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Mansión versallesca de Presidencia, en el abandono y la incertidumbre

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Vista aérea de la residencia ubicada el fraccionamiento La Herradura, en Huixquilucan, estado de México, donada por Soledad Orozco, viuda del ex presidente Manuel Ávila Camacho, al gobierno de México en 1996. Foto Pablo Ramos
13 de febrero de 2020 09:16

Ciudad de México. Abandonada, en resguardo de sólo cuatro personas, la mansión que Soledad Orozco, viuda del ex presidente Manuel Ávila Camacho, donó en 1996 al gobierno de México para ser ‘‘residencia ocasional de mandatarios extranjeros” y ‘‘para funciones propias de la Presidencia de la República”, durante el primer año de la administración de Andrés Manuel López Obrador no cumplió con esa función.

Ese inmueble de poco más de 5 hectáreas que se ubica en el fraccionamiento La Herradura, en Huixquilucan, estado de México, resguarda mil 300 obras de arte y ‘‘objetos de difícil reposición” prácticamente desconocidos por la población, en tiempos en los que la casa presidencial de Los Pinos se abrió al pueblo para convertirse en complejo cultural.

En cambio, la versallesca casona de Huixquilucan, conocida como Los Pinitos por la clase política que disfrutó ahí ostentosas fiestas y reuniones privadas durante los sexenios de Vicente Fox, Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto, mantiene un destino incierto del que los actuales funcionarios federales no quieren hablar. Se sabe que existen herederos de los Ávila Camacho que, por medio de abogados, reclaman la propiedad con el argumento de que no se ha cumplido con el acuerdo publicado en junio de 2017, en el cual se dispone que si la Presidencia de la República da un uso distinto al designado, o bien la deja de utilizar o necesitar, esa propiedad se retiraría del servicio a la Presidencia para ser administrada por el Instituto de Administración y Avalúos de Bienes Nacionales.

Además de adornos de porcelana, candiles de cristal cortado de Baccarat, esculturas de mármol, tapices franceses, decenas de muebles de caoba estilo Luis XV, así como una colección de fusiles de los años 40 con el escudo nacional, en las paredes de la mansión, también conocida como Residencia Soledad Orozco, cuelgan obras de arte únicas, como el cuadro Vendimia de flores, de Diego Rivera, que muy pocas personas han tenido la fortuna de admirar, como informó a detalle este diario hace un año.

También decoran la casa un autorretrato de José Clemente Orozco, de 1940, con ‘‘valor de inventario” de 6 millones 310 mil 240 pesos; un retrato de Simón Bolívar, de David Alfaro Siqueiros, también de esos años, cotizado en casi 4 millones de pesos, y al menos tres óleos del pintor novohispano Miguel Cabrera, valuados en un millón 350 mil pesos cada uno. Hay quienes calculan el precio de esa residencia en mil millones de pesos.

Ni monumento histórico ni artístico

De acuerdo con datos proporcionados a La Jornada por la Plataforma Nacional de Transparencia, el gobierno redujo hasta 98 por cierto los gastos que la mansión generaba, al menos en consumo de luz. Según sus cifras, se pasó de pagar casi 2 millones de pesos al mes, a gastar por bimestre hasta 35 mil pesos (en abril-mayo, la suma más alta reportada).

En total, el gobierno de López Obrador desembolsó 144 mil 298 pesos por el servicio de luz de la mansión, cifra que no se compara con los casi 300 millones de pesos del erario que la administración de Peña Nieto erogó con el fin de mantenerla disponible para fiestas y reuniones.

Respecto del impuesto predial, se informó que durante 2019 el inmueble ‘‘estuvo exento de pago por el ayuntamiento de Huixquilucan, estado de México”. No se proporcionaron datos acerca del gasto en agua ni mantenimiento de la residencia que en 2007, por ejemplo, fue impermeabilizada con un gasto de 239 mil 942 pesos y en 2009 tuvo una reparación y mantenimiento de luminarias por 58 mil 328 pesos.

De los cuatro servidores públicos que según el área de Recursos Humanos de la Oficina de Presidencia se encargan de la residencia (sin especificar funciones), uno recibe sueldo mensual de ‘‘mando” (alrededor de 17 mil pesos) y los tres restantes salarios de poco más de 10 mil pesos.

Hace un año, cuando La Jornada difundió detalles acerca de la mansión ubicada en Bosque de Antequera 60, el legislador Sergio Mayer, presidente de la Comisión de Cultura y Cinematografía de la Cámara de Diputados, consideró que vale la pena revisar el tema de la Residencia Soledad Orozco, ‘‘pues la casa es parte del patrimonio cultural e histórico del país, además de las obras de arte que hay en su interior”. Entonces aseguró que como legislador tomaría cartas en el asunto pero hasta la fecha no ha proporcionado más información al respecto.

En marzo de 2017 el responsable inmobiliario de la Oficina de la Presidencia de la República informó que la casa que perteneció al ex presidente Manuel Ávila Camacho (1897-1955) y su esposa ‘‘no es considerada monumento histórico o artístico, conforme al criterio no. 2/2011 del Comité del Patrimonio Inmobiliario Federal y Paraestatal, publicado en el Diario Oficial de la Federación el 19 de enero de 2012”. El uso de suelo que tiene autorizado es ‘‘habitacional unifamiliar”.

Se sabe que Ávila Camacho tuvo la intención de legar al pueblo de México su residencia de La Herradura con la idea de que ahí se instalara una escuela o una biblioteca pública, pero su viuda, Soledad Orozco, se empeñó en que la mansión sirviera para hospedar a visitantes distinguidos.

En noviembre pasado, cuando México brindó asilo político al presidente boliviano Evo Morales, corrió el rumor de que la mansión de Huixquilucan sería el hogar del mandatario sudamericano. Vecinos de la zona incluso reportaron movimiento inusitados en los alrededores y algunos colonos del fraccionamiento protestaron en redes sociales. Al final, nadie confirmó que Morales haya pernoctado entre las obras de arte únicas que permanecen fuera de la vista del público.

Según información proporcionada por la Plataforma Nacional de Transparencia, ‘‘no existe evidencia documental’’ de visitantes distinguidos ni de actividades administrativas en la mansión de Huixquilucan durante 2019.

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