La Habana. Provista de guantes y mascarilla, Olga García limpia con paciencia y desinfectante los muebles del hotel donde trabaja, esperando visitantes. Cuba también le cierra las puertas al coronavirus pero, a diferencia de otros países, deja abiertas sus fronteras al turismo, su motor económico.
"Al conocerse del coronavirus, hemos extremado las medidas de limpieza", dice la camarera de 47 años, la mitad de ellos en el oficio, en el emblemático Hotel Nacional de Cuba, en La Habana.
Mientras un número creciente de naciones cierran fronteras, Aduanas de Cuba informó que por ahora permite ingresos normales, pero aplica un amplio plan de vigilancia y control de posibles casos.
Y no es para menos: de los cuatro casos confirmados en la isla hasta el momento, tres son turistas oriundos de Italia, epicentro del coronavirus. Eso sí, la cuarentena es sólo para casos sospechosos, independientemente de la nacionalidad.
Son los mismos cubanos quienes colaboran en la vigilancia. En el caso de estos tres europeos, el taxista y la guía turística que los atendieron en el centro de la isla informaron a las autoridades que uno de los visitantes estaba mal y "tosía mucho".
Hasta el viernes, de 149 sospechosos en aislamiento, 65 eran extranjeros, varios de ellos turistas. "Cuando notamos que algún cliente tiene algún síntoma respiratorio (...) automáticamente informamos a la dirección", añade la camarera.
¿Y después? "Si es sospecha del coronavirus, lo dejamos en la habitación con aislamiento. Activamos el protocolo de vigilancia epidemiológica, se llama al SIUM (ambulancia)", y es trasladado, según las indicaciones del Ministerio de salud, al hospital correspondiente, explica Clara Barroso, de 48 años, enfermera del hotel.
Pero "tenemos también una habitación de aislamiento en caso de que hiciera falta", añade.
Cuba también detuvo en parte la confección de uniformes escolares y puso a las costureras a fabricar un millón de mascarillas de tela.