Ciudad del Vaticano. El papa Francisco declinó ayer aprobar la ordenación de hombres casados para paliar la falta de sacerdotes en la Amazonia, esquivando un asunto espinoso que ha dominado el debate en la Iglesia católica, implicando incluso al papa emérito Benedicto XVI.
En un esperado documento, el pontífice no mencionó siquiera las recomendaciones de los obispos de la región para considerar la ordenación de hombres casados y mujeres como diáconos. En su lugar, instó a los religiosos a rezar por más vocaciones sacerdotales y a enviar misioneros a la región, donde los fieles viven en comunidades remotas y pueden estar meses, e incluso años, sin ir a misa.
La omisión del asunto por Francisco decepcionó a los progresistas, que esperaban que al menos se pusiera en estudio, y alivió a los conservadores, que han empleado el debate sobre el celibato de los curas para fortalecer su oposición al Papa, a quien algunos han acusado de herejía.
La mayor parte del documento, llamado Amada Amazonia, es en cambio una carta de amor a la selva amazónica y a sus pueblos indígenas escrita por el primer papa latinoamericano de la historia, quien lleva años preocupado por la explotación violenta de la tierra, la importancia crucial de la región para el ecosistema global y las injusticias cometidas contra sus gentes.
Grupos que abogan por la ordenación sacerdotal y un papel más importante para las mujeres en la Iglesia atacaron el documento. Francisco dijo que su negativa a la ordenación de mujeres les evita el riesgo de ser clericalizadas
o colocadas en un pedestal.
Está fallando a su deber como líder con el poder de efectuar cambios positivos y enfrentar la discriminación
, señaló Miriam Duignan, del Instituto Wijngaards de Investigaciones Católicas, una institución progresista con sede en Gran Bretaña.
Kate McElwee, directora ejecutiva de la Conferencia por la Ordenación de las Mujeres, sostuvo que el documento traiciona a las mujeres en el Amazonas y en todas partes donde realizan la mayor parte de la obra de la Iglesia, transmiten la fe de generación en generación y sin embargo no reciben el menor reconocimiento oficial ni autoridad.
Reconocer la obra de las mujeres con la ordenación diaconal sería un paso inicial y básico para rectificar el mal del sexismo institucional que tiene maniatada a nuestra Iglesia en su intento de responder a las crisis morales de nuestro tiempo
, agregó McElwee en un comunicado.