Madrid. Centenares de miles de personas se manifestaron en las calles de las principales ciudades españolas para reivindicar los derechos y la igualdad de la mujer y para denunciar, un año más, la violencia sistemática que se ejerce contra ellas. A diferencia de años anteriores, en esta ocasión no hubo huelga general de trabajadoras femeninas, pero sí un amplío y diverso abanico de actos reivindicativos, en el que también hubo protestas polémicas, como la que sufrieron las mujeres del partido Ciudadanos, que tuvieron que abandonar la marcha tras ser insultadas y vejadas por un grupo de manifestantes mujeres que las acusaron de “fascistas”.
“Da más miedo el patriarcado que el coronavirus” o “sola y borracha quiero llegar a casa”, fueron dos de las reivindicaciones y lemas más coreados durante las manifestaciones celebradas en España, sobre todo en las ciudades más grandes, como Madrid, Barcelona, Bilbao, Sevilla, Málaga, Zaragoza y Badajoz. En todas ellas el color morado fue el habitual y la mayoría de las reivindicaciones fueron para recordar la violencia contra la mujer, sobre todo los feminicidios -que este año ya son 18- y también la desigualdad estructural en algunos campos, como el empresarial, en el que la mayoría de los directivos son hombres o, incluso, en materia de salario en algunos casos, en los que ganan más los hombres que las mujeres por hacer el mismo trabajo.
A diferencia de otros años, en las manifestaciones de este se registró cierta división en el movimiento feminista más reivindicativo y el que está detrás de la organización de la marcha y de los actos paralelos. Sobre todo por la polémica surgida en torno al anteproyecto de la ley de libertad sexual anunciada por el gobierno del socialista Pedro Sánchez, que presentó la ministra de Igualdad y dirigente de Unidas Podemos (UP), Irene Montero, pero en torno al cual hubo un enfrentamiento abierto con otros ministros y ministras del mismo gobierno por la ausencia de rigor del documento presentado. De hecho, hasta la fecha el anteproyecto se mantiene en secreto y se hará público hasta que se resuelvan una serie de anomalías jurídicas e incongruencias conceptuales que harían que no superara los controles tanto del Consejo Consultivo, del Consejo de Estado y de una hipotética denuncia del Tribunal Constitucional, en caso de que sea objeto de estudio por una querella.
Por esta polémica al interior del propio gobierno, las ministras socialistas y las de UP marcharon en zonas distintas, con sus respectivas agrupaciones afines y con tensión entre ellas. A lo que se sumaron los insultos que profirieron contra las mujeres representantes del partido liberal Ciudadanos, a las que además les impidieron marchar y las expulsaron de la manifestación. La policía les explicó que dado el cariz violento de los grupos detractores de su presencia no les podían garantizar su seguridad, así que decidieron abandonar, igual que tuvieron que hacer en los dos años anteriores, en los que también fueron objeto de insultos y agresiones.
La manifestación de Madrid terminó en la Plaza de España, donde se leyó el manifiesto conjunto en el que insistieron en que “luchamos para que las mujeres seamos dueñas de nuestros cuerpos, nuestros deseos y nuestras decisiones, para que las personas disidentes sexuales, especialmente las mujeres trans, dejemos de sufrir agresiones y múltiples violencias, y por una sociedad que respete y valore la diversidad funcional, la diversidad sexual, y la diversidad de identidad y/o expresión de género. Nuestros cuerpos no son mercadería ni objetos para ser cosificados y utilizados como reclamo, y nuestros procesos de vida no son enfermedades”.