Moscú. Poco más de 20 mil personas, según las estimaciones más cercanas a la realidad, sumaron sus voces en la capital rusa para exigir este sábado que el Kremlin muestre voluntad política y se castigue a quien ordenó, hace cinco años, asesinar al político opositor Boris Nemtsov, abatido a tiros en pleno centro de Moscú.
Cumplen condena el sicario y sus cómplices, pero el autor intelectual de este crimen continúa siendo intocable, clama la familia de Nemtsov al reiterar su compromiso de no descansar hasta que se haga plena justicia.
La investigación del Comité de Instrucción de Rusia y del Servicio Federal de Seguridad de hecho concluyó al llegar hasta la puerta de la casa de Ruslan Gueremeyev, quedando en suspenso la idea de interrogar al entonces oficial de alta graduación de la guardia personal de Ramzan Kadyrov, el presidente de Chechenia.
Para Vadim Projorov, abogado de la familia de Nemtsov, hay muchas evidencias que apuntan a que Gueremeyev es una figura clave para esclarecer de dónde salió la orden de asesinar al carismático opositor.
Hasta la fecha, aseguran los investigadores, no ha sido posible localizar a Gueremeyev, cuyo tío Suleiman legisla en Moscú en calidad de senador por Chechenia y, por una coincidencia que la oposición califica de insultante, recibió de manos del presidente Vladimir Putin una de las más importantes condecoraciones del Estado el mismo día que se cumplió el quinto aniversario del asesinato de Nemtsov.
La versión oficial atribuye a Ruslan Mujudinov, el chofer de Gueremeyev contra quien pesa una orden de búsqueda y captura, ser el “organizador” del crimen, mientras el sicario Zaur Dadayev, quien trabajó a las órdenes de Gueremeyev en la guardia personal del presidente checheno, ya cumple condena de 20 años de cárcel, junto con cuatro cómplices que recibieron penas que van de 19 a 11 años de prisión (uno más se hizo explotar cuando iba a ser detenido en Grozny, la capital de Chechenia).
La marcha en memoria de Nemtsov –igual que similares homenajes en numerosas ciudades del país– derivó en una protesta contra la apresurada reforma constitucional que promueve Putin.
Esta vez, a diferencia de lo que ocurrió el verano pasado cuando Moscú se convirtió en escenario de protestas masivas por la exclusión de los candidatos opositores en las elecciones municipales, no hubo detenciones ni se usó la fuerza contra los manifestantes, cuyas consignas y pancartas pusieron de relieve un claro rechazo a la intención del titular del Kremlin de adquirir aún más facultades para gobernar sin contrapesos.