Ciudad de México. El proceso de desamor y catarsis de una relación de pareja, y el desapego y codependencia emocional, física y mental, son tema de la propuesta escénica Stickiness, o la sinuosa tarea de desarraigar, que se presenta en temporada en el teatro El Granero, del Centro Cultural del Bosque.
Con dirección de Constanza Amparan Hernández (Torreón, Coahuila, 1992), se trata de una pieza que amalgama danza contemporánea, teatro físico y de objetos, cuyo lenguaje corporal relata de manera no lineal, el gozoso placer del enamoramiento; así como la indiferencia, la soledad, la violencia y la rutina, hasta la fractura y destrucción de una relación; para concluir en la etapa de sanamiento emocional.
En charla con La Jornada, la joven creadora escénica, de 28 años, explicó que la pieza surgió a partir de una experiencia personal, del desgaste de su relación, la cual derivó en una serie sueños e imágenes corporales: “como dos cuerpos uniéndose y queriéndose despegar al mismo tiempo, una y otra vez”.
A partir de ello, comentó la también bailarina, se realizó el trabajo creativo, integrando otras imágenes para hablar sobre el proceso de desamor, desapego y codependencia; pero también de los momentos gozosos y placenteros de la relación.
En escena, la narrativa no es lineal, se muestran fragmentos del pasado y presente de los protagonistas de la historia, que sólo son reconocidos como Él y Ella.
Una pequeña mesa para desayunar y comer, flores y plantas son parte de la escenografía que enmarca el devenir de la relación de pareja.
En un principio el lenguaje corporal se propone proyectar una serie de sensaciones, la de estar juntos, al tiempo de quererse separar; donde se entabla un juego de ensimismamiento y manipulación.
A esas acciones le siguen la etapa del maravilloso enamoramiento, la sensualidad y el coqueteo. Para pasar luego a “las primeras amorosas peleas pasionales, que terminan en hermosas reconciliaciones”; las cuales luego se encadenan a una etapa de indiferencia, donde “ni me va, ni me viene que estés ahí, pero igual me gustaría que no estuvieras ahí; nos hacemos compañía, pero no nos hacemos caso”, describió la creadora escénica.
Luego vendrá la fractura. Una violencia menos pasiva y más activa. Y aflora la codependencia. “Hacer a fuerzas que la relación funcione y encaje, pues cómo no va a funcionar, si tenemos tiempo haciéndole la lucha para que funcione”.
Sin embargo, del proceso de odio, violencia y rencor acumulado, se pasa al proceso de sanación.