Santiago. El presidente Sebastián Piñera cumplió ayer dos años en el gobierno –y le restan aún otros dos- con su proyecto país y de proyección personal hechos añicos, mientras Chile está inmerso en una crisis social y política de proporciones que amenaza arrastrase por el resto de su presidencia en tanto no se concreten algunas de las reformas estructurales que reclama la inmensa mayoría de los ciudadanos, señalan analistas.
Más aún, la continuidad de Piñera en el cargo está cuestionada y en sectores opositores y cercanos al oficialismo circula la idea de una renuncia o destitución. Al respecto y a solicitud de tres diputados, el Senado pidió un informe a la Comisión de Constitución, Legislación y Justicia sobre cómo inhabilitarlo, bajo el supuesto de un comportamiento errático durante la crisis social.
“El gobierno de Sebastián Piñera terminó la tarde del viernes 18 de octubre de 2019, cuando él salió del Palacio de La Moneda para ir a una pizzería mientras el metro y el transporte público colapsaban”, dijo reservadamente un parlamentario oficialista. Él hacía referencia a que mientras Santiago entraba en caos con millones de personas caminando rumbo a sus hogares, el presidente fue fotografiado compartiendo junto a familiares en un restaurante capitalino. La imagen corrió implacablemente por las redes sociales, Piñera debió regresar urgentemente a la sede de gobierno, mientras casi simultáneamente comenzaban los incendios y actos de vandalismo que arruinaron alrededor de 90 estaciones del tren metropolitano.
Incapaz de controlar la situación mediante la policía, absolutamente ineficiente, el gobierno recurrió de inmediato a las Fuerzas Armadas y 30 mil efectivos se desplegaron por Chile, aplicando el estado de excepción y el toque de queda. Los primeros meses de protesta dejaron a los menos 32 personas muertas, la más reciente la semana pasada, y las cifras del Instituto Nacional de Derechos Humanos (INDH) suman tres mil 765 heridos (282 son menores de edad), 445 con lesiones oculares (34 con estallido o pérdida total de visión); dos mil 122 heridas por disparos (mil 681 por perdigones) y otras 271 por bombas lacrimógenas; 10 mil 365 fueron arrestados (mil 249 menores de edad) y el INDH presentó mil 835 denuncias a los tribunales de justicia (197 por violencia sexual, 520 por torturas y mil 73 por uso excesivo de las fuerza).
Ernesto Águila, académico de la Universidad de Chile y analista político, dice que “pocos auguraban un segundo aniversario en condiciones tan magras para el gobierno de Piñera. Con menos de 10 por ciento de aprobación el programa original que proponía más neoliberalismo a los problemas del neoliberalismo fue abandonado luego de la revuelta social unificada. Desde entonces han sido 5 meses de protesta ininterrumpida, intensificadas con el retorno de vacaciones a contar de marzo”.
El naufragio de Piñera
Pero nada es gratis y el manejo errático, iracundo y basado en una lógica de guerra interna que ha hecho Piñera de la crisis le ha pasado una dura cuenta. Su aprobación de hundió hasta un 8 por ciento, una debacle para quien ganó su segunda presidencia con 54,5 por ciento de los votos bajo la promesa de acelerar sustancialmente el crecimiento de la economía. Los planes de Piñera, que impulsaba una rebaja de impuestos a los más ricos y la liberalización del mercado de trabajo, fueron desechados; hoy la agenda política, social y económica es absolutamente otra, conforme el grito incansable en las calles, pero el gobierno responde con iniciativas insuficientes a las altas expectativas.
Piñera, un codicioso especulador bursátil cuya fortuna personal ascendía a dos mil 800 millones de dólares en marzo de 2019, la quinta del país, se había jactado arrogantemente de su gobierno apenas diez días antes del estallido social, durante una entrevista televisiva.
"Mire lo que pasa en América Latina: Argentina y Paraguay en recesión, México y Brasil estancados, Bolivia y Perú con una crisis política muy grande, Colombia con este resurgimiento de las FARC y de las guerrillas. En medio de esta América Latina convulsionada veamos a Chile, nuestro país es un verdadero oasis con una democracia estable, estamos creciendo”, dijo.
Pero la cuasi rebelión que se vive, con millones de personas en las calles y, cinco meses después, con la convulsión en decidido aumento, destruyó no solo esa imagen, sino la construcción de si mismo que el presidente se esforzaba en hacer, como un estadista con creciente reconocimiento internacional. Piñera perseguía asumir un liderazgo en temas políticos y medioambientales, se había involucrado activamente en los esfuerzos para derrocar al régimen venezolano de Nicolás Maduro, intentó mediar entre los presidentes de Francia y de Brasil por los incendios en la Amazonía y comprometió a Chile para organizar y conducir las 25 conferencia de las partes (COP 25) acerca del cambio climático, además de la cumbre de líderes del Foro de Cooperación Económica del Asia Pacífico (APEC). Todo eso fracasó y desde que la crisis comenzó, Piñera canceló su agenda internacional y viajó sólo una vez al extranjero, en febrero, a la toma de posesión en Uruguay.
Una presidencia tambaleante
¿Podrá Piñera terminar su gobierno con semejante descrédito? Esa pregunta se la formulan millones en Chile y muchos desean que eso no ocurra.
“Ahora mismo hay en Santiago y en regiones un cierto estado de asonada popular. La sola perspectiva de que aún quedan dos años de gobierno y dado el clima de polarización que se vive, la mayoría de chilenos ven con preocupación y cierta desazón que aún resten dos años más de este gobierno”, explica el analista Ernesto Águila.
“En las horas más recientes se acrecentó dentro de los sectores políticos y en la calle la idea que Piñera no puede o no debiera continuar su periodo. La salida anticipada del presidente comienza a tomar forma y a extenderse incluso en sectores de derecha y empresarial. En resumen, Piñera enfrenta un segundo aniversario en medio de una gran soledad y aislamiento político, con protestas que no amainan”, agrega.
De momento “solo juega a su favor una oposición fragmentada que no logra capitalizar el deterioro profundo del gobierno, porque la crisis en Chile es económica y social pero también lo es de representación política”.
La fórmula de sustitución constitucional es compleja. Ya se agotó la fórmula de la acusación constitucional, que fue rechazada hace unos meses y solo queda declarar interdicto al presidente, una suerte de incapacidad física o mental para ejercer el cargo. Aún no existe consenso para una salida tan drástica pero comienza a hablarse en voz alta de una posibilidad de esa naturaleza e Incluso comienzan a barajarse nombres de un posible sucesor.