ser repatriados a Rusia, donde les espera en el mejor de los casos, si no presentan síntomas, encierro voluntario de catorce días, junto con sus familiares.
Las autoridades reconocieron este miércoles sólo 147 casos de positivos, 86 de ellos en Moscú, cifra que para los críticos del Kremlin no se corresponde con la realidad.
Unos argumentan que en Rusia se hacen insuficientes pruebas para detectar el Covid-19 porque, al margen de dónde se recojan las muestras, un solo laboratorio, que está en Siberia, puede efectuar la prueba. Y otros están convencidos de que los médicos tienen instrucciones de reducir el número de diagnosticados con coronavirus.
El influyente politólogo Valeri Solovei –citando como fuente, “funcionarios del gobierno que no han perdido la vergüenza”– llegó a afirmar en un programa de radio, a riesgo de ser sancionado por “difundir noticias falsas que siembran el caos” que, desde enero, han muerto aquí 1,600 personas por Covid-19, aunque en las actas de defunción, agregó, figura como causa del fallecimiento: “neumonía”.
Aquí cierran escuelas, teatros, cines, salas de conciertos y museos; las universidades intentan pasar a modalidades de clases a distancia (cada cual con los medios a su alcance); se suspendieron todos los campeonatos deportivos (futbol, hockey sobre hielo, baloncesto y todos los demás) y no abren gimnasios ni piscinas; se prohíben las reuniones de más de 50 personas al aire libre y en locales cerrados; se reducen al mínimo los vuelos aéreos y trayectos ferroviarios; se pide a los mayores y niños no salir a la calle y se invita a quien pueda quedarse a trabajar desde casa, entre otros muchos rasgos que configuran la actual cotidianidad moscovita.
Medidas necesarias que han provocado que los supermercados y las tiendas más pequeñas de Moscú presenten, por horas y mientras vuelven a surtir, algunos anaqueles vacíos. Extraña ver que por la mañana hay de todo y, hacia el mediodía, literalmente vuelan alimentos no perecederos como la grechka (el acá muy apreciado alforfón o trigo sarraceno), el arroz, la sal, el azúcar, la pasta y, como suele suceder cuando empieza a extenderse la sicosis, rollos de papel higiénico.
Las autoridades tratan de tranquilizar a la población y aseguran que hay existencias de alimentos al menos para los siguientes dos meses. Para decepción de muchos, el ministerio de Sanidad desmintió que el vodka es un remedio efectivo contra el coronavirus y, por el contrario, puede alargar el tiempo de curación en caso de estar contagiado.