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Lenguaje inclusivo opaca la lucha por la equidad: Concepción Company

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El lenguaje incluyente “deja tranquilos a muchos y obstaculiza la percepción del problema real. Tiene efecto de superficie, no incide para nada en la estructura social y desvía la atención del problema fundamental: la discriminación por sexo, dijo la experta el 10 de marzo del 2020. Foto Jesús Villaseca
11 de marzo de 2020 10:57

El lenguaje inclusivo no sólo opaca la lucha social por la equidad entre géneros; sino que además es “totalmente elitista y peligroso”, sostuvo la lingüista Concepción Company Company, durante la conferencia titulada Lenguaje incluyente, mujeres excluidas, que ofreció la noche de éste martes en El Colegio Nacional.

La especialista consideró, entre otras cuestiones, que el lenguaje incluyente “es muy peligroso” para lograr la verdadera equidad. Explicó además las propiedades definitorias de la lengua; cómo es que "el género gramatical y el sexo del referente, no tienen porqué coincidir”, cómo también “el género masculino engloba al femenino, mientras que el género femenino excluye al masculino”.

De igual manera se refirió a los “hábitos lingüísticos que no pueden ser regulados mediante leyes escritas”; a los idiomas o lenguas sin una "marca específica de género", así como aquellas lenguas que se hablan en otras latitudes del mundo, con dos, tres, cuatro y hasta 5 o más marcas de género. “Algunas lenguas con género pueden hacer coincidir sexo con género, pero no necesariamente”, explicó Company.

Durante su amplia disertación, la lingüista también expuso un comparativo entre el “lenguaje correcto-incluyente versus sexista-no incluyente”.

Ofreció también diversos ejemplos de cómo el “lenguaje incluyente genera exclusión y ambigüedad, además de ser antieconómico al tener que desdoblarse cuando se escribe”.

Hay que saber diferenciar, destacó, “entre la gramática y el discurso”. El lenguaje incluyente es “impronunciable y ridículo”. ¿Es el lenguaje incluyente una corrección política, una gramática o una moda?, se preguntó la especialista.

Señaló también cómo es que el lenguaje inclusivo “nunca se emplea para referentes negativos, ni eventos negativos”, y planteó la diferencia entre la discriminación gramatical y la discriminación social. “Los seres humanos discriminamos mucho en la construcción del discurso. No nos educan a redactar con equidad de género”.

Para Company, “el lenguaje incluyente es ‘vistoso’ porque está a disposición de todos, de manera que usarlo aplaca las conciencias oficiales, propicia la creencia de que ahora hay más igualdad entre sexos e invisibiliza la verdadera pelea por la equidad”.

El lenguaje incluyente “deja tranquilos a muchos y obstaculiza la percepción del problema real. Tiene efecto de superficie, no incide para nada en la estructura social y desvía la atención del problema fundamental: la discriminación por sexo.

“Es peligroso porque invisibiliza el problema de fondo, sin que se produzca cambio social alguno. Nos hace creer a las mujeres que los machines son incluyentes, porque usan masculino y femenino. Es una cortina de humo que invisibiliza la lucha social.

“A la fecha, las cifras de inequidad en la escolaridad, salud, acceso al trabajo, salario, inserción social por discapacidad, entre otras cuestiones, siguen siendo abrumadoras, aunque todos usen un vistoso lenguaje incluyente, el que no cambia nada sobre esas problemáticas”, apuntó la lingüista.

Company mostró mediante diapositivas, una serie de datos estadísticos sobre la inequidad por sexo y planteó una serie de interrogantes, a las que igual respondió.

“¿No hacer distinciones de género hace sexista a quien no las hace?: No. ¿Hacer distinciones de género implica mayor respeto hacia la mujer?: No. ¿El discurso incluyente mejora la igualdad social?: No”.

Lo que sí crea el lenguaje incluyente, concluyó la especialista, “es una tensión social que debe ser discutida, pues se están produciendo cambios sociales muy importantes, que podrían quizá incidir en la gramática del futuro. Las palabras sí importan, los hechos más”.

Durante la conferencia, las integrantes de la compañía Las Reinas Chulas, Ana Francis Mor, Cecilia Sotres, Marisol Gasé y Nora Huertas, encarnaron a un “feministo, doctor en Letras por la Academia de Santo Domingo”, donde por un billete imprimen títulos, así como a una bella francesita, quien hablo sobre la importancia de la mujer en la historia y el futuro;  y a dos singulares mujeres policías, encargadas de dar a conocer el programa de protección civil: la ciudadana feliz.

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